Ana y el rey. Andy Tennant.
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Ficha técnica:
Título original: Anna and the King.
País: Estados Unidos.
Año: 1999
Duración: 147 minutos.
Dirección: Andy Tennant.
Guión: Steve Meerson y Peter Krikes, basado en el diario de Anna Leonowens.
Casting: Priscilla John.
Dirección de Fotografía: Caleb Deschanel, a.s.c.
Música: George Fenton.
Edición: Roger Bondelli, a.c.e.
Directores artísticos: Paul Ghirardani, "Lek" Chaiyan Chunsuttiwat; supervisores: Tom Nursey, Marc Fisichella, John Ralph.
Decorador del set: Ian Whittaker.
Diseño de Vestuario: Jenny Beavan.
Jefe de maquillaje: Morag Ross.
Peluquería: Muriel Bell y Betty Glasow.
Productor: Lawrence Bender y Ed Elbert.
Co-productores: Wink Mordaunt y Julie Kirkham. Jon Jashni, G.Mac Brown.
Productor asociado: Eric Angelson.
Productor ejecutivo: Terence Chang.
Diseño de Producción: Luciana Arrigbi.
Compañías. Productoras: 20th Century Fox /Fox 200 Pictures
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Intérpretes:
Jodie Foster: Anna,
Chow Yun-Fat: King Mongkut,
Bai Ling: Tuotim,
Tom Felton: Louis,
Syed Alwi: Primer ministro de Siam,
Randall Duk Kim: General Alak,
Lim Kay Siu: Príncipe Chowfa,
Melissa Campbell: Princesa Fa-Ying
Príncipe Chulalongkorn: Keith Chin,
Mano Maniam: Moonshee,
Shanthini Venugopal: Beebe,
Deanna Yusoff: Lady Thiang,
Geoffrey Palmer: Lord John Bradley,
...
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Sinopsis:
La joven británica llega en 1862 a Bangkok, 1862, Tailandia, contratada por el Rey de Siam para que educara a sus cincuenta y ocho vástagos. Desde el primer momento se producirá un choque entre la diferente idiosincrasia y el diferente estadio evolutivo, que le señalará a la institutriz el propio rey, que impedirá el acercamiento que ambos desean.
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Premios:
1999: 2 nominaciones al Oscar: Mejor dirección artística, vestuario
1999: 2 nominaciones al Globo de Oro: Mejor canción, banda sonora original
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Críticas:
Pablo Kurt (Filmaffinity) se implica, algo inusual en esta página, y realiza una extensa crítica del film: "Los ingredientes: Amor, cruce de culturas y exotismo oriental. Las especias: la presencia de Jodie Foster y unos paisajes espectaculares. La receta: el aburrido manual de cómo hacer una película sin salirse un fotograma de los cánones. El resultado: parece apetitoso, es digerible y digestible ... pero le falta sal, emoción, pasión y originalidad. En definitiva, un remake apto para los que están a régimen aunque añoren platos mejores: "Doctor Zhivago", "Memorias de África", "El último emperador"... sin olvidarnos de las primeras adaptaciones de la misma historia: "Ana y el rey de Siam", de John Cromwell, y "El rey y yo", musical de 1959 con Deborah Kerr y Yul Brynner."
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Comentario:
Una gran superproducción de una gran compañía hollywoodiense, que tiene como protagonista a una mujer británica, una representante del imperio colonial de los ingleses, los antepasados de los norteamericanos, y a un rey muy poderoso, que aplasta con su bota a sus súbditos, no ciudadanos, y que, a pesar de intentar modernizar su país a marchas forzadas, es consciente de que la evolución cultural es mucho más lenta de lo que muchos pudieran desear. Todos somos conscientes de que, incluso cuando un país parece que se ha incorporado a la modernidad, todavía conserva zonas que se encuentran en un estadio evolutivo cercano al de las cavernas. La conciencia de que esto es así la traduce a cada momento la inglesa que muestra la superioridad y la altivez de quien se cree superior, no sólo al rey, sino también a su heredero legítimo y su cincuentena de mujeres y concubinas y los vástagos de éstas, siempre por debajo de la cabeza del soberano, al que deben la obligada proskynesis, un protocolo del que ella se considera eximida. Como el hombre es así de contradictorio, el rey, aunque esta actitud lo degrada ante sus 'siervos', en realidad todo el país, se siente atraído por esta mujer, aún a costa de prescindir de todo su harén y entregarse a la monogamia, si bien finalmente se impone el sentido común. Su país le puede consentir cualquier cosa, -abusos de poder, ejecuciones masivas, maltratos físicos...-, pero no una violación de sus tradiciones.
La película está hecha a lo grande, con inmensos decorados de cartón piedra, cientos de extras, (de verdad), trajes voluminosos para la occidental, gran colorido para los autóctonos, ya sean hombres o mujeres, y espectaculares puestas en escena, solemnes y rimbombantes, propias de épocas anteriores, que funcionan como activadores de los nostálgicos que, en cierto modo, recuperan su infancia perdida en la que, de la mano de sus padres acudían al cine a ver grandes puestas en escena como ésta, muy desfasada en el tiempo ya que fue realizada cuando el siglo XX llegaba a su fín y había dejado detrás de sí producciones de este tipo como 'El rey y yo', dirigida por Walter Lang en 1956, 'Doctor Zhivago' de David Lean (1967) o 'Los diez mandamientos' de Cecil B.De Mille de 1956. En medio de esta monumentalidad y culminado no sólo un siglo, sino una era, todo suena a caduco y decadente, no sólo la puesta en escena que ya no puede competir con las nuevas producciones que incorporan las tecnologías más modernas, cuentan historias más actuales y profundizan más en el desarrollo de sus personajes, mostrando no sólo el lado brillante, el del lujo y la grandiosidad en el que muchos creen que son posibles los amores más apasionados, dejando arrumbado el lado oscuro de estos arquetipos que apenas tiene presencia en las relaciones de amor cortés. Es difícil que un film así atraiga a las nuevas generaciones, salvo aquellos que se sientan seducidos y fascinados por las historias de príncipes, princesas y joyas que relucen más que las del tesoro de Aladino. Para el resto carece de interés y es, incluso, muy reaccionaria.
Una gran superproducción de una gran compañía hollywoodiense, que tiene como protagonista a una mujer británica, una representante del imperio colonial de los ingleses, los antepasados de los norteamericanos, y a un rey muy poderoso, que aplasta con su bota a sus súbditos, no ciudadanos, y que, a pesar de intentar modernizar su país a marchas forzadas, es consciente de que la evolución cultural es mucho más lenta de lo que muchos pudieran desear. Todos somos conscientes de que, incluso cuando un país parece que se ha incorporado a la modernidad, todavía conserva zonas que se encuentran en un estadio evolutivo cercano al de las cavernas. La conciencia de que esto es así la traduce a cada momento la inglesa que muestra la superioridad y la altivez de quien se cree superior, no sólo al rey, sino también a su heredero legítimo y su cincuentena de mujeres y concubinas y los vástagos de éstas, siempre por debajo de la cabeza del soberano, al que deben la obligada proskynesis, un protocolo del que ella se considera eximida. Como el hombre es así de contradictorio, el rey, aunque esta actitud lo degrada ante sus 'siervos', en realidad todo el país, se siente atraído por esta mujer, aún a costa de prescindir de todo su harén y entregarse a la monogamia, si bien finalmente se impone el sentido común. Su país le puede consentir cualquier cosa, -abusos de poder, ejecuciones masivas, maltratos físicos...-, pero no una violación de sus tradiciones.
La película está hecha a lo grande, con inmensos decorados de cartón piedra, cientos de extras, (de verdad), trajes voluminosos para la occidental, gran colorido para los autóctonos, ya sean hombres o mujeres, y espectaculares puestas en escena, solemnes y rimbombantes, propias de épocas anteriores, que funcionan como activadores de los nostálgicos que, en cierto modo, recuperan su infancia perdida en la que, de la mano de sus padres acudían al cine a ver grandes puestas en escena como ésta, muy desfasada en el tiempo ya que fue realizada cuando el siglo XX llegaba a su fín y había dejado detrás de sí producciones de este tipo como 'El rey y yo', dirigida por Walter Lang en 1956, 'Doctor Zhivago' de David Lean (1967) o 'Los diez mandamientos' de Cecil B.De Mille de 1956. En medio de esta monumentalidad y culminado no sólo un siglo, sino una era, todo suena a caduco y decadente, no sólo la puesta en escena que ya no puede competir con las nuevas producciones que incorporan las tecnologías más modernas, cuentan historias más actuales y profundizan más en el desarrollo de sus personajes, mostrando no sólo el lado brillante, el del lujo y la grandiosidad en el que muchos creen que son posibles los amores más apasionados, dejando arrumbado el lado oscuro de estos arquetipos que apenas tiene presencia en las relaciones de amor cortés. Es difícil que un film así atraiga a las nuevas generaciones, salvo aquellos que se sientan seducidos y fascinados por las historias de príncipes, princesas y joyas que relucen más que las del tesoro de Aladino. Para el resto carece de interés y es, incluso, muy reaccionaria.
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