Dismissed. Rogério Corrêa









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Ficha técnica:

Título original: No Olho Da Rua.
País: Brazil
Año: 2010
Duración: 111 minutos.

Guión y dirección: Rogério Corrêa
Dirección de Fotografía y Cámara: Hélcio Alemao Nagamine.
Montaje: Idê Lacreta
Sonido directo: Gabriela Cunha
Dirección artística: Fernando Zuccolotto.

Diseño de Vestuario: Graciela Martins

Productor ejecutivo: Jorge Guedes.
Dirección de producción:Emerson Jussiami Macarrao.
Lei do Audiovisual Ancine, Agëncia Nacional do Cinema, Governo  de Sao Paulo, Programa de Fomento ao Cinema Paulista 2007; Governo do Estado de  Sao Paulo. Secretaria de Estado da Cultura, Conselho  Paulista de Cinema.Nossa Caixa, Apoio Cultural Fox, Apoio Cultural Estudios Guanta, Vinegrama FilmesMovie&Art, Leao Filmes.

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Intérpretes:

Murilo Rosa: Oton
Gabriela Flores: Camila,
Leandro Firmino da Hora: Algodao,
Pascoal da Conceiçao: Emiliano,
Eric Lenate: Tiago,
Nelson Baskerville: Amaral,
Mikael Marmorato: Caio,
Marilia Simoes; Alice,
Ângela Barros: Dona Ivone.

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Sinopsis:

A Otón, un metalúrgico de 38 años, que está casado con Camila, le despiden de la empresa, y , como no puede sostener a su familia, ésta lo abandona. Triste y sin dinero, termina durmiendo en la calle.

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Comentario:

Este tristísimo film, apenas conocido en España donde no fue estrenado, se puede ver estos días en la programación del canal 'Sundance Channel' en versión doblada al español. Rogério lleva a la pantalla una historia demasiado corriente en estos momentos de crisis global, la de un  obrero metalúrgico, un joven de 38 años en plena forma física, un joven atractivo,  que trabaja duramente para mantener a una familia, una esposa embarazada y un niño pequeño,y que obtiene a cambio un sueldo que da para escasas comodidades y que apenas le permite pagar el alquiler. La pérdida del empleo, a causa de una reestructuración de la empresa  hace que pierda lo poco que tenía. El cineasta, sin embargo, demuestra que toda situación grave puede incluso empeorar  y hacer realidad las terribles pesadillas que apenas dejan descansar a Oto desde la primera secuencia de la cinta y que, en una sociedad de bienestar, podría tener opción a una vida bien diferente; Corrêa narra con prosa directa y dura la historia de este trabajador, obrero metalúrgico como el Presidente Lula da Silva, que nadie duda de que mejoró las condiciones económicas de los obreros de su país, lo que hace verdaderamente estremecer mientras se ve esta película de 2010 cuando finalizaba su mandato, en un país en el que un joven como el que protagoniza la película,  con potencial para desarrollar una vida placentera y larga en cualquier otro país desarrollado,  ve interrumpida su trayectoria vital a causa de la escasez de recursos, como les ocurre a muchos otros en una concreción de la economía, al margen de cualquier teoría académica sobre las ventajas del mercado,  que concentra en un porcentaje muy bajo de la población la mayor parte de los excedentes, reduciendo al resto, progresivamente, a una situación de supervivencia, cercana, y en demasiadas ocasiones peor,  a la de cualquier animal, con una inmunda casa donde cobijarse y unos cuantos harapos para tapar sus vergüenzas. ¿Cómo eran pues las condiciones de vida de los brasileños antes de la llegada al poder de Lula?

A lo largo del film, realizado con muy pocos recursos, el realizador va mostrando el progresivo deterioro de Oto, que poco a poco se parece más al hombre que ve en sus pesadillas, desahuciado e incluso desvalijado por compañeros que se encuentran en su misma situación, y le roban su único medio de sustento: el automóvil con el que se dedica a trasladar muebles para conseguir algún dinero para sustentar a su familia. Una pantalla en negro funciona como una elipsis que deja al arbitrio del espectador la interpretación del desenlace de una historia que se intuye dramática. Un disparo indica que alguien ha muerto, no importando tanto quien sino por qué. Por qué el miedo deja solos a los desgraciados a los que señala  con su dedo la 'desgracia'. Corrêa nos presenta unos sindicalistas un poco especiales para los europeos, unos hombres  que a la vez militan en iglesias muy cercanas a la santería, con cuyos rituales creen y hacen creer a sus seguidores que salvan su cuerpo y su alma; lo cierto es que conservan su trabajo. Estos hombres ponen en evidencia el papel precario que, después de muchos años de movimiento obrero siguen jugando los sindicatos, los sindicalistas y los que acuden a su llamada en las empresas y asisten a reuniones informativas. Este genuino representante sindical defiende a Oto con un argumento indecente, porque va contra los derechos reconocidos en todas las constituciones o cartas magnas de las democracias sin apellidos, de que ni siquiera iba a las reuniones del sindicato, para evitar un despido que, en este caso, responde a otras causas. Oto sale, finalmente en la televisión, pero no por las razones que empujan a tanta gente a chupar cámara, ante el asombro de su pobre hijo de pocos años. La única vez que ve a su padre en la pequeña pantalla es protagonizando una tragedia.

 Un film cuya función es la de concienciar al que no está o cree que nunca va a estar en esta situación, como ocurre con las películas de los Hermanos Dardenne, y a todos aquellos que tienen las mismas pesadillas que Otto.



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