El Terremoto. Mark Robson








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Ficha técnica:

Título original: Earthquake,
País: Estados Unidos.
Año: 1974.
Duración: 145 minutos.

Dirección: Mark Robson,
Guión: George Fox y Mario Puzo.
Dirección de Fotografía: Philip Lathrop.
Efectos especiales de fotografía: Albert Whitlock; fotografía especial: Clifford Stine, a.s.c.
Música. Score:  John Williams.
Director artístico: E. Preston Ames.
Editor: Dorothy Spencer.

Productor: Mark Robson.
Productor ejecutivo: Jennings Lang.
Diseño de producción: Alexander Golitzen.
Compañías: Universal, The Filmakers Group, Mark Robson Productions.


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Intérpretes:

Charlton Hesto: Graff,
Ava Gadner: Remy,
George  Kennedy: Slade,
Lorne Greene: Royce,
Genevieve Bujold: Denise,
Richard Roundtree: Miles,
Marjoe Cortner: Jody,
Barry Sullyvan: Stockle,
Lloyd Nolan: Dr. Vance

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Sinopsis:

Un temblor de tierra sacude la ciudad de Los Ángeles, una primera señal de alarma a la que se resta importancia por la frecuencia con la que estos fenómenos se producen en la zona. Un joven sismólogo advierte del riesgo de un terremoto de gran intensidad, 7 grados en la escala de Richter. Horas después, cuando se produjo un segundo temblor, los técnicos ya no albergaron ninguna duda: la catástrofe era inminente. Hubo que avisar al Alcalde, pero éste no quiso dar la orden de evacuación por temor a que el pánico se apoderará de la población y la población lo castigara políticamente y se limitó simplemente a tomar medidas preventivas.  


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Premios:

1974: 2 Oscar: mejor sonido, efectos especiales (premio especial). 4 nominaciones
1974: 2 Nominaciones Globos de Oro: Mejor película - Drama y banda sonora.

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Comentario:

Lo primero que viene a la cabeza de quien, en 2015, asiste a la proyección de este film, generalmente en DVD, Blu-ray y pantalla televisiva más o menos grande, es hasta qué punto carece de sentido la actual diatriba contra la utilización de las nuevas tecnologías en el cine catastrofista contemporáneo; hay quien afirma que los efectos especiales de Albert Whitlock y la  fotografía especial de Clifford Stine, han envejecido bastante bien, pero no es así, ya que la humanidad estaba a punto de asistir a una revolución de los modos de representación cinematográfica, (sólo dos años después), encabezada por George Lucas y Steven Spielberg, que iba  a cambiar para siempre la imagen del cine y su forma de contar historias.

La falta de verosimilitud llega a tal punto que si realizamos el ejercicio de enmudecer el film, vemos caer burdas cajas de cartón en forma de casas elevadas, sostenidas por enormes pilares sobre un terreno a los pies de Mulholland Drive y las letras enormes pegadas a la montaña que anuncian Hollywood, en las que el precio elevadísimo del terreno en el que viven las estrellas obliga a estos juegos malabares; en el centro de la ciudad, la caída de los rascacielos, vista por un espectador del siglo XXI no sólo ha envejecido, sino que, prolongada en el tiempo conduce al hastío; para sugerir la magnitud de la tragedia las personas heridas o que intentan huir hacia ninguna parte se amontonan en la pantalla, muchas de ellas embadurnadas con pintura roja que no consigue sugerir la sangre. Lo mejor : usar unos pantys, en torno a cuya simbología me niego a reflexionar, para salvar a un grupo de empleados, que se han quedado atascados en un piso elevado, atándolos con ellos a una silla.

El respeto al espectador está supeditado a los caprichos de los divos y las divas, y la consecuencia es terrible: parejas de hombres muy maduros y chicas muy jóvenes, padres e hijos de casi la misma edad, (Ava Gadner, de 52 años, representa a la hija de Lorne Greene de 59). Esta forma casposa de hacer esta reforzada por incendios de todos los colores (verde, rojo ¿?), actuaciones histriónicas de Charlton Heston, acostumbrado a representar papeles bíblicos, como azote de las masas, y el sonido sensurround en las setpieces que jalonan la película, convertida durante la mayor parte del metraje en un escenario apocalíptico en el que los personajes deambulan de un lugar a otro, caminando con dificultad por la base inestable de  un terreno lleno de escombros. Graff, un arquitecto de éxito, se lamenta de haber construido las elevadas torres de Babel, que se desmoronan ocasionando la muerte de los ciudadanos.

Poco a poco la película va deslizándose hacia el terreno bíblico, en el que el hombre, apartado de dios, cae en el adulterio y es castigado con plagas divinas, como ocurrió en el Egipto de Moisés, sin introducir matices sobre el grado de ignominia en que ha caído el pecador. Temblores horrendos y desbordamiento de las aguas como consecuencia de los terremotos destrozan la ciudad de 'Los Ángeles'; Graff debe, finalmente, elegir entre su mujer o su amante y decide respetar sus creencias y las de sus padres. Castigados los culpables, la ciudad vuelve a la paz y la tranquilidad. En el transcurso de la tragedia los que aprovechan el desorden para robar, asesinar y amedrantar a los mansos, también son debidamente castigados. Entre los inocentes que se salvan del desastre, se encuentra un pequeño perro que lloriquea entre los edificios derruidos, un toque burdo de ternura para contrarrestar la debacle.

Un film para los amantes del carton-piedra, que acerca el cine al teatro, en el que el espectador no sólo se adapta pronto a confundir los decorados con los espacios reales, sino que históricamente, debía también asimilar a los hombres con personajes femeninos. Hoy existen otros modos de generar ilusión de realidad, de perseguir el mito de Frankenstein de que habla Noël Burch, y crear nuevos iconos de gran impacto visual con los que es muy difícil competir. Es complicado obligar a un joven nacido a finales del xiglo XX o principios del XXI a aceptar parejas de amantes o de padres e hijos tan forzadas con un resultado tan mediocre  y unos efectos muy primitivos con vocación de superproducción (cartón ya gastaron) que han perdido toda su vigencia.

En 1974 la crítica más feroz iba dirigida, como ahora, contra los políticos y sus decisiones (desconocemos la alternativa), mas cuando uno visita las poblaciones que se extienden a los pies del Vesubio, cuya erupción en el año 69 de nuestra era sepultó las ciudades que se extendían a sus pies y que hoy han multiplicado su población en progresión geométrica, es difícil imaginar hacia donde podría ser evacuada tanta gente, cuyas casas se extienden a millares a lo largo de la costa, si el volcán despertara de nuevo, sobre todo si recordamos que Plinio 'El Viejo' murió en el mar cuando se acercó demasiado para ayudar a unos amigos en una situación difícil y observar con curiosidad científica el vómito de fuego y lava que sepultó a Pompeya y Herculano, acercándose desde Mesina hasta Estabia.




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