Gladiator. Comentario.
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De nuevo rendimos un homenaje a Russell Crowe, un actor australiano que ha logrado un puestos entre las estrellas de la meca del cine y que se ha convertido para siempre en el comandante de las tropas romanas reducido a la calidad de fenómeno de circo por su lealtad a Marco Aurelio, según la ficción creada por Ridley Scott. Gladiator se ha convertido en un film de culto, un clásico, que sigue atrayendo a generaciones de jóvenes. Frente a él, los de mayor edad, recuerdan con nostalgia La caida del imperio romano, dirigida por Anthony Mann. Ambas se ambientan en la Roma del emperador adoptivo Marco Aurelio, periodo de transición entre los Antoninos (Nerva, Trajano, Adriano y Antonio Pío) y los Severos. Una réplica de la estatua ecuestre del emperador, cuyo original se encuentra en el Museo Capitolino, preside la plaza del Capitolio diseñada por Miguel Ángel; existe en Roma la leyenda de que cuando desaparezca la capa de bronce que cubre su estatua (ya queda poco) llegará el fin del mundo.
Anthony Birley ha escrito una biografía del emperador-filósofo, que gobernó el imperio entre el año 161-168, Marcus Aurelius, basándose en la correspondencia con su tutor Marco Cornelio Frontón, en Dion Casio o en sus Meditaciones. Ridley Scott se permite algunas licencias, como crear un personaje, un general hispano de las tropas del Norte y comandante del frente de Germania, Maximus Decimus Meridius. Se han criticado mucho los gazapos del film, pero no usan todos el mismo criterio, pues si bien algunos consideran que Décimo es un cognomen, claramente aparece Decimo como praenomen en el fundador de Valencia Décimo Junio Bruto, o el asesino de César, Décimo Junio Bruto Albino. Otras cuestiones me parecen ya un poco inquisitoriales: muchas veces la falta de recursos obliga a rodar en lugares emblemáticos, como la Plaza del Vaticano; pero no olvidemos que filmes del género tan emblemáticos como Julio César de Mankiewickz, viste a los senadores con el ropaje que más le acomoda; que el Senado en Escipión el Africano, es un paraje en ruinas; que los tocados de Elizbeth Taylor en Cleopatra son ad usum de la mítica actriz o que los mantos, paludamentum, que a su vez hacían de manta para cubrirse en invierno, o los penachos de los cascos de un rojo brillante, sólo existían en la imaginación de Anthony Mann, y otros realizadores de la época. Cada vez nos acercamos más a una representación fidedigna de la 'realidad', al mito de Frankenstein, con las limitaciones que imponen las fuentes documentales.
Sin embargo hay algunos méritos del film que se pasan por alto, como por ejemplo el papel protector del perro, que sigue a Maximus en la batalla y ataca a sus enemigos; el efecto colateral del 'fuego amigo' en el fragor de la batalla, en el que los soldados dan golpes a diestro y siniestro y no pueden evitar dañar a un conmilitón; el ir y venir en el campamento tras la batalla, tras lavarse las manos ensangrentadas, el uso de pieles contra el frío, o la presencia de las imágenes de los antepasados.
El prestigio del perro, que acompaña a los Lares Praestitis, protectores de la ciudad, sufrió un descalabro, cuando en el año 390 antes de Cristo los galos saquearon Roma y no se percataron del peligro,avisando a los resistentes de la colina capitolina las ocas del templo de Juno Moneta. Bella secuencia inicial, con un gran protagonismo del 'gran amigo del hombre', poco o nada usual en las películas del género. También es destacable en esta escena inicial la práctica de matar al mensajero, representada por los marcomanos arrojando su cabeza a los pies de los romanos; la exhortación militar del general que recomienda a sus soldados avanzar juntos, en formación cerrada, prietas las filas, con estas palabras: "Si os veis cabalgando solos por el valle, no os preocupéis, ya estáis muertos". Es muy diferente a la arenga , más individualista, de Alejandro Magno (Oliver Stone) a sus soldados antes de la batalla, recordando, uno a uno, a los oficiales de rango superior, sus actos heróicos, o los de sus familiares, en batallas anteriores, homenaje a Howards Hawks y su Capitan Wyatt en Tambores lejanos.
Los jóvenes pueden reconocer ciertos signos romanos adoptados por grupos neofascistas, como el grito de ¡Fuerza y honor!, el saludo, los símbolos e incluso los uniformes militares. También hay alusiones a la visión de la loba que da Tito Livio, a través de un expresión del lanista, tratante y entrenador de gladiadores, de que era en realidad una prostituta. Poco importa si Cómodo mató a su padre o murió de forma natural, o qué gladiador lo mató a él en la escuela de gladiadores.
Otro detalle importante y que quizás muchos ignoren, es que generales romanos, nacidos ya en provincias, nunca habían estado en Roma, como el protagonista, que observa admirado la grandiosidad del Coliseo, cuya construcción comenzó Vespasiano y terminó Tito. Fue utilizado como cantera siglos más tarde, y muchos de los bloques que faltan adornan hoy el Vaticano.
Maximo lleva una especie de bulla o saquito con los dioses protectores de su hogar, semejante a la que portaban los niños romanos hasta que tomaban la toga viril, y que le acompaña en su travesía guerrera. El film muestra la evolución de la loriga, y la desaparición de las pteruges o tiritas de cuero para protección de brazos y piernas, sustituidas por elementos más consistentes. Así pues, a pesar de los fallos o gazapos que algunos se empeñan en buscar, es un film que permite una reconstrucción parcial del mundo romano, que relanzó el género peplum, con filmes posteriores como Troya, Alejandro Mago, o 300 .
Ha sido el público el encargado de poner la película en su sitio, de premiar a los intérpretes y de favorecer su carrera posterior y ahora, transcurridos los años, el film entra en el panteón de los clásicos y sirve apoyo del estudio del legado de Roma en el mundo académico.
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