La cabaña en el bosque. Comentario.








Comentario:

Hablábamos en este blog, aprovechando la salida del blu-ray de Darren Aronofsky (2014) de aquellos filmes en los que se cuela la idea de que la especie humana ha sidomuynociva para nuestro Planeta, cuya existencia hace peligrar, y era preciso proceder a su extinción. Una de ellas es esta cinta de Andrew Goddard, sobre la que hemos escrito mucho en este blog, la última vez  el 10 d enero de 2014, entrada en la que hacíamos este comentario:

"Antes de ver un film como 'La cabaña del bosque/The cabins in the woods', convendría a algunos releer la 'Historia del arte' de Arnold Hauser, que muchos creíamos superada, tras haberla digerido bien, y entender que el arte sin función no existe, aunque ahora vemos que no es exactamente de este modo para críticos que se reservan  para sí mismos, en un ejercicio de solipsismo, el arte de la hermenéutica o interpretación de los textos fílmicos. .Claro que, para 'mentes cultivadas' o convencidas de que lo son, la función puede quedar reducida al lema de la Metro Goldwyn Mayer, 'ars artis gratia' (el arte por el arte), impreso en la película que a modo de aureola rodea la célebre cabeza del león que ruge, y nunca puesta al servicio de una causa carente de nobleza. 

Pero tanto, hablemos del amor, de la pareja, de la crisis, de los reallity shows como del 'sempiterno conflicto entre opresores ricos y oprimidos pobres', (Tomas Fernández Valentí),o de aquellas contradicciones que desgraciadamente no sólo no se han superado, sino que han abierto más la brecha social, siempre podremos constatar que hay escritores, cineastas, pintores, etc, más comprometidos con la sociedad de su tiempo que otros, y esto también es una constante . Pero si lo que buscamos es el diletantismo, el placer de disfrutar con un lenguaje bien construido con independencia del tema que aborde el subtexto, ésta es la película. Drew Goddard proporciona a los espectadores un cubo de Rubick con sus seis caras de colores mezclados, como el que preside el cartel que anuncia la película, para que los espectadores, basándose en su conocimiento de los elementos constituyentes del género de terror, vayan construyendo su propio significado, a cuya descodificación semántica se lanzan la mayor parte de los críticos. 

Almudena Muñoz (La Butaca.net) estima que el director y el guionista (Drew Goddard y Joss Whedon" caen en el " abuso antes que en el uso de los elementos del cine de horror, al paso de quien se conoce todos los giros y anticipa motivos antes de defraudar las mal acostumbradas expectativas del espectador. La galería de personajes prototípicos, los sustos prefabricados y el comportamiento insistente e indestructible de los monstruos de turno son páginas de “Escoge tu propio camino”, al ritmo de un lector que se las sabe todas, que quiere recorrerlo todo y divertirse sin preocuparse por pasar miedo. " La cinta, producto de un elevado presupuesto, algo inusual en el género de terror, producida y guionizada por Joss Whedon, protagonizada por actores como Richard Jenkins, Chris Hemsworth y rubricada con la aparición puntual de Sigourney Weaver, supone una puesta en escena de una versión crítica e irónica de los tópicos y lugares comunes del género.

El film comienza en un escenario, que evoca por su frialdad y minimalismo la factoría de THX 1138, en la que unos técnicos se disponen a lanzar un reality show para clientes de alto standing, un producto agotado por el estancamiento creativo estadounidense, que no puede satisfacer Japón a causa de una crisis de la que no sabe salir; unos y otros están en riesgo de ser desbancados definitivamente por Suecia, aunque no parecen muy conscientes de ello.Establecido el marco general, los creadores del espectáculo comienzan a dejar rastros que permiten al espectador ir editando mentalmente su propia película con los elementos deconstruidos del relato: voyeurismo, el mayor acicate para el crimen de las mentes perturbadas y los sociópatas, que provoca una chica vestida sólo con sus bragas y una camiseta, contemplada por el espectador, cuya mirada es sustituida por una cámara subjetiva, que se eleva, cuando el grupo de jóvenes del que ella forma parte se aleja en su caravana, y nos deja ver que había alguien mirado y esperando la partida; la entrada en el túnel del vehículo y el golpe que se da un águila contra una cúpula de cristal nos indican que estamos entrando en el terreno del juego, un lugar que reproduce aquel del que proceden nuestros monstruos y demonios, un mundo antiguo, el reinado de la superstición, la magia, los dioses y la ignorancia asociada a la pobreza, que ha sido cuidadosamente conservado por todas las religiones del mundo, incluida la católica, que ha hecho frente, desde el nacimiento de la ciencia a una explicación racional de los hechos, amenazando incluso con la hoguera a los irreverentes, función evasora que muchos pretenden atribuir al cine. 

Nuestros jóvenes empiezan a tener encuentros casuales perversos, que evocan a grandes obras de culto cinematográficas, como esa gasolinera semi-abandonada, llena de trastos inservibles con un surtidor que amenaza con no echar ni una gota de su preciado contenido, regentada por un redneck, llamado Mordecai (Tim dZarn ), desdentado, viejo y sucio que mastica y escupe tabaco a los pies de sus clientes, un sosias del de 'La matanza de Texas', del que hará un cameo Sam Raimi en 'Posesión Infernal' (1982); tras reemprender el viaje llegan a la cabaña, una réplica exacta de la de esta película, con sótano y la célebre trampilla, lo que nos sitúa en un terreno de juego muy diferente al que crearía un año más tarde Gary Ross en 'Los juegos del hambre', que enlaza con el cine de los 80 y sus tragedias desatadas en lugares paradisíacos como Cristal Lake. A partir de ese momento comienzan a aparecer en pantalla, los monstruos que de forma inconsciente han seleccionado los jóvenes en un sótano lleno de objetos que se relacionan con los diferentes subgéneros del terror: zombies, tritones, vampiros, espectros, etc., cuya acción descerebrada y sin control, con el único objetivo de alimentarse de los vinos de segunda clase, hará desembocar la imagen hacia el gore más colorista, acabando en una secuencia de ciencia-ficción, protagonizada por Sigourney Weaver, en la que los actores de esta mascarada de consecuencias terribles llegarán a una conclusión certera: el hombre no merece nada y hay que dar una oportunidad a otros pobladores de la Tierra, que alcanzarán su hegemonía con la desaparición de la especie dominante, de acuerdo con la tesis darwiniana .

Ofrecer doncellas a unos presuntos 'dioses' que dominan el mundo, equivaldría a retroceder al universo que se desmorona. Algunos han querido ver en esta puesta en escena un planteamiento que enlaza con el terror cósmico materialista de Lovecraft, aunque no se aparta del todo del terror satánico o fantasmal, con presencia notable no sólo de zombies, sino de bichos de toda calaña, habituales en las películas del género. Drew Goddard salpica su película de notas cómicas que provocan la sonrisa de su público, y la más notable de ellas es la duda de la posibilidad de encontrar en una sociedad moderna y con una mujer que ya casi roza la igualdad con los hombres, una virgen que ofrecer al 'King Kong' de turno, lo que hace exclamar a la directora del programa, interpretada por Weaver , que 'trabajan con lo que tienen'; la lógica sitúa la ironía en el dominio de quienes actúan como demiurgos con los jóvenes elegidos al azar, (una de ellas alumna de uno de los técnicos,con el que ha tenido una relación extra-conyugal), que ven incrementada su emoción cuando en el escaso margen que dejan al azar, en un juego amañado y controlado por los mercachifles, los chicos optan por un libro que despierta a los zombies, que no son unos cualquiera, sino una familia de no-muertos rurales que torturan. A eso se le llama tener mala leche.


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