Mr.Turner. Comentario.









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Comentario.

Mike Leigh, el norteamericano de Houston (Texas), el cineasta que ha penetrado como pocos la idiosincrasia del pueblo británico, acepta un gran reto: abordar durante 157 minutos, que a muchos se les harán largos, la biografía parcial de Joseph Mallord William Turner, el paisajista inglés, coetáneo de Constable  que puso, junto con otros, los  cimientos del arte moderno. Un pintor que, adelantado a su tiempo capta impresiones visuales y emborrona sus cuadros usando los materiales menos exquisitos y convencionales, lo que provocó el escándalo entre sus camaradas y el público conservador que tenía el poder adquisitivo para comprarlos. Entre estos poderosos burgueses se hallaba el joven John Ruskin un escritor, crítico de arte, sociólogo, artista y reformador social británico, uno de los grandes maestros de la prosa inglesa que influyó notablemente en Mahatma Gandhi. Abogó por un socialismo cristiano. (Wikipedia) . Turner lo ridiculiza en público, delante de su madre.

Huérfano de madre, una modesta ama de casa que falleció en un psiquiátrico, tras perder la razón cuando murió su hija menor, fue criado por su tío materno en  Brentford, un pequeño pueblo al oeste de londres. Un año más tarde acudió a la escuela en Margate, en el condado de Kent, al este de Londres en el área del Estuario del Támesis, un bello lugar que influyó decisivamente en su obra. Hay alguna crítica que contrasta, por su cursilería, con el empeño de Leigh de mostrarnos el lado más oscuro, grotesco y desaprensivo del pintor, en especial en las secuencias de sexo, que no tienen nada de sublime. Peter Bradshaw (The Guardian) hace una crítica que da vergüenza ajena:  "Impresionante interpretación de Spall (...) Combina intimidad doméstica con búsqueda épica y posee una cualidad lírica y misteriosa que perfuma cada escena, ya sea trágica o cómica ..."; o aquellas que se desparraman de gusto contemplando cómo se recrean en la pantalla imágenes que evocan cuadros del pintor como Dave Calhoun para quien: "Leigh y Dick Pope -su director de fotografía - crean, esencialmente, una serie de pinturas filmadas que celebran el espíritu del trabajo de Turner ..." Pero obvian contar cómo Turner emborrona sus cuadros con su propia saliva y otros ingredientes culinarios  que lo convierten en la mofa y la befa del populacho que acude a los teatros baratos.

Margate vista por Alma McHyatt


Además Mike Leigh inscribe al pintor en su contexto cultural, histórico y político. La rivalidad y el narcisismo de los miembros de la Royal Academy of Art, de la que Turner se sentía una parte importante e intervenía provocativamente en sus disputas con otros artistas innovadores como Constable o Hyden, éste último en la pobreza más absoluta, rige una parte importante de su vida. A las dificultades de un mundo en evolución y cambios profundos se une la aparición del daguerrotipo, el abuelo de la fotografía, que en un instante obtenía una impresión visual del objeto o persona captada por la cámara con una precisión que ningún pintor podía lograr, y que hace predecir a Turner, que de haber sido más joven, no hubiera tenido más remedio que adoptar la cámara oscura. No podía saber que todavía hay quien en pleno siglo XXI se resiste a aceptar la modernidad de la imagen captada por estos nuevos artilugios e ingenios humanos. Fueron estos inventos los que obligaron a los artistas de la Real Academia a salir de su caverna para competir con la vistosidad de las imágenes que proporcionaba el daguerrotipo y que nos permiten conocer la apariencia exacta de hombres como Balzac o Garibaldi: Turner y la mujer que convivió los últimos años con él también dejaron a la humanidad el legado de su imagen captada por el nuevo ingenio de la mecánica.

Quien conoce algo la trayectoria del cineasta de Houston podía al menos esperar que no  iba a hacer un film para el disfrute de los canonizadores y academicistas, afectos al gusto que marcan las instituciones, y que su extensa película iba a estar más orientada a mostrar el lado oscuro, obsceno, misógino, de un hombre que despreció a su madre, no reconoció a sus hijas naturales, ni se ocupó de alimentarlas ni de dar cristiana sepultura a una de ellas que murió en edad temprana. Abusó de su sirvienta, que muestra un eczema en el cuello, cuyo origen no se hace explícito; la pobre mujer es abordada, manoseada y sodomizada por el padre (o el que funciona como tal) y el hijo en cualquier rincón cuando sienten la necesidad de desahogarse. Cruel con sus compañeros más desafortunados como Hyden, era, en definitiva, un dechado de perversiones, gestos escatológicos y humillaciones constantes de aquellos que, por su condición inferior, estaban obligados a soportarlas sumisamente. Quienes esperaban un panegírico de Turner debieran al menos haberse desilusionado, porque no siempre al genio y al talento acompañan otras virtudes, pero cuando leemos críticas como las ya citadas, u otras cómo esta  de Scott Foundas de Variety, que lo califica de retrato extáticamente bello y exquisitamente detallado del artista, da la impresión de que el crítico se está celebrando a sí mismo y su capacidad para entrar en éxtasis ante una obra provocativa y moderna, de un artista que, a pesar de sus defectos personales, tenía su mente, aunque académica, lo suficientemente abierta para escupir en sus cuadros y tratar su saliva como el más exquisito de los óleos, que a la vez servía de un elemento nuevo para crear texturas revolucionarias con la ayuda de un trapo sucio, a la vista de sus escandalizados compañeros, cuyos cuadros adornan hoy las enciclopedias de arte. Toda una exquisitez, que demuestra que las mejores obras se pueden realizar con los elementos más humildes, algunos de ellos innombrables.



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