El secreto de los Abbots. Pat O'Connor
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Ficha técnica:
Título original: Inventing the Abbots
País: Estados Unidos.
Año: 1997.
Duración: 102 minutos.
Dirección: Pat O'Connor
Guión: Ken Hixon, basado en una historia de Sue Miller.
Casting: Risa Bramon García
Director de Fotografía: Kenneth MacMillan, b.s.c.
Música: Michael Kamen
Edición: Ray Lovejoy
Director de especialistas: Shane Dixon, John Moio, Michael Runyard.
Director artístico: William V.Ryder
Decorador del set: Kathry Peters,
Diseñadores del set: Louisa S.Bonnie y Steve Cooper.
Diseño de Vestuario: Aggie Guerard Rodgers.
Jefe de Departamento de Maquillaje: Julie Hewett,
Jefe de Departamento de peluquería: Medusah
Productores: Ron Howard, Brian Grazer y Janet Meyers.
Productores ejecutivos: Karen Kehela, Jack Cummins.
Diseño de producción: Gary Frutkoff
Fox 2000 Pictures presenta a Imagine Entertainment Production
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Intérpretes:
Liv Tyler: Pamela Abbott,
Joaquin Phoenix: Doug Phoenx,
Billy Crudup: Jacey Holt,
Jennifer Connelly: Eleanor Abbott,
Joanna Going: Alice Abbott,
Barbara Williams
Will Patton : Lloyd Abbott
Kathy Baker:: Helen Holt,
Barbara Williams, Joan Abbott
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Sinopsis:
En el verano de 1957, Elvis está de moda, la gasolina es barata y el sexo empieza a ser descubierto. Los Abbott, una familia adinerada, tienen tres hijas guapísimas, aunque muy diferentes entre sí: Alice "la buena", Eleanor "la mala" y Pam, que pasa un poco de todo. Enfrente, Helen Holt, de la que se rumorea que estuvo liada con Lloyd Abbott, ha tenido que luchar lo indecible para sacar a sus hijos, Doug y Jacey, adelante. Entre los hermanos Holt y las Abbott existe una fuerte atracción que provocará el enfrentamiento de ambas familias, destapando oscuros secretos de un pasado no muy lejano.
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Comentario:
La adaptación cinematográfica de un relato de Sue Miller por el realizador irlandés Pat O'Connor tiene una gran virtud: la mirada de un europeo, incisiva y perspicaz, sobre la sociedad norteamericana, con algunos elementos universales que ha sabido adaptar de tal forma que 'El secreto de los Abbott' (1997) se ha convertido en el único film relevante en la filmografía del director. Decía Nestor Hidalgo (Sensacine), que la película narraba la historia del aprendizaje de dos hermanos, Jacey y Doug Holt, hijos de una maestra y del inventor de unos cajones-archivador, que murió en el ejercicio de una acción que respondía una apuesta imbécil ( en todos los sentidos, el clásico y el moderno) con una amigo. Pero como luego se verá, y como ocurre con frecuencia, el título inglés recoge mucho mejor que el español el verdadero subtexto del relato: Inventing The Abbotts. No aceptamos que el film narre una historia de aprendizaje ni de superación, entre otras razones porque, como nos recordaba hoy una amiga en facebook, coincidimos con Goethe cuando sentencia que :"Lo único que la historia nos enseña es que nadie aprende nunca nada de la historia."
El mayor secreto de los Abbott es que no había detrás de ellos ningún secreto, y que su existencia tan relevante se debía a la necesidad que sienten algunas personas de inventarlos, de convertirlos en los responsable de sus desgracias, los depositarios de sus anhelos, y satisfacer su necesidad de sentirse siempre cerca de ellos, sin que nadie sea capaz de entender la razón de por qué sucede tal cosa. Unos logran desprenderse de esta dependencia, dura y demoledora para la psique humana como la heroína, y otros se pierden en el laberinto de los horrores para siempre. Los Abbott no son, en principio, ni más ricos ni más listos que los Holt. El padre de estos jóvenes inventa un cajón, lo patenta y cambia la propiedad de su ingenio por un coche de segunda mano, que finalmente hunde en un lago en una apuesta con el mismo Lloyd Abbot, muriendo en el intento y dejando a su familia desprotegida; la madre, Helen, maestra de profesión, la única en el barrio que vive de su trabajo y no se dedica a atender el hogar, en exclusiva, dependiente económicamente de un hombre, debe cuidar de sus dos hijos, uno de dos años y otro todavía en su vientre. Lloyd la ama en silencio y se siente responsable de su tragedia, pero sabe que es una mujer que nunca podrá alcanzar, y a la que querrá hasta el día de su muerte, consciente de que no la merece, sentimiento que percibe su esposa y difama a la viuda en una sociedad cerrada y puritana como la que habita en lo suburbios de clase media, constituidos por esas casas unifamiliares con un pequeño jardín, que se repiten una y otra vez en el cine americano.
La difamación y la mentira aislan durante toda su vida a Helen socialmente, hecho que la mujer soporta con discreción y en silencio, porque sabe cual es su lugar y le preocupa la maledicencia; sólo le hace sufrir el conocimiento de que el rumor ha llegado a sus propios hijos. Los Abbott tienen, por su parte, tres hijas, acostumbradas al halago social, derivado de las ostentación de riqueza que hace su padre, que mantiene, a su vez, un reto personal con el mayor de los Holt, Jacey que les lleva a enfrentamientos muy duros, y a la necesidad del joven de conquistar a sus tres hijas, de carácter bien diferente unas de otras (la mala, la buena, la indiferente), lo que redunda en el interés del joven por alzarse con el trofeo y en el sufrimiento de la madre por el equilibrio mental del hijo. Doug se convierte en el testigo permanente de la desazón de su progenitora y de su hermano, que nada ni nadie puede remediar, y que Abbott estimula con su vanidad y su prepotencia, aunque su odio está canalizado casi exclusivamente a quien le hace responsable de su desgracia y es tan solo un hombre vulgar al que le ha llegado el dinero a las manos gracias a la incapacidad de otro hombre de sacar producto a sus inventos.
Cuando, finalmente, le cuenta su historia a Doug, le hace ver que si tanta necesidad tienen de unos Abbott, el mundo está lleno de ellos, consciente de que la verdad satisfará todavía menos a su hijo, que la mentira que ha alimentado toda su vida y que le permite seguir odiando a los que ha convertido en los hacedores de todos sus males. Doug, más humilde y sencillo que su altivo hermano, acabará entendiendo que la verdadera heroína ha sido su madre, una mujer culta e independiente que, como otras muchas miles en el mundo, ha logrado el milagro de criar solas a sus hijos y vivir hasta que éstos han logrado finalizar sus estudios universitarios. Cuando Doug Holt y Pam Abbott se casen y tengan una hija le pondrán el nombre de esa modesta maestra a la que jamás le hicieron sombra los Abbott, pero que tuvo que ver cómo hundían a su hijo primogénito. Al final del trayecto se marchó sin saber qué había aprendido Jacey; la voz de un narrador subjetivo, su propio hermano Doug, su sombra, el recuerdo de su madre, lo ve perdido para siempre en el laberinto. Pocas veces un trailer es tan distorsionador del significado de una historia como éste.
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Comentario:
La adaptación cinematográfica de un relato de Sue Miller por el realizador irlandés Pat O'Connor tiene una gran virtud: la mirada de un europeo, incisiva y perspicaz, sobre la sociedad norteamericana, con algunos elementos universales que ha sabido adaptar de tal forma que 'El secreto de los Abbott' (1997) se ha convertido en el único film relevante en la filmografía del director. Decía Nestor Hidalgo (Sensacine), que la película narraba la historia del aprendizaje de dos hermanos, Jacey y Doug Holt, hijos de una maestra y del inventor de unos cajones-archivador, que murió en el ejercicio de una acción que respondía una apuesta imbécil ( en todos los sentidos, el clásico y el moderno) con una amigo. Pero como luego se verá, y como ocurre con frecuencia, el título inglés recoge mucho mejor que el español el verdadero subtexto del relato: Inventing The Abbotts. No aceptamos que el film narre una historia de aprendizaje ni de superación, entre otras razones porque, como nos recordaba hoy una amiga en facebook, coincidimos con Goethe cuando sentencia que :"Lo único que la historia nos enseña es que nadie aprende nunca nada de la historia."
El mayor secreto de los Abbott es que no había detrás de ellos ningún secreto, y que su existencia tan relevante se debía a la necesidad que sienten algunas personas de inventarlos, de convertirlos en los responsable de sus desgracias, los depositarios de sus anhelos, y satisfacer su necesidad de sentirse siempre cerca de ellos, sin que nadie sea capaz de entender la razón de por qué sucede tal cosa. Unos logran desprenderse de esta dependencia, dura y demoledora para la psique humana como la heroína, y otros se pierden en el laberinto de los horrores para siempre. Los Abbott no son, en principio, ni más ricos ni más listos que los Holt. El padre de estos jóvenes inventa un cajón, lo patenta y cambia la propiedad de su ingenio por un coche de segunda mano, que finalmente hunde en un lago en una apuesta con el mismo Lloyd Abbot, muriendo en el intento y dejando a su familia desprotegida; la madre, Helen, maestra de profesión, la única en el barrio que vive de su trabajo y no se dedica a atender el hogar, en exclusiva, dependiente económicamente de un hombre, debe cuidar de sus dos hijos, uno de dos años y otro todavía en su vientre. Lloyd la ama en silencio y se siente responsable de su tragedia, pero sabe que es una mujer que nunca podrá alcanzar, y a la que querrá hasta el día de su muerte, consciente de que no la merece, sentimiento que percibe su esposa y difama a la viuda en una sociedad cerrada y puritana como la que habita en lo suburbios de clase media, constituidos por esas casas unifamiliares con un pequeño jardín, que se repiten una y otra vez en el cine americano.
La difamación y la mentira aislan durante toda su vida a Helen socialmente, hecho que la mujer soporta con discreción y en silencio, porque sabe cual es su lugar y le preocupa la maledicencia; sólo le hace sufrir el conocimiento de que el rumor ha llegado a sus propios hijos. Los Abbott tienen, por su parte, tres hijas, acostumbradas al halago social, derivado de las ostentación de riqueza que hace su padre, que mantiene, a su vez, un reto personal con el mayor de los Holt, Jacey que les lleva a enfrentamientos muy duros, y a la necesidad del joven de conquistar a sus tres hijas, de carácter bien diferente unas de otras (la mala, la buena, la indiferente), lo que redunda en el interés del joven por alzarse con el trofeo y en el sufrimiento de la madre por el equilibrio mental del hijo. Doug se convierte en el testigo permanente de la desazón de su progenitora y de su hermano, que nada ni nadie puede remediar, y que Abbott estimula con su vanidad y su prepotencia, aunque su odio está canalizado casi exclusivamente a quien le hace responsable de su desgracia y es tan solo un hombre vulgar al que le ha llegado el dinero a las manos gracias a la incapacidad de otro hombre de sacar producto a sus inventos.
Cuando, finalmente, le cuenta su historia a Doug, le hace ver que si tanta necesidad tienen de unos Abbott, el mundo está lleno de ellos, consciente de que la verdad satisfará todavía menos a su hijo, que la mentira que ha alimentado toda su vida y que le permite seguir odiando a los que ha convertido en los hacedores de todos sus males. Doug, más humilde y sencillo que su altivo hermano, acabará entendiendo que la verdadera heroína ha sido su madre, una mujer culta e independiente que, como otras muchas miles en el mundo, ha logrado el milagro de criar solas a sus hijos y vivir hasta que éstos han logrado finalizar sus estudios universitarios. Cuando Doug Holt y Pam Abbott se casen y tengan una hija le pondrán el nombre de esa modesta maestra a la que jamás le hicieron sombra los Abbott, pero que tuvo que ver cómo hundían a su hijo primogénito. Al final del trayecto se marchó sin saber qué había aprendido Jacey; la voz de un narrador subjetivo, su propio hermano Doug, su sombra, el recuerdo de su madre, lo ve perdido para siempre en el laberinto. Pocas veces un trailer es tan distorsionador del significado de una historia como éste.
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