Mr. Deeds. Steven Brill




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Ficha técnica:

Título original: Mr. Deeds.
País: Estados Unidos.
Año: 2001.
Duración:

Dirección: Steven Brill.
Guión: Tim Herlihy, basado en un cuento de Clarence Budington Kellano
Dirección de Fotografía: Peter Lyons Collister, a.s.c.
Música: Teddy Castellucci; supervisión:  Michael Dilbeck.
Edición:Jeff Gourson

Diseñadora de Vestuario: Ellen Luter

Productores: Sid Ganis Jack Giarraputo.
Productores ejecutivos: Adam Sandler, Joseph M.Caracciolo
Diseño de producción: Perry Adelin Blake.
Columbia Pictures y New Line Cinema presentan una producción de Happy Madison, asociado  con Out of the Blue Entertainment

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Intérpretes:

Harve Presnell: Preston Blake, Presidente de Blake Media.
Adam Sandler : Longfellow  Deeds,
Winona Ryder: Babe Bennett,
Peter Gallagher: Chuck Cedar,
Jared Harris: Mac Macgrath,
Allen Covert: Masrty,
Erick Avari: Cecil Anderson,
John Turturro: Emilio López,
John MacEnroe: John MacEnroe.

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Sinopsis:

Un chico de pueblo, el buenazo de Longfellow Deeds, llega a la ciudad para hacerse cargo de una herencia de 40,000  millones de dólares que le ha dejado un pariente lejano.


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Comentario:


Se equivoca quien ve en este remake de  "El secreto  de vivir" (Mr.Deeds goes to town, 1936) un argumento estúpido. Acierta plenamente Roger Ebert, del Chicago Sun Times, cuando lo tacha de manipulador, especialmente porque es norteamericano y conoce bien la idiosincrasia de su país. A costa de ver mucho cine se puede aprender a distinguir un discurso republicano y conservador como el que representa, al menos en esta película Steven Brill, formado en la comedia stand up (una especie de 'Club de la Comedia' español), cuyo background es el capitalismo popular, una forma de implicar a pequeños inversores en las Grandes compañías, a las cuales unen su destino y están dispuestas a defender a muerte porque de su supervivencia dependen sus pequeños ahorros. Deeds toma la palabra en una asamblea de accionistas en la que se va a desmantelar la empresa que le ha legado su tío-abuelo, con una sola acción, prerrogativa que engañosamente se atribuye a la generosidad del 'conseguidor' de negocios, que controla más de la mitad de los títulos, cuando debe ser preceptivo que conste en los estatutos de la institución privada, sometida a los juegos de la bolsa, con millones de pequeños accionistas. Así funciona una ideología que hace que un hombre con una acción de cinco dólares de una empresa cualquiera se considere tan capitalista como el que la domina, y se sienta inmerso en una sociedad tan democrática que le deja tomar la palabra y dirigirse al auditorio con una inversión tan pequeña. L primera secuencia en la que el líder de la Compañía, el octogenario Preston Blake,  se queda congelado en la cumbre del Everest es todo un símbolo de este capitalismo popular que ha recibido la mayor bofetada imaginable, propinada por hombres como él, en este fin de era y que ha introducido una gran desconfianza en el sistema entre estos pequeños inversores que todos conocemos.

Mas Brill no se conforma con esta loa al sistema económico de su país, sometido a las reglas del mercado, sino que se lanza por el camino del populismo más brutal, presentando a los rednecks americanos como unos ángeles caídos del cielo, eso sí con deformaciones físicas no se entiende bien a consecuencia de qué, que evocan a la trágica 'Deliverance' de John Borman (1972), - en la que todo está mucho más claro-, sino que les atribuye el coeficiente intelectual de un simio. Y por si no era bastante la parodia que construye en torno a estos 'pueblerinos deformes y retrasados', acaba con la mayor de las demagogias, protagonizada por un mayordomo español, interpretado por John Tuturro. Reconozco que Adam Sandler no me entusiasma, pero en este film tiene crudo hacer un buen papel; gags absurdos como el del salvamento enternecedor de unos  gatos (siete)  en un incendio hacen imposible su tarea.

Teniendo en cuenta que los norteamericanos viven en su mayoría en este tipo de pequeñas localidades o suburbios residenciales, que han dado pie a las películas de terror en las que las víctimas son jóvenes capitolinos liberales y liberados, hay que reconocerles a estos americanos un mérito: les encanta reírse de sí mismos y despellejarse vivos, con un sentido del humor que no nos llega. Aunque ya sabemos que estos idílicos lugares en los que Deeds reparte pizzas y es el hombre más feliz del mundo, se convierten en tenebrosos e inhabitables cuando la mirada que se proyecta sobre ellos es más crítica y corrosiva . La prensa manipula, ya lo sabemos, pero aquí se ha llegado a tal grado de deformación en su defensa del redneck que el resultado no sólo  es inverosímil, sino en ocasiones demagógico y tortuoso,



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