Los reyes del crimen. Demian Linchtenstein.




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Ficha técnica:

Título original:
País: Estados Unidos.
Año: 2001.
Duración: 120 minutos.

Dirección: Demian Lichtenstein.
Guión: Richard Recco, Demian Linchenstein.
Casting: Pam Dixon Mickelson, c.s.a.
Dirección de Fotografía: David Franco.
Música: George S.Clinton. Supervisor: Robin Urdang.
Edición: Michael J. Duthie y Miklos Wright
Supervisor efectos visuales: Ray McIntyre, Jr.
Diseño de Vestuario: Mary McLeod.
Coordinador de especialistas: Norman Howell, J.J.Makaro, Yves Cameron.

Productores: Demian Lichenstein, Eric Manes, Elie Samaha, Richard Spero, Andrew Stevens.
Productores asociados: Lynn Oddo y Sharron Leigh.
Poductores ejecutivos: Don Carmody y Trace Stanley.
Co-productor: James Holt.
Productor en línea: Joseph Patrick Finn.
Diseño de producción: Robert de Vico.
Compañías:. Productoras: Franchise Pictures, MorganCreek Productions, Inc. y Franchise Pictures, asociadas con Lightstone Entertainment, Inc.
Distribución: Manga Films.

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Intérpretes:

Kurt Russell: Michael Zane,
Kevin Kostner: Murphy,
Courtney Cox: Cybil Waingrow
Christian Slater: Hanson,
David Arquette: Gus,
Bokeem Woodbine: Franklin
Kevin Pollak Damitry,
Thomas Haden Church: Quigley,
ICE T: Hamilton
Howie Long: Jack
David Kaye: Jesse Waingrow.
Louis Lombardi: Otto Sinclair,
Shawn Michael Howard: Roller Elvis,
David Kaye: Jesse Waingrow.

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Sinopsis:

Como en cada año, en el Casino Riviera de Las Vegas se dan cita centenares de imitadores de Elvis. Pero entre los asistentes a la convención se encuentra una banda de atracadores que pretenden asaltar el Casino. A ritmo de rock y con excesos de pólvora conseguirán su objetivo provocando serios destrozos, y comenzarán una huida a través del desierto en la que aparecerá una chica de dudoso pasado con intenciones aparentemente buenas.


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Críticas:

Los reyes del crimen es una película tan bizarra y sorprendente, tan kitsch, artificiosa e incluso ridícula que ha concitado el interés de muchos críticos, a los que ha inspirado para que permitieran que aflorara su sentido más irónico y desenfadado de la vida, incluido Pablo Kurt, el director de Filmaffinity que casi nunca se pronuncia, salvo que le guste mucho un film;  en 2001  destacó el título con el que se exhibió esta película  en Latinoamérica: "3000 millas al infierno".  En esta misma época Mike Clarck, de USA Today, escribió: "Una película cuya rareza casi alcanza el matrimonio Lisa Marie-Michael Jackson; mala película, relativamente saludable para Ángel Fernández Santos del diario 'El País'.

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Comentario:

Los títulos iniciales se inscriben en una secuencia en la que se ha empleado mucho más ingenio que dinero: unos bichos del desierto, escorpiones venenosos, metálicos, de colores vivos, pelean a muerte, en un suelo reseco plagado de esqueletos de antiguos seres vivos que a nadie le importan ya ('Todo lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas), alternando estas imágenes con otras aceleradas de un coche de la década de los 60 que circula por un carretera en medio de nubes de polvo que compiten con las que corren a gran velocidad por el cielo, hasta derrapar delante de un cartel, que ha perdido todo su esplendor y emerge entre las agresivas patas de uno de estos insectos, en el que se anuncia una Convención Internacional de imitadores de Elvis, que va a tener lugar en Las Vegas. Un comienzo popero decadente, que roza lo inimaginable y surrealista. Del coche baja un Kurt Russell envejecido, con unas gafas de sol oscuras que esconden su decrepitud, un físico que apenas evoca al otrora joven actor que interpretó a Elvis bajo la batuta de John Carpenter en 1979. Ahora mira desafiante, desviando la mirada del público y dirigiéndola al cartel en el que varios Elvis le devuelven el reto, luciendo unas enormes y extravagantes solapas de una camisa amarilla. Bajo de este enorme anuncio, otro nos recuerda que hemos llegado a Rosewood: "Welcome to Rosewood, Pop. 63".

Kurt Russell en el film de Carpenter
Resulta francamente desternillante ver  a unos bragados ex-presidiarios comportándose como auténticos groupies de Elvis, una panda de locos dispuestos a pelearse si alguien osa denigrar al 'rey'. Un puñado de buenos actores a los que no importa aparecer como unos chalados tarantinianos en un film cuyo mayor mérito parece ser derribar a los mitos, y  no se puede negar que lo consiguen, cosa nada difícil si recordamos la última etapa del ídolo de las masas. Todos ellos parecen encantados de participar en esta gamberrada.

La llegada de la banda, convenientemente ataviada en honor de su dios, está filmada en un set con techo y tomada con un ligero contrapicado que aumenta la sensación de claustrofobia y agobio que producen en muchos espectadores los hoteles muy horteras y los casinos donde se derrocha el gusto más chabacano y en el que el grupo se desenvuelve con soltura y seguridad ya que todos se sienten hijos de Elvis. El lugar elegido para su importante operación representa la máxima expresión de uno de los mayores desvaríos del hombre que dio rienda suelta a sus delirios de grandeza indocumentados en medio de un desierto, un lugar repetidas veces objeto de  proyectos de desfalcos tan disparatados como el que relata la mítica saga de Ocean's Eleven/Los once de Ocean, que llevaron a la pantalla Lewis Milestone en 1960, o Steven Soderbergh en 2001. Mientras se produce un tiroteo entre la banda disfrazada y la policía, los fans de Elvis, que se concentran en el lugar elegido, el hotel y casino Riviera, siguen absortos en su homenaje, bailando y observándose unos a otros, comparando sus disfraces, sin prestar atención a lo que ocurre fuera de su centro de interés, del que no les hubiera apartado ni el diluvio universal. A pesar de las escasas pretensiones del director y su equipo de hacer una película profunda, que indague en los recovecos del alma humana, logran mostrar con bastante eficacia la escasa capacidad de reflexión de que hacen gala muchos hombres y mujeres que disfrutan con las representaciones de un mundo de cartón piedra y figuras humanas que evocan los grandes hitos de la historia y la presencia de figuras relevantes, y se comportan de la forma más abracadabrante y destarifada ante la mirada atónita de un niño, un aprendiz precoz de la condición humana y su máximo beneficiario . Un ambiente que podemos encontrar a poco que nos movamos de nuestra casa, aunque sea en forma de humilde remedo, con o sin gángsters patéticos. 

El curriculum de los cacos que roban un casino, una idea que creen muy original y que puede pillar desprevenida a la policía que no espera que ocurra tal cosa, es tan bizarro como todo lo demás; sus protagonista son Thomas J.Murphy, (Kevin Kostner), el capo de la banda,  que nació el mismo día que Elvis, de padre desconocido, se crió en casas de acogida, fue médico en Vietnam y siguió una carrera de vandalismo hasta acabar en la delincuencia más dura, y su compañero Michael Zane (Kurt Russell), que  no pueden competir en sagacidad e inteligencia con Cibyl (courtney Cox) una mujer-delincuente con la que tropiezan y no precisamente porque caigan rendidos a sus pies por los encantos femeninos, que por supuesto utilizan. Realizado el atraco comienza un carrera de desenfreno, deslealtades, enfrentamientos, engaños, visitas a ladrones de guante blanco que blanquean dinero, cuya contraseña es, ni más ni menos, que  "ser pulcro acerca a la santidad' , que culmina en el tiroteo más violento y carente de sentido, en el que Murphy, que se pasó años de su vida proclamándose hijo del 'dios', hasta que las pruebas de ADN le demostraron lo contrario, muere como un auténtico ídolo, como él cree que lo hubiera hecho Elvis, vestido con una camisa floreada y mirándose al espejo antes de lanzar toda la artillería. Terminada la película, ilustrando los créditos finales se inscribe  un homenaje al film de John Carpenter, en el que Kurt Russell aparece vestido de Elvis, con un traje similar al que lleva en Los reyes del crimen, cantando con un micrófono en la mano, y otras de Kevin Kostner como un entusiasta grupie del cantante.

Un film divertido e interesante que estos días venden los periódicos.




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