El Santo Oficio. Arturo Ripstein.

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Ficha técnica:

Título original: El Santo Oficio.

País: México.

Año: 1973

Duración: 130 minutos.

Dirección: Arturo Ripstein.

Guión: Arturo Ripstein & José Emilio Pacheco

Dirección de Fotografía: Jorge Stahl, Jr.

Música:

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Intérpretes: 

Jorge Luke :  Luis de Carvajal,

Diana Bracho : Mariana de Carvajal,

Claudio Brook : Fray Alonso de Peralta,

Ana Mérida : Francisca de Carvajal,

Rafael Banquells :Principal de la Real Audiencia,

Mario Castillón Bracho : Gregorio López, 

Arturo Beristáin : Baltasar,

Jorge Fegán : Padre Oroz,

Farnesio de Bernal : Fray Hernando,

Virgilio Hernández : Martoz de Bohorquez,

Antonio Bravo : Rabino Morales,

Peter Gonzales Falcon : Fray Gaspar,

Florencio Castelló : Fray Lorenzo de Albornoz,

Martin LaSalle: Díaz Márquez,

Silvia Mariscal :  Justa Méndez,

Más créditos en Imdb.

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Sinopsis: 

En la capital de la Nueva España, a fines del siglo XVI, se culpa de una epidemia a los judíos. Uno de éstos, don Rodrigo de Carvajal, natural de Benavente, en España, es enterrado por su viuda Francisca y sus hijos Luis, Mariana, Baltasar y el dominico Fray Gaspar. Al advertir que los familiares del muerto practican ritos judíos, Fray Gaspar los denuncia a la Santa Inquisición. Sólo Baltasar logra huir, mientras que los demás son detenidos y encarcelados. Francisca es torturada por orden del Gran Inquisidor Fray Alonso de Peralta. Mariana es violada en su celda y Luis oye los gritos de su madre desde la suya, en la que está acompañado por el alucinado Fray Hernando, un espía.

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Comentario:

Pocas veces se puede contemplar de forma más realista y cruda lo que supuso para quienes vivieron en la época en la que el Santo Oficio perseguía a los que, según su criterio o sus intereses económicos, violaban la fe en una religión, que según defendían sus predicadores, se basaba en el amor al ser humano. Arturo Ripstein nos muestra cómo el odio y el rencor se llevaba más allá de la muerte y se volvía a 'matar' a los ya muertos o ausentes, con cargos muy variados y un protocolo vergonzante, que comenzaba con la humillación de los condenados, que eran paseados en burro y con capirotes, tras ser violados, denostados, humillados y sometidos a un simulacro de justicia terrenal, que no solía rebajar las penas impuestas por los sádicos religiosos, en este caso, al parecer dominicos.

Aprovechando la fe de las gentes de la época, les daban la oportunidad de que les fuera arrebatada la poca dignidad que les quedaba, reconociendo su fe y el crucifijo que se les ofrecía y en cuyo nombre eran asesinados, para que le dieran un último beso; la recompensa a su sumisión  final consistía en que eran ejecutados con el garrote vil, antes de ser quemados en la hoguera; los que se resistían hasta el final eran quemados vivos junto con los demás y los muñecos, horribles, que representaban a los que ya habían muerto. El testimonio de Arturo Ripstein es estremecedor y un buen recordatorio de la locura humana, que con frecuencia se desata, El realizador mexicano da vida a las negras pesadillas de Goya, con unas imágenes pictóricas, que escasamente se ven en el cine de cualquier latitud.