Plan oculto. Spike Lee.
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Ficha técnica:
Título original: Inside man.
País: Estados Unidos.
Año: 2006.
Duración: 129 minutos.
Dirección: Spike Lee.
Guión: Russell Gewirtz.
Casting: Kim Taylor-Coleman.
Dirección de Fotografía: Matthew Libatique, a.s.c.
Música: Terence Blanchard.
Edición: Barry Alexander Brown.
Coordinador de especialistas: Jeff Ward.
Director artístico: Chris Shriver.
Decorador del set: George DeTitta, Jr.
Diseño de Vestuario: Donna Berwick.
Responsable de maquillaje: Anita Gibson,
Responsable de peluquería: Kenneth Walker.
Productor: Brian Grazer.
Productores ejecutivos: Karen Kehela Sherwood, Kim Roth, Daniel M. Rosenberg, Jon Kilik
Co-productor: Jonathan Filley.
Diseño de producción: Wynn Thomas.
Compañías. Productoras: Universal Pictures, Imagine Entertainment
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Intérpretes:
Jodie Foster: Madeleine White,
Denzel Washington : Detective Keith Frazier,
Clive Owen: Dalton Russell.
Willem Dafoe: Capitán John Darius.
Christopher Plummer: Arthur Case,
Chiwetel Ejiofor: Detective Bill Mitchell.
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Sinopsis:
Denzel Washington y Jodie Foster protagonizan este thriller policiaco repleto de acción y suspense. Un policía duro (Denzel Washington), un inteligente ladrón de bancos (Clive Owen) y una negociadora implacable (Jodie Foster) son el combustible de esta trama de persecución llena de sorpresas explosivas y ocultas.
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Críticas.
Cualquier film a cuyo frente aparece Spike Lee, que regaló al mundo una película como 'Haz lo que debas' (1989), es bien recibido por la prensa, incluso films violentos como Oldboy (2013). Claudia Puig (USA Today) la califica de película "inusualmente inteligente, visualmente cautivadora e innegablemente entretenida; Manohla Dargis, (The New York Times), centra su análisis en el reparto y considera que "su mayor placer es ver sus interpretaciones; Kenneth Turan (Los Ángeles Times) valora el argumento, ingenuisi, y la dirección fluida.
Pero no todas las críticas han sido tan positivas. Según Roger Ebert (Chicago Sun -Times) :"Todo el argumento huele a gato encerrado. No es que la película oculte algo, sino que cuando se revela, lo único que queda es haber pasado demasiado tiempo viéndola. Inside Man conlleva mucha dificultad para llegar a tan poco.
En España las críticas tampoco han sido tan positivas. Javier Ocaña (Diario 'El País' la película de Lee es : "Un policiaco clásico, elaboradísimo y por momentos sorprendente, que tiene la virtud de lo insólito y el defecto de no aguantar un repaso exhaustivo de sus claves al final de la película." (Javier Ocaña: Diario El País)
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Comentario:
Una película de Spike Lee, el cineasta que ha llevado a las pantallas el 'black power', el orgullo de ser negro, en títulos como Do the Right Thing/ 'Haz lo que debas' (1989), o Jungle fiver /Fiebre salvaje, es siempre un acontecimiento que debe tenerse en cuenta. Inside man (Plan oculto, una traducción del título al castellano muy desafortunada, como siempre, que distorsiona el sentido que le quiere dar su autor) comienza in medias res con Dalton Rusell (Clive Owen), un preso empoderado, contando la historia de un atraco, utilizando, a ser posible, las tres 'C' (claridad, corrección y concreción o concisión) y las seis W o las cinco W y una H (who? what? where? When? Why? y How?) e intentando responder a las cuestiones básicas que se plantea el lenguaje de la prensa, para que nadie se llame a engaño sobre lo que va a contar: "Me llamo Dalton Russell. Presten atención a lo que digo, porque escojo las palabras cuidadosamente y nunca repito lo que he dicho. Les he dicho mi nombre, eso es el quién, El dónde podría describirse como la celda de una prisión, aunque hay una enorme diferencia entre estar en una celda diminuta y estar en la cárcel. El qué es fácil. Hace poco planeé y puse en marcha el atraco perfecto a un banco. Eso incluye el cuándo y el por qué. Aparte de la motivación económica, es así de simple : porque puedo. Queda sólo el cómo que parafraseando a Shakespeare se resumiría en la frase más corta y con mayor significado que atormenta a Hamlet: that is the question (ese es el dilema)."
Mientras desfilan los créditos iniciales paseando con aparente descuido por una ciudad que el espectador todavía no ha identificado, suena una música que de momento no parece tener una explicación lógica y que parece querer establecer alguna conexión con el mundo árabe (término muy impreciso y que más adelante sabremos que tiene alguna relación con los albaneses), la cámara se detiene, como por azar, ante una placa, probablemente de bronce, incrustada en una pared, que incluye el nombre de una institución financiera norteamericana : Manhattam Trust Bank. Tras intercalar la imagen de un hombre conduciendo un coche, tomada desde el interior de un vehículo, se nos muestra, fragmentada y distribuida en diferentes planos, la fachada de esta sucursal bancaria de estilo neoclásico con una decoración ecléctica. Se nos ha dado, por tanto varias informaciones de relevancia: el nombre de un banco, la fecha de fundación de la entidad, 1948, y la enumeración de los actores que constituyen un reparto de lujo que va a desempeñar los papeles protagonistas de esta historia en la ficción. Tras este preámbulo, el coche que ya conocemos se acerca a su objetivo por la salida de una autopista, mientras se siguen intercalando imágenes de la decoración de la fachada del edificio al que se dirige. Entre los diferentes planos generales que se van concatenando, se desliza una imagen subliminal, la del "El Toro de Wall Street (en inglés: Wall Street Bull o Charging Bull, toro embistiendo), una escultura de bronce que pesa 3.200 kg creada por Arturo Di Modica situada en el parque Bowling Green cerca de Wall Street en la ciudad de Nueva York.
La escultura representa a un toro, el símbolo del optimismo, agresividad y prosperidad financiera; flexionado en sus patas delanteras y con la cabeza ligeramente agachada como si estuviese a punto de embestir. (Wikipedia)." En esta breve secuencia Spike Lee no sólo nos ha situado en el marco espacial en que se va a situar la acción, sino que ha intentado escribir un capítulo de la historia de las mentalidades de los Estados Unidos, un pueblo que cree en la igualdad de oportunidades, a la que han puesto nombre, 'sueño americano', y en su capacidad de crear riqueza y prosperar en el marco de una democracia de marcado carácter liberal, representada por los dos partidos mayoritarios del país: los demócratas y los republicanos, con un propósito: demoler este constructo mental creado por las élites para conseguir la sumisión de las masas.
Un coche , que porta una leyenda curiosa en uno de sus laterales, 'Pintura planeadísima. ¡No nos iremos hasta haber acabado!, se dirige hacia un puente emblemático, el de Brooklyn, y desemboca en el cruce de dos grandes avenidas: Broadway y Wall St. Las cámaras de Lee nos muestra una ciudad cotidiana, sin idealizar, poblada de ciudadanos corrientes de todas las razas, colores y condición social, que no tiene nada que ver con el brillo que le confiere la poesía de Blake Edwards en Breakfast at Tiffany's, realizada en 1961 cuando el pueblo norteamericano estaba orgulloso de sí mismo. Planos generales, cenitales y de detalle no ocultan una ciudad que, en 2006, presentaba signos de decadencia en torno al propio edificio de la bolsa, que contrastan con los ricos edificios, decorados con nobles maderas y casetones que cubren sus techos, recubiertos con pan de oro de los lugares en los que se refugia el dinero y documentos de gran valor: los bancos. En la calle, policías y ladrones multirraciales, se van a enfrentar en un duelo a muerte, en un western urbano, en el que los líderes de ambos mandos pertenecen a las dos razas dominan tes en Estados Unidos: los blancos y los negros, perteneciendo al segundo grupo el máximo representante de la ley y el orden, el sheriff actual, interpretado por Denzel Washington, un actor que ha representado a policías y ladrones con la misma dignidad. Del lado de los rehenes de este estado de violencia representantes de todos los grupos que forman la nación de los Estados Unidos: hombres, mujeres, niños, blancos, negros, indios, jóvenes, viejos, jóvenes, a los que Spike Lee desnuda en una de las secuencias más simbólicas del film, para mostrar que, sin ropa, todos nos parecemos demasiado, y vestidos como los ladrones y los mafiosos, es imposible diferenciarlos de ellos. Una mujer de avanzada edad, acomplejada por los modelos que proponen 'los que pueden' acusa a los atracadores de misoginia.
Los diferentes sectores que se van a ver implicados en el conflicto. van a ser escudriñados con precisión por las cámaras inquisitoriales de Lee . Los detectives Frazier y Mitchell, hombres sin uniforme. interpretados por Denzel Washingston y Dhiwrtel Ejiofor, chocan desde el comienzo con el Capitán John Darius, encarnado por el excepcional Willem Dafoe escenifican en la pantalla los roces entre las diferentes policías o los distintos estamentos dentro de un cuerpo, que los norteamericanos no dudan jamás en exponer públicamente. El panorama se completa con una mediadora, al servicio del alcalde de la ciudad, papel que desempeña Jodi Foster, emblematizada como una mujer que goza de una buena posición económica, por medio de un plano secuencia que penetra en su apartamento de lujo, tras doblar una esquina de una lujosa fachada decorada por una especie de gárgola, atraviesa estancias que se comunican entre si, a modo de un mini-palacio versallesco, hasta llegar al salón en el que la mujer habla por teléfono con un magnate, el Presidente del Manhattan Bank. Este film distópico, frío, cuya tonalidad grisácea choca con el habitual colorido de las Lee, no está exento de notas de humor que irrumpen en el relato a través de los gadgets que usa la policía y que rememoran al ficticio y elegante agente 007, al servicio de Su Majestad británica, y del juego que lleva un niño, hijo de un rehén que enseña cómo atracar bancos y alarma a Dalton, el jede de los bandidos, que manifiesta su intención de hablar con el padre y afearle su desidia en la educación de su hijo. A medida que avanza el film va adquiriendo, en determinados momentos, carácter documentalista, buscando un efecto verité. Los interrogatorios de los rehenes, breves secuencias que se intercalan en una acción que avanza sin tropiezos, funcionan como retrocesos al pasado, flashbacks de unos hechos que se han producido en off, como la liberación (no exactamente, como se verá en su momento), de los ciudadanos retenidos a la fuerza, que recuerdan estos programas a que son tan aficionados los norteamericanos y que cuentan crímenes horrendos o casos sin resolver, en los que se usan actores para narrar casos reales. Cuando Frazier y Mitchell, interrogan a un joven que habla con naturalidad de un AK47, no se sabe si lo ha tenido en sus manos alguna vez o se lo ha aprendido en uno de estos reality.
A lo largo de los interrogatorios comienza a desvelarse que los actores principales no son lo que parecen, que tienen un lado oscuro, un alter ego que ocultan, que esconden tras nombres relevantes, que forman parte una estrategias de despiste, tras la que se esconden asuntos de mayor calado, que afectan a personas importantes del mundo financiero. Los homenajes a policías ficticios del mundo del cine, como James Bond o Serpico, se multiplican, aunque los agentes de Spike Lee no tienen nada de excepcional, su papel en el film es modesto y más corporativo que individual. Pero, a medida que avanza el film veremos que nada es lo que parece, que se va evolucionando desde el thriller policiaco al político y el dedo acusador se va dirigiendo certeramente hacia su verdadera diana: el origen criminal de la acumulación capitalista sobre la que se erigieron los mayores fortunas que invirtieron en entidades financieras como los bancos, de implantación mundial; esta riqueza se generó en un país teóricamente neutral, que sigue reuniendo en Davos al 1% de la población mundial que controla el 99 % de la riqueza (Un reportero en la Montaña Mágica, Andy Robinson), donde se refugia el dinero de procedencia ilícita, el gran imperio del latrocinio con el que no pueden competir los paraísos fiscales de nuevo cuño, un hecho que ha favorecido robos espectaculares, seguidos de un silencio sepulcral. Ejecutivos norteamericanos de poca moral de bancos suizos, tras la II Guerra Mundial, se relacionaron con los nazis y se aprovecharon de esta amistad para despojar a la gente perseguida, en especial judíos, de todo lo que tenían depositado en estas entidades, algo que viene denunciando el cine europeo y norteamericano, ya sea en películas de gran calidad formal y discursiva, a las que algunos califican de mainstream, como la saga de X-Men, a través del vengador Magneto, u otras,para un público más reducido, como Phoenix de Christian Petzold (2015), por citar sólo algunas. Con este dinero, manchado de sangre, fundaron bancos, que podían ser atracados con el mínimo riesgo, para los conocedores del lado oscuro de sus presidentes, que siguen dejando desnudos a los ciudadanos que se acercan a ellos movidos por la necesidad.
Los negociadores, como el papel que interpreta Jodi Foster, no hablan en nombre de la sociedad ni del bien común, sino de los nazis, y creen estar por encima de la policía, un cuerpo esclavo a su servicio. Frente a esta realidad, un hombre blanco, Robert Redford en Habana, y un hombre negro, en Inside Man lanzan un mensaje parecido, desde su diferente posición racial: ante los abusos de 'los que pueden' todos los hombres, sea cual sea su raza, sexo o condición, son iguales, vistos como unos puntitos negros, como los describe Harry Lime a su amigo Holly Martins, desde lo alto de la noria de Viena en 'El tercer hombre de Carol Reed (1949), cuyas divisiones, a favor o en contra de estos magnates carecen de sentido. Esta no es su guerra; el conflicto se resuelve entre ladrones, caballeros feudales que luchan con todas las armas a su disposición, sin excluir el chantaje. Con máscaras, dice el niño-rehén, son todos iguales y ese es el quid de la cuestión que nos anuncia Clive Owen al principio del film.
Ligerísimos contrapicados nos muestran a unos policías, cuyo empoderamiento frente a los ciudadanos corrientes tiene cierto peso, pero cuando negocian con los buitres la cámara no aprecia ninguna ventaja, sino todo lo contrario. Los poderosos no temen a la policía, temen a la fama a una notoriedad desfavorable que los pueda descabalgar de su posición social, y esto es algo que se hace cada vez más evidente para policías y espectadores, ante una cámara objetiva que no adelanta acontecimientos, salvo las entrevistas, que pueden ser interpretadas como flashbacks o flashforward, según el lugar en el tiempo que tomemos como referencia, cuya interpretación, según advierte
A la complicada estructura de comenzar el relato in medias res, une planos muy discutibles, desplazamientos sobre plataformas, simultaneidad de la elaboración de planes y visualización de los resultados; en una batalla entre policías y ladrones, mercenarios e interesados directamente en la resolución del conflicto en una dirección u otra, las masas de rehenes sirven como carne de cañón de una guerra que no les incumbe, narrada sin sacralizaciones, sin héroes, en las que las batallas se dirimen con la estrategia y la táctica de los contendientes, cuya superioridad se logra con buenas estrategias y en la que las armas que usan los atracadores no son lo que parecen. Spike Lee nos ha engañado desde el principio y lo ha hecho muy bien, con el objetivo de mostrarnos con claridad las luchas estériles y las rivalidades en las que los hombres se enzarzan por motivos que no les competen. Ahora la corrupción judicial no es la que denuncian habitualmente las películas, sino la que propicia el dinero presionando a los cargos institucionales. Hay un dicho que se atribuye al Barón Rotschild y que recuerda Jodi Foster a Denzel ante las figuras alegóricas de la Justicia que adornan la Corte Suprema: "Cuando hay sangre en las calles, compra bienes. El Sr. Case (Presidente del Manhattan Bank) debió tomarse esa opinión muy en serio, pero no es diferente al resto de los ricos, así se han hecho la mayor parte de las grandes fortunas. Déjelo, es un buen policía, la ciudad lo necesita." ¿Para qué? ¿Para perseguir roba-gallinas?
Spike Lee esculpe el tiempo en forma de bucle y lo dota de una estructura circular; la película vuelve, casi al final, justo antes del desenlace, al discurso inicial que ahora se ilumina y se hace comprensible para un espectador que ha asistido al desarrollo de los acontecimientos y que ha ido recibiendo información que lo prepara para un desenlace hitchcockiano que ofrece las mismas posibilidades interpretativas que el disparo realizado al aire por el profesor Rupert Cadell en 'Rope' /La soga (1948). Nunca quedan claros los motivos de Dalton Russell para actuar como lo hace, ni si se implica ideológicamente en lo que hace: sólo deja un testimonio: "No soy ningún mártir.Lo he hecho por dinero, pero eso no sirve de mucho si no te puedes mirar al espejo. El respeto es la moneda final. Le he robado a un hombre que vendió el suyo por unos dólares, que después intentó lavar su culpa, ahogándola en una vida de buenas obras y un mar de respetabilidad, y casi lo consigue. Pero, inevitablemente, cuanto más huyes de tus pecados, más agotado estás cuando te pasan factura.Y te pasan factura." Algo que muchos, creyéndose impunes, parecen olvidar.
Tampoco está claro si el policía decide no ser un mártir y resguardarse las espaldas de forma pragmática, pero protegiendo a la vez su propia conciencia. Ningún dato permite deducirlo con seguridad, a excepción de unos diplomas, ascensos y un brillante que se deslizó de forma azarosa en el bolsillo de su chaqueta, cuando, sin él saberlo, tropezó con el líder de los 'atracadores'. ¿Han decidido unos y otros que esa no es su mierda, sino la de los hombres ricos de la Gran Manzana y los responsables políticos con los que se relacionan ?. No es la primera vez que el cine americano acusa de complicidad con los nazis y los tiranos de cualquier tiempo y lugar con las élites económicas americanas, incluida la familia de Osama Bin Laden. Dos hombres buscan la justicia a un lado y otro de la ley, aunque castigar a los culpables no está en sus manos, sino en instancias políticas y judiciales que todavía no han entendido el significado de la sacrosanta palabra democracia. A ellos se une una prensa que tiene dispuestas una serie de etiquetas despectivas para cada film que se atreva a poner en cuestión la respetabilidad de hombres como Arthur Case, Presidente del Consejo de Administración de un gran banco, con sede en la city de New York. Una película de Spike Lee en la que hace suyo el precepto de Honoré de Balzac, "Detrás de cada gran fortuna hay un gran crimen", que aparece por primera vez en 'La Posada Roja' y se convierte en un tema recurrente en la Comédie Humaine."
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