El destino de Sissi. Ernst Marischka


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Ficha técnica:

Título original: Schiksalsjahre einer Kaserin.
País: Austria.
Año: 1957.
Duración: 105 minutos

Dirección: Ernst Marischka.
Guión:  Ernst Marischka.
Director de Fotografía: Bruno Mondi.
Cámara: Herbert Geier.
Música: Anton Profes.
Edición: Alfred SrpDirector artístico: Fritz Jüptner -Jonstorff

Diseño de Vestuario: Gerdago y Leo Bei.

Productor : Karl Ehrlich.
Compañías: UFA Filmverleih

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Intérpretes:

Romy Schneider: Emperatriz Sissi,
Karlheinz Böhm: Emperador Francisco José,
Magda Schneider: Duquesa Ludovica de Baviera, madre de Sissi.
Uta Franz: Princesa Elena de Baviera, Nene,
Vilma Degisher: Archiduquesa Sofía,
Walther Reyer: Conde Andrássy,
Senta Wengraf: Condesa Bellegarde,
Joseph Meinrahd: Mayor de la gendarmería,
Hans Ziegler: Dr. Seeburger,
Egon Von Jordan: Primer ministro,
Erich Nikovitz: Archiduque Carlos Francisco,
Karl Fochler: Conde Grünne,
...

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Sinopsis:


Sigue el enfrentamiento de Sissi con su rígida suegra , la archiduquesa Sofía, que aprovecha cualquier ocasión para levantar un muro entre la joven emperatriz y Francisco José I. Mientras tanto, Sissi contrae en Hungría una grave enfermedad pulmonar que la obliga a trasladarse a la Isla de Madeira; allí entrará en una profunda depresión, de la que le sacará su madre, junto a la que no sólo cura su tuberculosis, sino que se atreve a viajar de nuevo, trasladándose, entre otros lugares, a  Grecia, donde proyecta incluso comprar una casa.

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Comentario:

La tercera entrega de la franquicia de Sissi reparte sus 105 minutos entre las separaciones de la Emperatriz de su 'amado' esposo, al que llegó a buscarle una amante para que la sustituyera,  y su ausencia de la corte austriaca;su permanencia entre los húngaros que dio mucho que hablar en todas partes,;su caída en una grave enfermedad que casi acabó con ella, la tuberculosis,  y la obligó a refugiarse, primero en Madeira, donde su dolencia se complicó con una depresión, de la que salió gracias a la presencia de su madre en la isla y los sucesivos viajes que emprendió, una vez curada, y, por último,  su intervención en el conflicto del imperio austro-húngaro con Italia, en Milán y Venecia.

Es curiosa la empatía que produce esta pareja con su público, a pesar de que era notorio que Sissi, una mujer libre, intelectual y muy independiente, no pudo soportar nunca la rigidez de la corte austriaca, ni el protocolo impuesto por la madre de Francisco José I, la 'verdadera' monarca absoluta de Austria, que indujo a la joven emperatriz a buscar a una amante, sustituta de sus ausencias. Pero hay dos secuencias memorables en este film: en Milan se prepara un acto de protesta contra el emperador y su esposa, basado en la sustitución de la nobleza  milanesa por sus sirvientes más zafios, vestidos con ricas galas, para humillar a los ilustres invitados con sus formas groseras, pero cuando la orquesta interpreta el coro de los esclavos judíos de Nabucco, esos seres inmundos se dotan de la dignidad que les confiere la defensa de una causa justa, mientras unen, en pie,  sus voces a las de los cantantes de la ópera. Sissi, una mujer dotada de cualidades diplomáticas, mantiene la calma, aplaude cuando acaba esta representación, y mantiene la audiencia con los 'falsos nobles'; en Venecia el recurso para ganarse al público es mucho más vulgar y usado por los jefes de estado en horas bajas: llevar a su hijita Sofía , a la que Sissi no había visto todavía tras su restablecimiento y provocar un encuentro emotivo en la alfombra roja que la conduce al Catedral de San Marcos.

Lo cierto es que en un tono de cuento glamuroso y kitsch, el cineasta austriaco Ernst Marischka, conocido  por realizar esta trilogía y dos películas más con Romy Schneider  (Los jóvenes años de una reina, 1954, y 'La Panadera y el emperador , 1955), y otras dos anteriores (Mi corazón te llama, 1934, y Marionetas, 1939), nos acercó como nadie a esta frágil emperatriz, que en su avance por la alfombra roja que le conduce  a la Catedral de San Marcos, trayecto en el que se gana el corazón de los italianos como la máxima representación de la 'mamma', en un país que venera a la figura de la madre como pocos, a la que respetan y no contradicen jamás ni los pro-hombres más notables, ni el último macarra siciliano, muestra un talle tan espigado que da la impresión de que se vaya a romper.

La Wikipedia la describe de este modo:

  • Dotada de una gran belleza física, Isabel se caracterizó por ser una persona rebelde, culta y demasiado avanzada para su tiempo. Adoraba la equitación, llegando a participar en muchos torneos. Sentía un gran aprecio por los animales; amaba a sus perros, costumbre heredada de su madre, hasta el punto de pasear con ellos por los salones de palacio. Le gustaban los papagayos y los animales exóticos en general. Incluso llegó a tener su propia pista circense en los jardines de su palacio en Corfú. Hablaba varios idiomas: el alemán, el inglés, el francés, el húngaro, propiciado por su interés e identificación con la causa húngara, y el griego, este último aprendido con ahínco para poder disfrutar de las obras clásicas en su idioma original. Cuidaba su figura de una forma maniática, llegando a hacerse instalar unas anillas en sus habitaciones para poder practicar deporte sin ser vista. Su alimentación dio también mucho que hablar, pues se alimentaba básicamente a base de pescado hervido, alguna fruta y jugo de carne exprimida. A partir de los 35 años no volvió a dejar que nadie la retratase o tomase una fotografía; para ello, adoptó la costumbre de llevar siempre un velo azul, una sombrilla y un gran abanico de cuero negro con el que cubría su cara cuando alguien se acercaba demasiado a ella. Entre otras excentricidades, al final de su vida también se hizo tatuar un ancla en el hombro (por el gran amor que sentía por el mar y las travesías y por sentirse sin patria propia, como los eternos marineros que vagan por el mundo) y se hacía atar al mástil de su barco durante las tormentas. Paseaba a diario durante ocho largas horas,..Todos estos matices los capta el austriaco Marischka y los sabe recoger la joven actriz, que dejó impresionado al propio Visconti, que recogió la identifiación de Romy con la joven Emperatriz en Luis II de Baviera y la volvió a elegir para representar este personaje.
Con esta película se cierra la trilogía dedicada a esta mujer excepcional, muy adelantada a su época, que supo ser libre a pesar de las habladurías y el carácter conservador y reaccionario de la corte que gobernaba su esposo Francisco José, que literatos y cineastas representan siempre como muy enamorado de ella. Acabamos 2014 y empezamos 2015 con ella, que, aunque a muchos les parezca excesivamente naïf y kitsch, a nosotros nos fascina, como deleitó a cineastas de la categoría de Luchino Visconti, Orson Welles, Otto Preminger, Jules Dassin, Claude Chabrl y muchos otros, que algo debieron ver en sus primeras interpretaciones de la célebre Sissi.




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