Tres veces veinte años. Julie Gavras.




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Ficha técnica:

Título original: Late Bloombers.
País: Francia.
Año: 2011.
Duración: 85 minutos.

Dirección: Julie Gavras.
Guión:  OlivierDazart, Julie Gavras.
Casting: Cathelyn Crawford.
Dirección de Fotografía: Nathalie Durand, a.f.c.
Música: Sodi Marcizewer.
Edición: Pierre Haberer.
Editores de sonido: Marc Bastien, Francois Dumont.
Director artístico: Amy Merry

Productores: Sylvie Pialat, Bertrand Faivre.
Diseño de Vestuario: Marianne Agertoft.
Maquillaje: Sarah Monzani.

Productores asociados: Vincent Gadelle, Benoit Quainon
Diseño de producción: Eve Stewart.
Gaumont, Canal  + 8 cinecinemas Ufilm, en asociación con Les Films du Worso, The Bureau Gaumont, en co-producción con Be-Films

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Intérpretes:

Isabella Rosellini: Mary,
William Hurt: Adam,
Doreen Mantle: Nora,
Kate Ashfield: Giulia,
Aidan MCardle: James,
Arta Dobroshi: : Maya,
Luke Treadaway: Benjamin,
Leslie Phillips: Leo,
Hugo Speer: Peter,
Joanna Lumley: Chalotte,
Simon Callow: Richard,


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Sinopsis:

Mary y Adams, como la mayor parte de las parejas de 60 años del siglo XXI son muy activos. Compaginan hijos, nietos. trabajo con las penas y alegrías de la vida de casados. De repente, ambos descubren que ya han entrado en la vejez.

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Crítica:

El film realizado por Julie Gavras, hija del célebre Costa Gavras, (Desaparecido, 1981; Amen, 2001, Arcadia, 2004 o El Capital, 2012),  ha sido interpretado como autobiográfico, y recibido con división de opiniones, en las que parece haber pesado que la cineasta sea hija de quien es.

La crítica de Lluís Bonet Mojica es un claro ejemplo de lo que hemos dicho: " Hija del indomable Costa-Gavras (Z, Desaparecido) y de la productora Michèle Ray, Julie Gavras ha querido aproximarse en su segundo largometraje a un tema para ella todavía lejano: ¿cómo puede repercutir la inminente senectud en una pareja unida? " (...) Con diálogos mordaces y escenas donde ironía y sentimientos se dan la mano, tal vez la película no vaya más lejos en sus ambiciones, aunque depara grandes momentos. Pocas veces el espectador asiste a un duelo como el que mantienen Isabella Rossellini, cuya mirada es idéntica a la de Ingrid Bergman, su madre, y un William Hurt de recóndita socarronería." ("Tres veces 20 años": Juntos pero no revueltos." La Vanguardia, 30 de marzo de 2012).

Sergi Sánchez lo ve de manera absolutamente distinta: "La película enfrenta dos maneras de entender el ingreso en la tercera edad sin transgredir ni un cliché que tenemos asociado a las diferencias entre hombre y mujer cuando se ponen frente al espejo. Rossellini, ex maestra, y Hurt, arquitecto aún en activo, están felizmente casados, pero los años no perdonan, y mientras ella empieza a obsesionarse con la vida de jubilada, él no acepta lo que se le viene encima, comportándose como si sufriera la crisis de los 40. La imagen más atrevida de Rossellini choca con el conservador papel que le toca, pero de esa fricción no surge nada interesante porque Gavras no sabe sacarle punta. Tampoco modular el tono, que bascula entre la comedia amable y el drama blando, y pronto la cinta es víctima de su propia superficialidad, como si no pudiera evitar que notáramos que, en realidad, estos personajes no tienen ningún problema en absoluto." ("Tres veces 20 años": La edad que no perdona. Diario La Razón, 11 de diciembre de 2014).

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Comentario:

Julie Gavras, hija de Costa Gavras y hermana de Romain Gavras, es, sin ninguna duda, mucho más conservadora que su padre, un hombre indomable, un enfant terrible contestatario e inconformista, Su hija, licenciada en Literatura y Leyes,  muestra un mundo austero, una familia ejemplar, rica e intelectual, triunfadora en su profesión y con la que muchos se quieren codear para darse el lustre que les falta. Los pelos cortos y andróginos de Mary y su hija, la ropa correcta y básica de ambas, los hijos poco agraciados pero eficientes en su trabajo, constituyen el pilar familiar del mundo estable que existía antes de la revolución tecnológica que ha impuesto otras formas de discurso, corto y agresivo, expresado a gritos para hacerse oír, que arrastra consigo la caída de los grandes medios de comunicación y la irrupción violenta de la sociedad del espectáculo.

Iulie nos entrega un producto con pretensiones de 'cinema verité', privado de toda poesía, a no ser la lírica negra, la de la llegada inexorable de la vejez, que no respeta clases sociales ni posición económica. Pero la entrada en la tercera edad no es igual para todos y Mary (Isabella Rosellini), se empeña en recordarle a su marido la fase en la que se encuentra, colocando todo tipo de accesorios para que ninguno de los dos caiga al suelo. El marido no acepta abandonar la vida que ha llevado hasta el momento: quiere seguir haciendo su trabajo de arquitecto, seguir siendo admirado por las mujeres y tener, si es posible, algún affaire, como antes;  sluamigo Richard (Simon Callow) lleva su cuerpo lleno de prótesis y no puede tomar viagra, pero eso no le impide ser solidario con los deseos de su amigo; el aspecto físico, un señuelo sexual, tiene una gran transcendencia para que uno se haga visible, y juega su papel, independiente de la edad. Esta forma diferente de enfrentarse a la nueva etapa, los separará de momento, pero, al final, pesará más el cariño que ambos se tienen. Una historia muy normal y cotidiana y una reflexión sobre cómo abordar esta nueva etapa de la vida. Por la razón que sea resulta mucho más convincente la del hombre, que pretende iniciar su nueva vida luchando, mientras le queden fuerzas, como hace la madre de su mujer.

Algún crítico da una razón demasiado retorcida para explicar la actitud de Mary: a esa edad todas las mujeres son invisibles. Hay que aclararle algo: los hombres también, y no sólo para las más jóvenes, sino para las de su edad. Los usos sociales, la superestructura cultural del patriarcado dominante e incluso razones biológicas (el hombre puede tener hijos hasta casi el final de su vida, las mujeres no, lo cual puede ser visto como un handicap o una ventaja, ya que ni uno ni otro soportatrían un parto, pero ambos pueden sentir placer), hacen que se acepte mejor un matrimonio desigual entre un hombre mayor y una mujer joven. Pero estos usos están cambiando y se deberán ir acostumbrando algunos de estos hombres aún reticentes a la igualdad entre ambos sexos a que muchas mujeres dejen de ser de celofán. La razón por la que ella quiere aceptar su edad, algo que no está mal, y quiera imponer su estilo a su marido, algo que está peor, tiene más que ver con su forma un tanto arrogante de ser; la negativa del marido a dejarse dominar por su esposa, acabará obligándola a ceder, si quiere conservar su pareja y la estabilidad de su familia.

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