Un viaje de 10 metros. Lasse Hällström





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Ficha técnica:

Título original: The Hundred Foot-Journey,.
País: Estados Unidos.
Año: 2014.
Duración: 122 minutos.
Género: Feel good movie.

Dirección: Lasse Hallström.
Guión: Steven Knight, basadoenlanovela homónima de Richard C.Morais.
Director de Fotografía:Linus Sandgren
Música: A.R.Rahman
Montaje: Andrew Mondshein, a.c.e.

Diseño de Vestuario:

Productores: Steven Spielberg, OprahWinfrei, Juliet Blake
Productores ejecutivos: Caroline Hewitt, Carla Gardini, Jeff Skoll, Jonathan  King.
Diseño de producción: David Gropman.
Compañías. Productoras. Dreamworks Pictures y Reliance Entertainment, en asociación con Participant Media e Image Nation, una producción de Amblin Entertainment/Harpo Films


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Intérpretes:

Hellen Mirren : Señora Mallory,
Om Puri: Papa Kadam
Manis Dayal: Hassan
Charlotte Le Bon: Margueritte

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Sinopsis:

Los Kadam, una familia india con el padre (Om Puri) al frente, se traslada al sur de Francia, y allí deciden abrir un restaurante enfrente de un lujoso establecimiento francés de alta cocina con estrellas Michelín, regentado por la snob Madame Mallory (Helen Mirren). 

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Crítica:

Desde el primer fotograma se hace presente  la influencia de Steven Spielberg en el equipo del director, y la influencia de Mira Nair y películas como  'El buen nombre' (The Namesake, 2006), en la que la cineasta india contempla con su cámara  a las segundas generaciones, plenamente integradas en el país occidental de acogida. El camino que sigue Hassan y su familia es otro bien distinto, que más tarde analizaremos, pero imbuido del mismo objetivo.

A. O. Scott introduce algunas puntualizaciones no exentas de sentido: "En un momento dado, se habla de una breve lección sobre las cinco salsas canónicos que son la base de la cocina francesa clásica. Uno de ellos es holandesa , que a su vez parece estar preparada con aceite de oliva, lo que haría alioli,(all i oli/ajo y aceite en catalán) o tal vez de mayonesa, pero no holandesa como Madame Mallory y su calaña de la vieja escuela lo reconocería. Esto puede sonar como un pequeño problemilla pedante, pero  no al comentar una  película que proclama continuamente su reverencia por la disciplina de la cocina y las glorias de la tradición se  debe prestar atención a esos detalles. Si lo hiciera, podría encontrar un lugar al lado de "Ratatouille", "El festín de Babette" y demás piedras de toque dl cine de gourmet. Pero esta película ..) es una cáscara vacía  de pastelería, un merengue con edulcorante artificial, sin sustancia. Al principio de la película, muestran a  Hassan oliendo y saboreando un erizo de mar. "Su sabor es como la vida," su madre le dice. Tal vez sea así, pero el sabor dominante de "El viaje de treinta metros" (treinta metros dice el crítico) es pura banalidad. (Demasiados cocineros estropean el Village. A.O.Scott. The New York Times).

Oti Rodriguez celebra la moderación del film y su opción por supeditar el conflicto chauvinista y xenófobo a otros sentimientos como 'la sutileza del sabor,' el intercambio cultural o el amor: "La estrella Michelin es a la cocina francesa lo que el móvil a una película de asesinatos o el smoking a una de Fred Astaire, y el director Lasse Hallstrom juega con esta idea para que esta comedia culinaria y de fusión de culturas y especias tenga el sabor de un plato amable con un pellizco de intriga. Un personaje maravilloso, el de Helen Mirren, que regenta un restaurante en un pueblecito francés y cuya aspiración (su móvil, su smoking) es conseguir otra estrella Michelin, padece la llegada al otro lado de la calle de unos inmigrantes indios que plantan su restaurante de olores, sabores y estética tandoori que le obligan a arrugar la nariz y levantar las orejas." Crítica de un viaje de diez metros": Helen Mirren, la que corta el bacalao. Oti Rodriguez Marchante. Diario ABC).

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Comentario:

Vuelve el Lasse Hallström de 'Chocolat' y ahora lo hace de la mano del gran mago del cine, Steven Spielberg, que convierte un sencillo pueblo galo en 'Brigadoon', un lugar fanntástico en el que a todo el mundo le gustaría vivir, iluminado al atardecer como un 'belén', y en cuyas afueras disfruta de un restaurante francés, regentado por una mujer elegante, interpretada por  Helen Mirren, una especie de palacete de La Riviera, que disfruta de una estrella Michelín y aspira a conseguir más. La familia de Papa Kadam huye de su país natal, la India, en el que las revueltas han acabado con  su negocio ancestral, en el que su hijo Hassan ha desarrollado un don, que lo va a convertir en el chef más sobresaliente de la Galia.

Los personajes principales están profundamente idealizados; con frecuencia se filma a Hassan ante una ventana a contraluz, lo que le otorga una aureola casi divina, con algunas pinceladas proustianas que le traen a la memoria los tiempos felices en los que  palpaba con su madre las especias, las salsas, las verduras, todos los condimentos, que la cámara nos muestra, con frecuencia, en su estado natural, antes de ser guisados, para hacernos entender que el buen chef comienza su guiso en el mercado. En el filme no sólo se contraponen etnias y naciones, sino culturas culinarias:la mesa minimalista y las últimas tendencias parisinas, que obligan a los cocineros a trabajar con una visera protectora, con la comida abundante de la abuela, de sabores fuerte, la que la gente come cuando nadie la mira o la que se lleva el cocinero al trabajo, guisada en casa por su mujer, aunque carezca de la'sutileza de sabor'. La sobriedad y la elegancia de exuberancia contenida del restaurante francés contrasta con el brillo de los cientos de bombillas de colores y la reproducción de un palacio indio de cartón ante la puerta.

Pero las relaciones humanas son como la buena comida, hay que combinarlas y guisarlas bien, y si es necesario corromper su pureza original realizando mixturas, intercambiando elementos y aprendiendo del contrario. Este es el espíritu  de un film, al que se le ha criticado la falta de profundidad, a pesar de su larga duración. Lo cierto es que reincide en muchos aspectos relacionados  con la vecindad de los restauradores, como las trifulcas entre Madame Mallory y Papa Kadam, pero no da ninguna información de por qué se atenta contra su negocio en India y se trata muy de pasada el chauvinismo francés. No deja de sorprender el que la burguesía francesa siga celebrando su triunfo en la Revolución de 1789, y en concreto la 'toma de la Bastilla', en la que implica a los 'sansculottes' actuales, los marginados del siglo XXI, para que hagan el trabajo sucio por ellos. Porque, a pesar de todo lo que va a suceder en adelante,cuando unos 'terroristas' queman el local y las manos de Hassan, la Sr. Mallory los ve desde su ventana,cierra las cortinas y se va a dormir, en lugar de avisar a la policía de que está a punto de producirse un hecho criminal. La lección de democracia que da después a sus trabajadores es sencillamente increíble.

Pero no es ésta la historia que ha querido contar Hallström, sino la de un artista gastronómico, un mago de la cocina en contacto directo con la tierra y sus frutos, que aprende de la joven aspirante a Chef francesa Margueritte, de la que también se enamora, los secretos de la buena cocina gala, y que, como todos los que tienen algo bueno que aportar, llega a la cúspide de su profesión y ocupa las portadas de las revistas especializadas más prestigiosas en un país abierto a las oportunidades. Y esto lo consigue, con un pequeño fallo de orientación: al final de la película ya no sabes qué posición adoptar en tu butaca, no por aburrimiento,el film es placentero, sino por su excesiva duración. La sala de proyecciones se llena de testas blancas, que, al final de sus vidas, no se quieren complicar la existencia; jóvenes: ninguno, a pesar de la omnipresencia de Steven Spielberg, que también sabe llevar la ilusión a la tercera edad.



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