Lágrimas del sol. Antoine Fuqua



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Ficha técnica:

Título original: Tears Of The Sun.
País: Estados Unidos.
Año: 2003.
Duración: 121 minutos.

Dirección: Antoine Fuqua.
Guión: Alex Lasker y Patrick Cirillo.
Casting: Mary Bernieu, C.S.A.
Director de Fotografía: Mauro Fiore.
Música: Hans Zimmer,
Editor: Conrad Buff, a.c.e.
Director artístico: David S.Lazan.
Decorador del set: Larry Dyas.

Diseño de Vestuario: Marlene Stewart.
Responsable de maquillaje: Richard Snell; maquillador de Bruce Willis: Gerald Quist.
Responsable de peluquería: Kenneth Walker.

Productor:Michael Lobell, Arnold Rifkin, Ian Bryce.
Productor ejecutivo: Joe  Roth.
Productores asociados: Stephen J.Eads, Heidi Fugeman, Cathy Schulman
Producción manager-co-producción: Steven P.Saeta.
Diseño de producción: Naomi Shohan.
Compañías. Productoras: Cheyenne Enterprises Production.

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Intérpretes:

Bruce Willis: Teniente A.K. Waters,
Monica Bellucci: Doctora Lena Kendrics
Cole Hauser: James 'Red' Atkins,
Eamonn Walker: Ellis Zee Pettigrew
Nick Chinlund: Michael 'Slo' Slowenski,
Fionnula Flanagan: Hermana Grace,
Malick Bowens: Coronel Idris Sadick
Tom Skerrit: Capitán Bill Rhodes,
Johnny Messner: Kelly Laker,
Paul Francis: Danny 'Doc' Kelley,
Chad Smith: Jason 'Flea' Mabry,
Akosua Busia: Patience.
Peter Mensah: Terwase,
Charles Ingram: Demetrius ''Silk' Owens,
Howard Mungo: Presidente Samuel Azuka,
Sammy Rotibi: Arthur Azuka.

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Sinopsis:

El conflicto étnico, al que se añaden diferencias culturales y la avaricia de los grandes grupos petroleros, que tienen intereses transnacionales,  han convertido África en un infierno; los misioneros, encargados de 'civilizar' el continente negro han extendido el cristianismo en un país de mayoría musulmana, hecho que ha  contribuido, con el objetivo de evitar más enfrentamientos, a eliminar de las encuestas la pregunta sobre la religión que practican sus habitantes. El film aborda el relato de uno de los frecuentes golpes de estado militares que asolan los países cuyas fronteras se han trazado con tiralíneas, uniendo en un mismo territorio etnias enemigas y separando a otras entre diferentes estados. En esta ocasión el golpe lo dan militares musulmanes que proceden a realizar una limpieza étnica en el  país, con el background del mercado de petróleo y la búsqueda de clientes tolerantes con la situación, seguros de que no les van a fallar. El conflicto se plantea cuando el teniente americano Waters (Bruce Willis) y su comando deben de sacar de una de las zonas más convulsas de Nigeria a la doctora Lena Kendricks (Monica Bellucci), y tienen que enfrentarse a los rebeldes que operan en la zona y a la negativa de la galena, que ha pedido ayuda al ejército, a salir de la misión sin llevarse detrás a todos las personas que dependen de ella, 70. Quim Casas concluye diciendo que 'Lágrimas del sol'  es por igual  una historia de huida y de concienciación (o liberación) . (Antoine Fuqua. Una cierta mirada al cine de acción. Dirigido por..., Quim Casas, Ocubre 2014).
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Comentario:

El film comienza  con una cita de Edmund Burke: "Para que triunfe el mal, basta que los hombres de bien no hagan nada." Antoine Fuqua nos demuestra a lo largo de la película que no es tan fácil resolver el dilema moral que planteó al principio del siglo XX Lenin, cuando se hizo la pregunta ¿Qué hacer? en un momento en el que el hombre carecía de las armas destructivas y altamente mortíferas que tiene ahora, con las que puede imponer sus principios a los demás. Los críticos son muy dados a poner etiquetas a los filmes,  con la  supuesta intención de orientar al espectador, Pero Fuqua no lo pone fácil y provoca situaciones de auténtica esquizofrenia entre las imágenes que discurren ante nuestros ojos y los diálogos entre los personajes; nos movemos en un mundo en el que impera la idea de no contradecir nunca 'lo políticamente correcto', y el director afroamericano respeta la norma en sus diálogos, pero nos plantea profundas dudas con su discurso visual.

En la distancia corta, el hombre que todavía no ha perdido la empatía, llega a tomar cariño a los que frecuenta diariamente, y es capaz de gestos emocionales que le pueden llegar a costar la vida; situaciones extremas en las que el engaño es deshonesto. La armada americana recibe una llamada de socorro de una doctora de una misión, en la que se encuentran tres religiosos, un hombre y dos mujeres, y ella misma; los tres primeros se niegan a abandonar un país en guerra, con 120 millones de habitantes, y la médico le impone al teniente llevarse con ellos a las setenta personas que están bajo su protección, o, al menos, eso cree o hace creer. Como decíamos, en la cercanía priman los valores humanos, y los hombres que se están matando en los frentes de combate por las grandes ideas, -dios, la patria, la nación-, se pliegan y ayudan a los que lo necesitan, contraviniendo órdenes y jugándose la vida a través de la selva, como el equipo, entrenado para operaciones especiales de alto riesgo, un SEAL (Mar, Tierra y Aire de la Armada de los Estados Unidos),  que carece de helicópteros que transporten a tanta gente, dirigiéndose a pie, con unas cuantas armas, hacia las fronteras de un país vecino, Camerún, que levanta vallas, protegidas por sus propios soldados, contra los que huyen de la guerra. A esta espinosa situación se une algo que, en principio, el grupo no entiende: ¿Por qué el ejército sigue por la selva a un grupo tan reducido de personas indefensas? La  respuesta es escalofriante: la doctora ha metido entre los refugiados al hijo del presidente asesinado, y a la vez heredero de un supuesto trono que lo espera en el futuro, cuando esta guerra sea derrotada con otra: la muerte se arregla con la muerte. Los rebeldes han infiltrado a su vez a un espía, que la médico incluye de forma torpe y demagógica en la comitiva, provisto de un transmisor que, en todo momento, marca la posición de los fugitivos.

Esta maniobra cuesta la vida a muchas personas del grupo, -apenas llega una veintena a la frontera-, a la mitad del comando que dirige el teniente, y a la mayoría de los soldados del ejército rebelde, algunos de ellos niños, en incidentes sucesivos, que el militar obliga a mirar a la mujer para que tome conciencia de su culpa y sea consciente de las consecuencias de sus decisiones, lo que no es óbice para que, a la par, se enamore de ella. Cuando llega ante la frontera, infestada de gente que pretende cruzarla, la doctora hace ostentación de sus privilegios, -¡Soy americana! dice gritando-, y todavía le da tiempo de ver las bombas que lanzan dos aviones norteamericanos contra el ejército que les sigue, que provocan explosiones como las que hemos visto tantas veces en películas y documentales, con el objetivo de salvarla a ella, a un puñado de nigerianos y al hijo del rey; el film había comenzado con un hecho horrible: los rebeldes matan a toda la familia del presiente Samuel Azuka, incluídas dos niñas menores de diez años, una crueldad tremenda que se produce en off, y que estremece al espectador con el sonido de  unos disparos ante una pantalla negra; no obstante Fuqua nos había mostrado antes el reloj de oro que llevaba este presidente corrupto, que esperaba eternizarse en el poder y había convertido a su propio hijo en una especie de 'emperador adoptivo'. El joven, una vez liberado en Camerún, se dirige a los refugiados de su país como su nuevo 'rey'.

Fuqua nos hace ver de una forma diferente estos conflictos inmersos en guerras brutales, que, a su vez, funcionan como un tablero de ajedrez en el que juegan las grandes potencias. ¿Qué hubieran dicho los creadores de opinión pública en caso de ver las imágenes filmadas de dos aviones bombardeando a un ejército en un llano? ¿Quién hubiera muerto si los misioneros y la  doctora hubieran salido del país y marchado con el comando militar de rescate norteamericano? El ejército rebelde no la perseguía a ella, sino al hijo de Azuka, algo de lo que la mujer era perfectamente consciente. Fuqua es un afroamericano, que ya no conserva en su memoria el país del que procedían sus antepasados, vendidos en origen o capturados y llevados por negreros al nuevo mundo, y nos da a conocer su opinión a través de uno de los soldados del equipo de rescate; nos ayuda a comprender cómo se siente un americano negro, que no está dispuesto a abandonar su país natal, pero que quiere ayudar a sus hermanos en África, por todos los años en que los suyos fueron obligados a mirar al suelo y no hacia adelante. Más de la mitad de los hombres del primer mundo que habían sido invitados a contemplar la limpieza étnica en primera fila, mueren ayudando a gente de la que unos días antes no conocían nada, y que, probablemente, en su mayoría, iban a morir también por nada. Fuqua no intenta aclarar por qué la doctora, interpretada por Mónica Bellucci, ayudaba a Azuka, porque en realidad no importa tanto, aunque algo debía compartir con el joven si busca refugio en su misión. ¿Quiénes son los buenos de esta historia? ¿Los rebeldes musulmanes que hacen la limpieza étnica? ¿Los cristianos, cercanos a los colonizadores, que tampoco habían trabajado en pro de su pueblo y encima le dejan un heredero, una nueva fuente de conflicto? ¿De qué lado trabajan los misioneros? Sin embargo este no es el dilema que plantea Fuqua directamente, sino uno bien diferente: ¿Tiene derecho la médico a implicar en una operación de evasión a un equipo de soldados que ha ido a rescatarla, a enfermos, al ejército americano e incluso a todo un país, sin tan siquiera informar a nadie del riesgo que corre? ¿Existe la fidelidad de que habla Quim Casas? ¿Qué papel juegan las  antiguas misiones, y ahora las ONGs en estos países?

Quim Casas afirma que " Lágrimas del sol y  El rey Arturo tienen muchas similitudes entre sí, además de ser las dos películas que se apartan del núcleo genérico habitual (el thriller de acción). En ambas hay un largo viaje con unos personajes que deben ser protegidos y trasladados por otros. En ambas (...) aparece la idea del grupo (amistad, fidelidad). (Opuscit.) Dice el crítico en este mismo artículo "que la piel no es sinónimo de progresismo", y la verdad es que es difícil saber de qué habla (¿Son todos los negros progres y todos los blancos carcamales? o ¿ defender a los negros  ya no es cosa de progres, especialmente desde que el premier norteamericano es de piel oscura?) .Fuqua responde a la pregunta sin que nadie se la formule, en la conversación entre el militar que protege al joven Azuka y un soldado negro americano. El africano invita al estadounidense a volver a su tierra de origen, (¿Un homenaje a la 'Negritude'?) con el argumento de que si no hubiera mediado la esclavitud él estará entre los suyos. Pero el joven militar se siente americano, aunque esté dispuesto a dar su vida por aquellos  que ahora sufren lo que antes padecieron los esclavos, muriendo jóvenes en guerras que mueve la avaricia fomentando las diferencias étnicas y culturales de un continente dividido por intereses ajenos a sus habitantes, que ha proporcionado mano de obra, primero gratis y luego barata, y materias primas a la primera revolución industrial.

Un film que todos debieran ver, para entender  el mensaje que en el siglo XIX lanzó Charlotte Brontë a sus lectores: es mucho más fácil de barrer la casa de los demás que la propia. Cualquier joven estudiante de historia entiende la diferencia entre causa y detonante. Cuando abunda la riqueza y la gente vive bien, pocos son capaces de ver los signos de descomposición económica que comienzan a manifestarse e incluso los desprecian; cuando la crisis estalla, una joya, como el collar de  Maria Antonieta, un reloj de oro, como el de algunos dictadores africanos, o unas tarjetas visa, pueden ser el detonante de una rebelión, cuando estos mismos objetos hubieran despertado la admiración de las masas y su ambición por vivir una experiencia vicaria en tiempos de bonanza. Por lo tanto, terminado el film, estamos como al principio: Hay que hacer algo, como dice Edmund Burke, (padre del liberalismo conservador británico), Pero qué.

Es cierto que el propio Fuqua contribuye a la confusión, bien sea porque no sabe ser claro o porque no quiere serlo, con un final melodramático  en el que mezcla el amor, el honor, y el agradecimiento de los africanos que han salvador su vida; la expresión del rostro de Monica Bellucci navega en la ambigüedad; no es el rostro de una mujer feliz por haber salvado a un líder en el que cree, sino una mujer atormentada por las dudas, que no ignora que su camino ha quedado sembrado de cadáveres. No obstante, algún crítico se ha tomado muy a mal la película,  como Ángel Fernández Santos que habla de : "Abyecto espectáculo de mala sangre. (...) una penosa travesía de la selva (...) parece filmada en las estrecheces de un jardín botánico y con un cursi celuloide de papel cuché" ( Abyecto espectáculo de  mala sangre. Diario 'El País'). El film fue realizado en 2003,  y estrenado unos meses después de la invasión de Irak tras la declaración de una  guerra en las  Las Azores en marzo de este mismo año, que todo el mundo conoce. Cualquier película hecha en este contexto, que suene a exculpatoria de un ejército que participaba en una guerra que la ONU declaró ilegal, es preciso que sea recibida como propaganda espuria, de exaltación patriótica del ejército americano, situación que explica la contradicción que hemos señalado al principio. Transcurridos más de diez años, y, a pesar de la frase torticera con la que encabeza su película, sigue moviéndose en la ambgüedad.






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