La fiesta de despedida
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Ficha técnica:
Título original: Mita Tova.
País: Co-producción Israel-Alemania.
Año: 2014.
Duración: 95 minutos.
Dirección: Tal Granit y Sharon Maimon.
Guión: Tal Granit y Sharon Maimon.
Casting: ichael Koren.
Dirección de Fotografía: Tobias Hochstein.
Música: Avi Belleli.
Editor: Einat Glaser-Zarhin
Diseño de Vestuario: Laura Sheim.
Maquillaje: Orly Ronen.
Productores: Talia Kleinhendler, Osnat Handelsman-Keren, Haim Mecklberg, EsteeYacov-Mecklberg, Thanassis Karathanos, Karl Baumgartner, Moshe Edery, Leon Edery
Diseñador de producción: Arad Sawt .Compañías. Productoras: Israel Fund Film, The Jerusalen Film & TV Fund, Reshet Yes Satellite Televisión, MDM Mitteldeutsche Medienförderung, 2-Team Productions, Pie Films, Twenty Twenty Vsion Filmproduktion en asociación Pallas Films, Pie Films, Emiratos King Films.
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Intérpretes:
Zeev Revach: Yhezkel,
Levana Finkelshtein : Levana,
Aliza Rozen: Yana,
Ilan Dar: Doctor Daniel,
Rafael Tabor: Raffi,
Shamuel Wolf Max,
Yossef Karmon: Dubek.
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Sinopsis:
La historia de 'La fiesta de despedida' se centra en una residencia de ancianos de Jerusalén. Uno de los inquilinos del edificio quiere que sus amigos le ayuden a acabar con su vida, y estos comienzan a trabajar en la construcción de una máquina de eutanasia. Pronto, empieza a correrse la voz de la existencia de esa máquina, y comienzan a llegar más hombres y mujeres que quieren que les ayuden a terminar con su vida. Al ser desconocidos, les supone un dilema mayor que con su amigo. 'La fiesta de despedida' ganó la Espiga de Oro en la Seminci de 2014.
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Premios:
2014: Festival de Venecia: Premio del Público2014: Seminci: Espiga de Oro (Mejor película) y mejor actriz (Rosen & Finkelshtein)
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Críticas:
La fiesta de despedida es una producción centrada en un tema tabú, la eutanasia o buena muerte, que, tras el respetuoso recibimiento que ha tenido por parte de la prensa de cualquier color, muestra un cambio de tendencia en la opinión publicada respecto a una cuestión tan espinosa que divide las conciencias de los hombres, o, al menos, una cierta habilidad del guionista y el director de tratar un tema tan sensible de tal manera que, para burlar a los censores, ha sabido combinar una forma distendida de narrar y la decisión más trágica que un ser humano debe tomar en un momento decisivo de su vida: poner fin a su existencia. El cartel está inspirado en Le déjeuner sur l'herbe de Édouard Manet, que contrapone, en una fiesta campestre, desnudos masculinos y femeninos con los de otros personajes vestidos, también de ambos sexos, una pintura que suscitó una gran controversia y un profundo escándalo cuando se mostró por primera vez en el Salón Des Refusés (Salón de los Rechazados) en 1863, tras ser rechazada en el Salón Oficial de París, y que estuvo 'condenada' en la España franquista hasta que murió el dictador, sometida a la censura de los catedráticos de arte de la Universidad. Un paralelismo con el propio concepto que designa la elección del individuo de la forma en que desea que termine su vida.
Una conmovedora y provocativa dramedia para Alissa Simon (Variety). David Rooney recibe con complacencia la forma en que guionista y director han tratado "la cuestión provocativa de la eutanasia, con sabiduría, sensibilidad y una pequeña dosis de humor negro", a través de " una inesperada historia de una grupo de ancianos de Jerusalén que residen en hogares de ancianos y que reflexionan en torno a la posibilidad de legalizar el fin del sufrimiento de personas afectadas por enfermedades crónicas ". Gracias al " equilibrio entre la audacia y la delicadeza, unido a inmejorables actuaciones de un elenco de actores veteranos llegan al corazón de su público" (The Hollywood Reporter). Todos inciden en la difícil combinación de la comedia y el acto más trágico, que pone fin a la vida: la muerte. Dain Fainaru, para quien "no es exactamente una historia de las que parece graciosa a primera vista, y, sin embargo, la mayoría de los espectadores ríen a menudo a carcajada abierta y salen con una amplia sonrisa en la cara, convencidos de que la muerte no es quizá tan terrible como parecía ser cuando entraron." (La fiesta de despedida. Screen Daily).
Carlos Boyero, un crítico que se confiesa de risa poco fácil, una característica que compartimos con él algunos más, que asistimos con perplejidad a la alegría y divertimento que muestran otros allí donde sólo sentimos respeto o gravedad, y en ocasiones hasta indignación, hace la mejor crítica de las que hemos podido leer, en la que no contempla la posibilidad de combinar el drama y la comedia, a pesar de que " efectivamente, sus creadores, de nombre Tal Granit y Sharon Maymon, no renuncian en su lúgubre y generosa historia al sentido del humor, pero sería brutalmente inexacto etiquetarla como una comedia, ni siquiera como una comedia negra." Contemplándola solo en una sala desierta (algo que se está convirtiendo en habitual), no consigue reírse, "como mucho, tal vez esbozar en algún momento un gesto entre la sonrisa y el rictus", ante una historia que " habla del amor, la amistad, la protección del ser querido, la piedad, el autorrespeto, la defensa de la dignidad. Cosas todas ellas muy vitales. Pero material tan exaltante funciona en medio de la devastación física y anímica, el espantoso sufrimiento de la enfermedad letal, la conciencia de que el cerebro ha comenzado un abismo sin retorno, que el único consuelo es una muerte plácida." Hablando en román paladín, el film trata de la eutanasia, "ese acto que escandaliza tanto a la miseria moral, a esa gentuza empeñada en que la ley no permita largarse de su infierno terrenal a los machacados por el sufrimiento de su cuerpo y de su alma, convencidos de que solo los dioses pueden decidir la extinción de sus acorralados súbditos, y a partir de ahí, destinarlos al cielo o al Averno." (Ayudando a apagar la luz. Diario 'El País', 17 de abril de 2015.
Una conmovedora y provocativa dramedia para Alissa Simon (Variety). David Rooney recibe con complacencia la forma en que guionista y director han tratado "la cuestión provocativa de la eutanasia, con sabiduría, sensibilidad y una pequeña dosis de humor negro", a través de " una inesperada historia de una grupo de ancianos de Jerusalén que residen en hogares de ancianos y que reflexionan en torno a la posibilidad de legalizar el fin del sufrimiento de personas afectadas por enfermedades crónicas ". Gracias al " equilibrio entre la audacia y la delicadeza, unido a inmejorables actuaciones de un elenco de actores veteranos llegan al corazón de su público" (The Hollywood Reporter). Todos inciden en la difícil combinación de la comedia y el acto más trágico, que pone fin a la vida: la muerte. Dain Fainaru, para quien "no es exactamente una historia de las que parece graciosa a primera vista, y, sin embargo, la mayoría de los espectadores ríen a menudo a carcajada abierta y salen con una amplia sonrisa en la cara, convencidos de que la muerte no es quizá tan terrible como parecía ser cuando entraron." (La fiesta de despedida. Screen Daily).
Carlos Boyero, un crítico que se confiesa de risa poco fácil, una característica que compartimos con él algunos más, que asistimos con perplejidad a la alegría y divertimento que muestran otros allí donde sólo sentimos respeto o gravedad, y en ocasiones hasta indignación, hace la mejor crítica de las que hemos podido leer, en la que no contempla la posibilidad de combinar el drama y la comedia, a pesar de que " efectivamente, sus creadores, de nombre Tal Granit y Sharon Maymon, no renuncian en su lúgubre y generosa historia al sentido del humor, pero sería brutalmente inexacto etiquetarla como una comedia, ni siquiera como una comedia negra." Contemplándola solo en una sala desierta (algo que se está convirtiendo en habitual), no consigue reírse, "como mucho, tal vez esbozar en algún momento un gesto entre la sonrisa y el rictus", ante una historia que " habla del amor, la amistad, la protección del ser querido, la piedad, el autorrespeto, la defensa de la dignidad. Cosas todas ellas muy vitales. Pero material tan exaltante funciona en medio de la devastación física y anímica, el espantoso sufrimiento de la enfermedad letal, la conciencia de que el cerebro ha comenzado un abismo sin retorno, que el único consuelo es una muerte plácida." Hablando en román paladín, el film trata de la eutanasia, "ese acto que escandaliza tanto a la miseria moral, a esa gentuza empeñada en que la ley no permita largarse de su infierno terrenal a los machacados por el sufrimiento de su cuerpo y de su alma, convencidos de que solo los dioses pueden decidir la extinción de sus acorralados súbditos, y a partir de ahí, destinarlos al cielo o al Averno." (Ayudando a apagar la luz. Diario 'El País', 17 de abril de 2015.
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