La pianista. Michael Haneke






Ficha técnica:


Título original: Michael Haneke,
País: co-producción Austria/Francia.
Año: 2001.
Duración: 125 minutos.

Dirección:
Guión: Michael Haneke, basado en la novela 'Die Klavierspielerin de Elfriede Jelinek.
Casting: Markus Schleinzer, Kris  Portier de Belair, Antje Hochholdinger.
Dirección de Fotografía: Christian Berger.
Música. Asesor musical: Martin Achenbach.

Edición: Mona Willi, Nadine Muser.
Sonido: Guillaume Sciama,
Mezclas: Jean-Pierre Laforce.
Direcror artístio: Christoph Kanter
Decorados: Christoph Kanter.
Coordinador de efectos especiales: Laszlo Kovacs.

Diseño de Vestuario: Annette Beaufaÿs,
Maquillaje: Thi Loan Nguyen, Ellen  Just, Francoise Andrejka.
Maquillaje efectos especiales: Waldemar Pokromski, Michaela  Oppl.
Peluquería: Fabienne Bressan.

Productores ejecutivos: Michael Katz, Yvon Crenn (Mk2)
Ayudantes de producción: Nathalie Kreuther (Mk2), Christine ozlan (Les Films Alain Sarde)
Director de producción: Michael Katz.
Coordinación de producción: Ulrike Lässer.
Compañías. Wega Film, MK2 Productions, Les Films Alain Sarde, Arte France Cinem.



Intérpretes:



Isabelle Huppert: Erika Kohut,
Annie Giradot: la madre,
Benoît Magimel: Walter Klemmer
Susanne Lother: Me Schober,
Anna Sigalevitch: Anna Schober,
Udo Samel: Dr. Blomskij,
Philis Heiss: Naprawnik,
Thoma Weinhappel: Baritono,
Rudolf Melichar: Director,
Gabriele Schuchter: Margot,


Sinopsis:


Erika Kohut es profesora de piano en el Conservatorio de Viena. Acaba de entrar en la cuarentena y vive con su madre, de cuya sofocante influencia se escapa regularmente para ir a cines y espectáculos porno. Su sexualidad está constituida por un mórbido voyeurismo y unos impulsos de automutilación masoquista. Erika y la vida  discurren por senderos separados. Hasta que un día a uno de sus alumnos se le mete en la cabeza seducirla.

Comentario: 


'El amor hiere pero no mata'; esta es la máxima que le echa en la cara Walter, un guapo estudiante, a Erika, su amante y  profesora cuarentona que lo ha seducido con su inteligencia, detrás de la cual se esconde la mujer tan malsana y perversa que nadie de los que giran a su alrededor puede imaginar lo que esconde su porte siempre correcto y su mirada circunspecta. Con férrea disciplina controla su mente perturbada y cualquier desviación del camino que ella misma se ha marcado esta contenido por su racionalidad envenenada, algo que sólo puede dominar un ser muy inteligente, empeñado en sofocar hasta la más pequeña de sus pasiones y conseguir que nunca caiga su máscara y que su verdadero ego quede al descubierto. Su voyeurismo, en lugares público y privados, que pasa desapercibido ante sus conocidos e incluso su propia madre,  la hace tan vulnerable, que cualquier fracaso o debilidad que llegara a hacerse público la hundiría. La secuencia en el auto-cine, en el que proyectan un film de ciencia-ficción  reciente, Frecuency (Gregorio Hoblit, 2000), en el que un hombre evita la muerte de su padre en un incendio ocurrido 30 años atrás, merced a un viaje en el tiempo, por medio de un fenómeno meteorológico, un tipo de película al que las parejas acuden con el interés de practicar sexo en el interior de sus vehículos, es humillante y degradante y propia de un mirón desaprensivo.

'La pianista' es una película de las que te reconcilian con su director, porque construye un discurso audiovisual nítido e inteligible, que discurre con sencillez y naturalidad, sin grandes tropiezos para hablar de cuestiones muy complejas y de una profundidad intelectual incuestionable. En los primeros minutos de película proporciona al público los datos necesarios para poder conducirlo después por los tortuosos derroteros que proyecta la peligrosa protagonista, interpretada magistralmente por Isabelle Hupert;  nos pone en contacto con una madre controladora hasta el exceso, que mantiene una relación tortuosa con la hija que frecuentemente llega a las manos  y en la que ambas se reparten estopa; ubica la historia en el contexto burgués muy superficial, que organiza recitales privados, (antes de música clásica,  ahora de blues, pop y rock),  que atesora instrumentos de gran valor, que no sabe tocar y emite opiniones sobre los músicos sin demasiado conocimiento del terreno en el que se mueven. En sus salones se pueden escuchar expresiones pretendidamente cultivadas, pero cursis y de gran frivolidad como la de la anfitriona de la casa , la Sra. Blonsky, en la que se celebra  el concierto privado de piano,  que interpreta Erika  con otro pianista a cuatro manos: "Resulta poco espiritual y prosaico, tras probar el alimento espiritual, volver al puramente físico, pero para el intermedio he preparado un buffet...Con toda probabilidad, la mayoría había acudido pensando en este momento.

Una vez dibujado el contexto social en una ciudad como Viena, y entre la alta burguesía, con una protagonista, una mujer madura que todavía no ha conseguido el reconocimiento como la mejor conocedora e intérprete de Schubert, una profesora de conservatorio culta, que domina la filosofía y habla de Adorno con soltura, entramos ya en una cuestión de fondo: el enfrentamiento clásico entre la razón y la pasión, entre el clasicismo, basado en el equilibrio, y el romanticismo dominado por las emociones y la anarquía. Erika se erige como la mujer que controla su mente y domina sus sentimientos, y , si entendemos que su madre la ha castrado mentalmente, no hay ninguna duda de que ella lo hace físicamente procediendo a un ginocidio (autocastración) constante con una gillette que lleva en su bolso, cada vez que tiene una tentación, y que envuelve primorosamente en un papel higiénico; su perversión con la anciana progenitora esta a la altura del resto: le  pega con violencia y llega incluso a violar a otra mujer, la que le ha dado la vida y la ha criado,  que bebe para poder soportar su día a día, a pesar de que los fantasmas que la atormentan cuando su hija  sale del hogar, en el que comparten cama, superan con mucho su imaginación; Walter, el joven seducido por la superioridad intelectual de la pianista, a la que desea amar como un joven Werther, no tiene, sin embargo,  la más mínima intención de llegar al suicidio como el personaje de Goethe, especialmente cuando entiende el juego de la mujer, que consiste en excitar a un hombre y luego refugiarse en el hielo, hurgar en su interior y luego rechazarlo. Comienza a verla como una enferma mental peligrosa, y le da aprobar su medicina, la del sadomasoquismo que ella le había propuesto, considerándolo un pusilánime incapaz. Pero, en ocasiones, el héroe, en este caso la heroína encuentra la horma de su zapato y la mujer que rompe barreras, al intentar emular a un hombre brutal, se convierte en un ser absolutamente vulnerable, que no puede gritar al mundo un maltrato masculino que ella había exigido, además por escrito, que incluía un castigo insoportable para su progenitora. Cuando el plan le falla, ella se encarga de humillarla como jamás una hija lo había hecho con su propia madre, también una mujer tan equivocada probablemente  como ella.

Si Lars Von Trier quiso provocar y escandalizar al mundo entero con el ginocidio o autocastración, en este caso inducido por un complejo de culpae en 'Anticristo', eso sí filmado en un primerísimo primer plano, (aquí en una bañera, usando un espejo de mano y con Erika enfundada en una bata), y en Nimphomaniac simula la masturbación de unas niñas, Haneke se le adelantó ocho años con unas imágenes de gran dureza, pero puestas al servicio de un discurso veraz y complejo: el de una mujer que, como los héroes del pasado, como Eneas huyendo de Dido, se castra para no permitir que jamás un sentimiento se interponga en sus objetivos artísticos y profesionales. Logra seducir aun joven, demasiado guapo, según ella, para entender a Schubert o a Schuman, cuando ya tiene más de cuarenta años y no ha logrado el éxito con el que sueña la madre, y ha perdido la razón y el atractivo suficiente para convertir a Walter en el hombre que se masturba cada noche bajo su ventana soñando con ella. En definitiva ha perdido la guerra total.

El film de Haneke no es simple: su historia de amor no es romántica, sino malsana, independientemente de que el que tenga el poder sea un hombre o una mujer; no es tampoco la de una pobre mujer  sometida a los caprichos de una madre, que vive sola en casa, siempre esperando y bebe para no pensar en que su hija va a acabar como realmente acaba, tras años de formación y sufrimiento. Es la historia de una mujer que en definitiva ignora lo que le dice su Wherter particular, que el amor hiere pero no mata. Mata el orgullo mal entendido, la soberbia, la vanidad, el egoísmo, los celos, el deseo de poder, sentimientos por los que es capaz de lesionar a una joven pianista con futuro, destrozando su mano derecha. Cuando cae su careta de mujer intelectual, refinada y culta y muestra a un ser perverso, que roza la locura , su poder de seducción se desmorona, aunque el joven le da una  última oportunidad de reaccionar a sus caricias y ella responde con su eterna frialdad. Walter decide vivir su momento lejos de ella.


     

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