Porque lo digo yo. Michael Lechmann.





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Ficha técnica:

Título original: Because I said se.
País: Estados Unidos
Año: 2007.
Duración: 97 minutos.

Dirección: Michael Lechmann.
Guión: Karen Leigh Hopkins & Jessie Nelson.
Casting: Eyde Belasco, c.s.a.
Dirección de Fotografía: Julio Macat, a.s.c.
Música: David Kitay; Supervisor: Dana Sano.
Montaje: Paul Seydor, a.c.e. y Troy Takaki, a.c.e.

Director  artístico: Christopher Tandon,
Decorador del set: Maggie Martin.
Diseño del set: Natalie  Richards.
Coordinadores de especialistas: Ernie Orsatti y Bobby Brown.

Diseño de Vestuario:  Shay Cunliffe.
Responsable de maquillaje: Michelle Vittone-McNeil.
Jefe de Departamento de peluquería: Beth Miller.

Productores: Paul Brooks, Jessie Nelson.
Productores ejecutivos: Scott Niemeyer, Norm Waitt, Michael Flynn.
Productor asociado: Karen Leigh Hopkins.
Diseño de producción: Sharon Seymour.
Compañías. Productoras: Gold Circle, Universal.

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Intérpretes:

Diane Keaton: Daphne,
Mandy Moore: Milly,
Gabriel Macht: Johnny,
Tom Evere Scott: Jason,
Lauren Grahan: Maggie,
Piper Perabo: Mac,
Stephen Collins,
Ty Panitz: Lionel,
Matt Champagne: Eli,
Collin Ferguson: Derek,
Tony Hale: Stuart,

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Sinopsis:

Daphne es una madre muy protectora con sus  tres hijas: la estable Maggie, la sexy e insolente Mae y la insegura y adorable Milli. Una vez que sus dos hijas mayores se casan, Daphne se propone "ayudar" a Milli, su hija pequeña, a encontrar el hombre perfecto y recurre a una página de contactos, aunque las cosas no siempre salen a gusto de quien emprende este tipo de acciones.




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Comentario:

Lo mejor que se puede decir de esta película es que ha sido concebida ad usum del mito de Woody Allen,  Diane Keaton, un poco después de cumplir, en la ficción y en la realidad sus 60 años, para que las señoras de cierta edad disfruten viendo moverse por la pantalla a una mujer tan distinguida, elegante, cool, bien conservada y con posibilidad de encontrar, de nuevo, un compañero con el que compartir su vida. Incluso es idónea para elegir la forma de vestir, más guay en su caso que en el de su hija Milli, para ser reconocida por gente desconocida en una cita concertada por internet: en lugar de llevar un libro de Sallinger y una rosa, elige elegantes trajes de lunares, negro para ella, rojo, como el de Sofía Loren, para la niña.

Las tres mujeres exquisitas se relacionan amigablemente con su  protectora y estupenda (no todas son protectoras y estupendas, exageradas o pesadas, sino que están deseando que sus hijos se vayan de casa),  madre, que todavía osa llevar zapatos de altísimos tacones, no tiene un gramo de grasa y luce una melena brillante, aunque con canas. No se puede pedir más, si a ello añadimos la facilidad con la que guisan en lofts magníficos, perfectamente decorados, con vajillas de Ikea, y modelitos a imitar, que no denotan en ningún momento el esfuerzo que han de realizar para satisfacer o satisfacerse con comidas intuitivas y bien cocinadas. Incluso cuando cae al suelo algún resto de especias o cualquier otra cosa, no parece importarles demasiado, a pesar de que no se advierte la presencia de ninguna persona encargada de la limpieza. Son como los dioses, espíritus puros.



Este discurso diletante y agradable para quien va al cine a disfrutar con cosas aparentemente sencillas, aunque uno tiene la impresión de que vivir como viven ellas es más difícil que andar por la Luna, todo es vulgar, repetititvo, sin gracia, y  pese a que como espectador estas rogando en tu interior que no se produzca el final que estás viendo venir desde mitad del film, la realidad demuestra que tus deseos se han estrellado contra la pared. Ni tan siquiera  te puedes tomar en serio el choque generacional, el síndrome del nido vacío...Millie, predispuesta por su madre, se debate entre unir su vida a un arquitecto de prestigio, con un nivel de vida muy elevado, o unir su destino al de un músico roba-corazones que habrá hecho estallar a más de un rockero americano de indignación. Lo mejor: estos músicos no ven estas películas.

Happy end para una película que no admite otra posibilidad, ya que todos y todas se debaten entre lo bueno y lo mejor. Algo inadmisible para una actriz como Diane Keaton, que no precisa de homenajes tan cutres. No obstante, no nos podemos engañar: es una  película muy adecuada para aquellos que piensan que la Gran Depresión, que empezó el año que se estrenó el film, es una invención de unos pocos insatisfechos; a pesar de vivir en los Estados Unidos donde se estaba cociendo la gran debacle parece que Michael Lechmann no se daba en absoluta cuenta de nada.


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