Lagrimas negras. Ricardo Franco, Fernando Bauluz

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Ficha técnica:

Título original: Lágrimas negras.
País: España.
Año: 1999.
Duración: 107 minutos.

Dirección: Ricardo Franco, Fernando Bauluz
Guión: Ángeles González Sinde, Ricardo Franco.
Dirección de Fotografía: Gonzalo Fernández-Berridi.
Música: Eva Gancedo.
Edición:

Diseño de Vestuario: Clara González, Laura Herrera, Cristina Caspueñas. Vestuario: Peris Hnos.
Ayudante de maquillaje: Pilar Álvarez,

Compañías.Productora: Sogetel


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Intérpretes:

Ariadna Gil: Isabel,
Fele Martínez: Andrés,
Elena Anaya: Alicia,
Ana Risueño: Cinta,
Elvira Minguez: Marta
Felipe Velez: Máximo García,
Arturo Acero: Policía,
Elena Lombao: Mac,
Maruxa Yusti: Charo,
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Sinopsis:

Cuando Andrés regresa a casa, después de despedirse de su novia, es atracado por dos mujeres. Algún tiempo después, se encuentra con una de ellas, una joven desequilibrada de familia acomodada pero que padece una enfermedad mental hereditaria
, que provoca en el joven una obsesión incontrolable que imprime a su vida un giro inesperado y lo conducirá a abandonar todo cuanto posee.

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Comentario:

El film es la obra póstuma de Ricardo franco, que falleció antes de terminarla, por lo que el encargado de hacerlo fue Fernando Bauluz . Manolo Marinero dijo entonces que "Lágrimas negras había sido dirigida por Ricardo Franco y realizada por Fernando Bauluz", autor de la serie 'El laberinto del Tibet', muy celebrada por la audiencia.

Lagrimas negras es una historia proustiana de una obsesión amorosa, en la que el protagonista se enamora locamente de una mujer, que simplemente está loca y que, siendo niña, mató a su propia madre, según su compañera de aventuras ilegales.Una desequilibrada que atrapa definitivamente, hasta la ruina a un joven que lo deja todo por ella. El propio film toma como referente al director Ricardo Franco, cuya película  'Después de tantos años' se anuncia con un enorme cartel, que decora las paredes de la habitación de Isabel.

Un film rodado fundamentalmente en las camas, que parece la forma más efectiva de representar la obsesión, en una transición hacia una democracia más firme, que ya duraba demasiado. Ariadna Gil provoca una angustia casi inmotivada en el espectador, por su actuación excesivamente histriónica, representando una historia de una psicópata, que, poco a poco, pierde sentido y se va tornando una locura total. El joven, teóricamente sano, empieza a dar muestras de total desequilibrio, que acaba alterando psíquicamente al propio espectador, especialmente al situarse ante la posibilidad de que la mentira, la coacción y la prepotencia del que tiene poco que perder acaba secuestrando las mentes de quien se ha formado en la disciplina que exige el conocimiento y la prudencia que se deriva de él. Cuando se le da la oportunidad de romper con estos principios se convierte en un juguete en manos de quien carece de ellos.