Diamond 13. Gilles Béhat.




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Ficha técnica:

Título original: Diamant 13.
País: Francia.
Año: 2009.
Duración: 98 minutos.

Dirección: Gilles Béhat.
Guión: Gilles Béhat, Hugues Pagan, Olivier Marchal, basado en una obra de Hugues Pagant, 'L'Etage des morts'; adaptación de diálogos por Hugues Pagant, Gilles Beant i Olivier Marchal.
Casting: Hugues Pagan: directora: Gerda Diddens
Dirección de Fotografía: Bernard Malaisy.
Música: Frédéric Vercheval.
Edición: Thierry Faber
Puesta en escena: Hugues Pagan. Chris Renson
Decorados: Frédéric Astich-Barre.
Sonido: ^hilippe Kohn; montaje de sonido: Marc Bastien.

Diseño de Vestuario: Dominique Combelles; estidos; Magdalena Labuz.
Maquillaje: Turid Follvik, Claudine Moureaud-Demoulling. Fredo Roeser.
Jefe de Peluquería: Christine Lambert.

Productores: Charles  Gilibert, Marin Karmitz, Nathanaël Karmitz, Patrick Quinet.
Dirección de Producción: Vincent Canart, Brigitte Kerger-Santos, Claire  Dornoy.
Compañías. Productores: Wide Pictures, MK2 Productions, Artémis, Samsa Films, Liaison Cinématographique, RTBF, con la participación de Film Fund, Canal  +, Soficinema 4. Distribución: Emon y Vertigo.

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Intérpretes:

Gérard Depardieu: Mat
Olivier Marchal : Franck,
Asia Argento: Calhoune,
Anne Coesens: Leon,
Aïsa Maïga: Farida,
Catherine Marchal: 'Ojos de oro'
Erick Deshors: Spoke,
Frédérick Frenay: el amigo,
Jean-François Wolff : Django,
Patrick Hastert: Director de Gabinete,
Aurélien Recoing: Ladje,
Patrick Quinet: trabajador de la morgue
Marin Karmitz
Nathanaël Karmitz
Charles Gillibert
Claude Waringo
Arlette Zylberberg

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Sinopsis:

Matt es  un policía de homicidios que desempeña su turno nocturno en París. Frank, un  amigo suyo de toda la vida, trabaja en la división antidroga, pero ha llevado sus relaciones con el tráfico demasiado lejos y, con el tiempo,  se ha convertido en uno de los traficantes más peligrosos y difíciles de desenmascarar. Matt deberá tomar cartas en el asunto, pese a los sentimientos contradictorios que provoca...

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Comentario:

Un buen texto, una novela muy valorada de Hughes Pagant, actores cotizados del cine francés, y tres bellas mujeres, entre ellas Asia Argento, la hija de uno de los directores que convirtieron al giallio italiano en un género notable que influyó en el cine de terror de todo el mundo, y especialmente el slasher americano, al que dotaron de gran fuerza Carpenter, Cronenberg y Craven, han podido sacar del sopor una película en la que la corrupción se cuenta más con diálogos aburridos, que  mediante la construcción de un diégesis verosímil y con interés cinematográfico.

La película ha perdido toda la fuerza de la tradición del cine polar francés, que encarnaron con elegancia y hieratismo actores como Alain Delon, Jean Paul Belmondo o Jean Gaben, pero tampoco sabe construir un relato ágil  e impactante como el cine negro americano, con hondas raíces en la sociedad de la que se alimenta el crimen organiado y que ha dado tan buenas películas a la historia del cine. Aquí es difícil diferenciar entre ladrones, policías, políticos corruptos y seguir las relaciones más o menos estrechas que se establecen entre ellos.

Gerard Dupardieu es un agente torpe y zompo, un mastodonte del que se enamora una joven delincuente negra a la que ha salvado del suicidio, en una secuencia que algunos consideran la más notable del film. No obstante  la cinta no está exenta de violencia, con imágenes muy efectivas por la escasa idealización de unos personajes tan corrientes como cualquier transeúnte que  puedes encontrar en la calle; ni héroes, ni bandidos. Políticos, policías y ladrones, todos de la misma calaña, son los protagonistas de una historia cuyo background no está claro. El autor elige al confesor de Frank, el policía enfermo de cáncer que decide delinquir, para transmitir el mensaje de  que no era un corrupto, sino que era un hombre al que le asqueaba la corrupción, pero que decide castigar a la sociedad y darle a probar su propia medicina.

Gris, aburrida y con una BSO anodina, es difícil seguir con interés, y no queda la participación de cada uno de los sectores que intervienen en este oscuro entramado. Espacios sórdidos, sucios, carentes de pintura, policías con apariencia de pringados mal pagados, oficinas cutres que reflejan la escasez de recursos destinados a la seguridad del país, con elementos que podrían haber sido valorados por sectores de un público que rechaza los productos mainstream, pero que sin embargo ha vuelto la espalda a esta producción francesa. Y lo que es más difícil de aceptar: Gerard Du Pardieu como sex symbol y galán irresistible.




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