Alguien a quien amar. Pernille Fischer Christensen



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Ficha técnica:

Título origial: En du Elsker
País: Dinamarca.
Año: 2014
Duración: 95 minutos.

Dirección: Pernille Fischer Christensen
Guión: Kim Fupz Aakerson, Pernille Fisher Christensen.
Dirección de Fotografía: Laust Trier-Mørk.
Música: Tina Dikow y Marie Fisker.
Montaje: Anne Østerud y Janus Billeskov Jansen.

Productores: Sise Graum Jørgensen y Pernille Fisher Christensen.
Dirección artística: Peter Grant
Compañías: Producción: European Film Bonds, Fil  i Vast.Distribución: Golem.

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Intérpretes:

Mikael Persbrandt: Thomas Jacob,
Tryne Dirholm: Molly Moe,
Brigitte Hjor Sørensen: Julie,
Sofus Rønnov: Noa,
Eve Best: Kate.

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Sinopsis:

Thomas Jacob es un maduro cantautor danés, famoso internacionalmente, que reside en Los Ángeles y regresa temporalmente a Dinamarca para grabar un nuevo álbum. Allí reencuentra a su hija, con la que había cortado toda relación. Ella ha heredado sus taras emocionales, entre ellas la adicción a las drogas. Él ya se ha liberado de estas y del alcohol, pero vive dentro de un muro que le separa de los demás, también de sí mismo. Su hija, divorciada, quiere internarse para seguir una cura de desintoxicación, y el progenitor deberá hacerse cargo temporalmente de un nieto de once años que hasta ahora sólo había visto a su abuelo cuando aparecía en programas televisivos. ( Diario LaVanguardia ).


Pernille Fischer Christensen


Kim Fupz Aakerson

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Críticas y comentario:

'Alguien a quien amar' es, sin duda, un film duro, como duras son las sociedades nórdicas, que han alcanzado un alto grado de bienestar, de formación académica y de sensibilidad artística,pero en las que el hombre se encuentra solo con sus dilemas personales y sus fantasmas íntimos, aislado e incomunicado de los demás, la mayor parte de las veces por decisión propia. El film es  el resultado es una sólida colaboración entre hombres y mujeres, a un lado y otro de la pantalla, que nos aportan una visión bastante cercana a la realidad de los países desarrollados del mundo occidental. Sin embargo ha escandalizado a algunos sectores de la prensa, que se han mostrado claramente hostiles a la película, sin que entendamos muy bien las razones.

Javier Ocaña le da leña advirtiendo de que: " A veces las películas estilosas sobre seres carismáticos y con pinta de auténticos son las más complicadas de analizar. Sobre todo cuando bajo su manto de gusto exquisito, de modernidad incontestable, al menos en la superficie, no se esconde más que un culebrón. El juicio del ojo, en pleno engaño al juicio del intelecto. Un peligro." (Culebrón carismático. Javier Ocaña. Diario 'El País').Un matiz, para que nadie se confunda cuando lea esta crítica: Noa no es hijo de Thomas, sino nieto ("Cuarto largometraje de Pernille Fischer Christensen, inédita hasta ahora en nuestros cines, sobre una madura estrella de la música, un tipo arisco, distante y ex adicto a todo lo que se menea, a aquello que enciende la vida para corroerla poco a poco, aunque de enorme personalidad, que debe hacerse cargo de un hijo apenas en la pubertad al que no conoce de nada, todo ello mientras graba su nuevo disco." Javier Ocaña. Opus cit.)

El problema reside en que desgastamos el valor de las paslabras de tanto usarlas. El comportamiento de Thom con su hija es perfectamente homologable con el de muchos hombres de países del Sur, como España, sin necesidad de ser cantautores, consumidores de coca y con el cuerpo más tatuado que un mahorí, que además esconden bajo sus camisas y corbatas muchos jóvenes de apariencia pija. Thom, cuando regresa, ya sesentón, a su nórdico país, recibe su particular 'sonata de otoño', como le ocurre a la protagonista del film de  Bergman (Höstsonaten, 1978), de la que hizo un remake Almodovar en 'Tacones lejanos'. Charlotte, es, para el sueco,  una concertista de piano, una variante musical más adecuada para complacer a las élites de la época, a las que las nuevas músicas les parecían sonidos emitidos por salvajes, tan volcada en su profesión que había abandonado a su hija, que, en este caso, todavía tenía un padre, un buen hombre, que la cuidara. Salta a la vista en esta sinopsis tan breve las diferentes connotaciones de la obra de Bergman, un hombre religioso, o al menos, preocupado por los asuntos de Dios, que cuestionaba a una mujer que, como una Anna Karénina de clase media, había abandonado a su familia para desarrollarse como persona y como mujer; Pernille Fischer traslada esta responsabilidad al hombre, que no tiene excusa, ya que tampoco su hija tiene madre; al fallecer ésta, aunque no se explica, se entiende que Thom había hecho con ella lo que pensaba repetir con su nieto Noa: encerrarla en un internado caro, y retrasar las visitas a su vástaga, que tenía un vicio: pedirle dinero cada vez que lo veía; era lo único que obtenía de él.

La diferencia entre un culebrón, usado de forma peyorativa, como telenovela de acentuado carácter melodramático,  y la forma trágica por la que optan Christensen y su guionista, es que  el suicidio, - o sobredosis intencionada-, de su hija ayuda a la catarsis de Thomas  por miedo a recaer en el mismo pozo que se la ha tragado a ella y por la compasión que siente por sus descendientes (madre e hijo). Por fin ha encontrado algo que necesitaba, y así lo siente su público: 'Alguien a quien amar'. Amalia Rodriguez Gómez señala que:"Un estudio realizado conjuntamente por investigadores de la Universidad inglesa de Warwick, el Hamilton College, y la Universidad de San Francisco revela que países europeos como Dinamarca, Islandia, Irlanda y Suiza, u otros situados en el continente americano, como Canadá y Estados Unidos, todos ellos considerados entre los más felices del mundo, son también los países donde más suicidios se producen. Según los autores de la investigación, el nivel de felicidad de los demás sería un factor de riesgo de suicidio porque las personas descontentas que viven en lugares donde el resto de individuos son felices tienden a juzgar su propio bienestar en comparación con el de las personas que les rodean. (Interesante estudio sobre este tema). Si es cierto pues, que hay un gran riesgo en la desigualdad que hace infelices a tantos hombres y mujeres.

La fotografía es bellísima, los momentos más cálidos tienen relación con la música, la amistad y la solidaridad entre las personas, cuando cantan sentadas en torno a una hoguera. No muchas, pero sí las mas relacionadas entre sí, las que sienten el cariño y el amor duradero por los amigos y  por aquellos con quienes conviven. Frente a éstas imágenes envolventes,  la influencia de las puestas en escena del teatro clásico pesa en aquellos momentos en los que Thomas intenta relajarse, conjurar a sus demonios, caminando por sendas y bosques solitarios, fríos, nevados, o en el funeral de su hija, al que sólo acuden él y su hijo, una decisión que obedece a un deseo del hombre de que sólo estén presentes aquellos a quienes su muerte les importa, grupo que finalmente queda reducido a uno solo: Noa. El encuentro con la muerte y el funeral son  secuencias filmadas del mismo modo, a contraluz, en estancias inundadas por la claridad que penetra por la ventana,  que nos muestran, en primer lugar a Julie como  una bella Ofelia, espléndida, con la mirada fija y  apoyada en una mesa de cristal en el centro de una habitación pintada y vestida de blanco, emulando los momentos más solemnes del cine de Dreyer. Estas imágenes nos hacen recordar que nos hemos trasladado de latitud, que estamos en un lugar en el que los sentimientos se reprimen más que se dejan fluir en libertad, y entendemos por qué a Thom le pesaba Dinamarca y deseaba volver a la calidez de la ciudad de  Los Ángeles.

Pernille Fisher Christensen opta pos una estructura circular, construida con un gran racconto o flashback, pero al llegar al final de la historia y volver al principio, un ligero detalle nos recuerda claramente la pesadilla que hemos vivido: en las bambalinas, Noa asiste al concierto de su abuelo. Muchos que se horrorizan ante los tatuajes del protagonista, podrían hacer el ligero ejercicio de observar por debajo de las camisetas de sus hijos, y les desaparecerían de pronto muchos prejuicios.En su corta carrera la cineasta muestra, con una filmación y edición muy tranquilas, que favorecen la reflexión, que se pueden tratar los temas más duros sin herir la sensibilidad del público, ni regodearse en el melodrama, pero sin temer, al mismo tiempo, mirar de frente a la realidad.

Lluis Bonet Mojica  cree que esta película "devuelve la fe hacia un cine europeo ajeno al convencionalismo y los tópicos cuando aborda asuntos proclives al más obsceno tono comercial. En su octavo largometraje como directora, la danesa Pernille Fischer Christensen vuelve a indagar en el tema de la incomunicación en esta sociedad donde todo el mundo parece estar cada vez más relacionado, gracias a las constantes innovaciones tecnológicas. En realidad, la distancia entre las personas se agranda de manera abismal. " (Alguien a quien amar: Los viejos rockeros nunca mueren. La Vanguardia)

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