Menudo fenómeno.
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Ficha técnica:
Título original : Delivery Man.
País: Estados Unidos.
Año: 2013.
Duración: 103 minutos.
Dirección: Ken Scott.
Guión: Ken Scott, basado en la obra original "Starburck" escrita por ken Scott y Martin Petit.
Casting: Jeanne MaCarthy.
Casting: Jeanne MaCarthy.
Dirección de Fotografía: Eric Alan Edwards.
Música: Jon Brion. Supervisores: Jonathan Carp, Dana Sano.
Edición: Priscila Nedd Friendly, a.c.e.
Director artístico: Mark Newell.
Decorador del set: Sara Parks.
Director artístico: Mark Newell.
Decorador del set: Sara Parks.
Diseño de Vestuario: Melissa Toth.
Productores: André Rouleau, p.g.a.
Productores ejecutivos: Ray Angelic, Scott Mednick, Mark Sourian.
Diseño de producción: Ida Random.
Compañías. Productoras: Dreamworks Pictures y Reliance Entertainment presentan a André Rouleau Production. Distribución: DeAPlaneta.
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Intérpretes:
Vincen Vaungh: David Wozniak
Cobie Smulders: Brett,
Chris Pratt: Emma.
Britt Robertson: Kristen,
Dave Patten: Adam,
Adam Chandler-Berat: Viggo,
Jack Reynor:Josh,
Simon Delaney: Victor,
Andrzej Blumenfeld: Mikola,
Bobby Moynihan: Aleksi,
Damian Young: Attorney William,
...
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Sinopsis:
David Wozniak, un hombre de escasas ambiciones, descubre en el peor momento de su vida que, debido a sus donaciones de esperma, es padre de 533 hijos. Y 142 de ellos quieren conocerlo. Es un remake de otra película de Ken Scott, que realizó en 2011: Starbuck.
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Críticas:
La película ha sido mejor entendida en el mundo castellano-parlante que en Estados Unidos, imposibilitando que el espectador obtenga una mínima orientación ante la pluralidad de opiniones que van desde los suspensos claros hasta que no vea la películay conforme su propio criterio,
La película ha sido mejor entendida en el mundo castellano-parlante que en Estados Unidos, imposibilitando que el espectador obtenga una mínima orientación ante la pluralidad de opiniones que van desde los suspensos claros hasta que no vea la películay conforme su propio criterio,
Sergio F.Pinilla realiza una crítica deliberadamente oscura que no se entiende bien: " Poniéndonos serios, la película es un canto a la paternidad y una llamada de atención frente a los desmadres eugenésicos que acotan los lindes de la diversidad humana. Aunque lo mejor de ¡Menudo fenómeno! es el cachondeo de ese Vince Vaughn interactuando con toda su galería paterno filial de nerds, currelos, pivones, y basket stars." (Menudo fenómeno. Cinemanía). Hubiera sido de agradecer un poco más de claridad expositiva.
Ivan Morales considera que Delivery Man sorprende por no ser una comedia boba. Sí es chistosa pero tiene un guión repleto de momentos entrañables. (Una familia numerosa.Cine Premiere. com.mx.)
Ivan Morales considera que Delivery Man sorprende por no ser una comedia boba. Sí es chistosa pero tiene un guión repleto de momentos entrañables. (Una familia numerosa.Cine Premiere. com.mx.)
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Comentario:
'Menudo fenómeno' es el mayor destarifo, (despropósito o disparate), que ha podido salir de la cabeza de un ser humano, una fantasía que a muchos, ignoro la razón, los ha seducido a lo largo de los años y se ha materializado en películas como El rey y yo (Walter Lang, 1956) o Ana y el Rey, (Andy Tennant, 1999), que se sustentan en la misma historia. A mentes infantiles y escasamente desarrolladas les fascina imaginar e incluso ver en la imagen especular que le devuelve la pantalla de un personaje poderoso, su anhelado sosias, que dispone de un harén repleto de 'odaliscas' y con un buen porrón de hijos, (de los que, por supuesto, no se tienen que ocupar personalmente; un montón de canguros para el hijo, concebido de manera natural, que espere el protagonista de 'Menudo fenómeno'), un sueño que se encargó de amargar Bertolucci en 'El cielo protector' con la imagen sórdida y hostil de las esposas del jeque vestidas de negro y recelosas de la mujer blanca y monógama que se lleva el tuareg a su guarida. Pero la simple idea de que alguien pueda tener 533, hijos, además de absurda e increíble, sólo la puede favorecer la moderna tecnología, desconocida en los tiempos de la imagen analógica, cuando no existía la posibilidad real de gestar hijos por medio de la reproducción asistida o fecundación in vitro. Algo que ahora es utilizado para la moralina y la chanza.
Este tema lo trata de forma mucho más inequívoca Lisa Chodolenko en 'Los chicos están bien' (2010), que narra la historia de un matrimonio de lesbianas que recurre a la inseminación artificial por razones obvias y deja bien claro el papel que desempeña el donante de esperma. Huele a podrido una pretendida comedia en la que el protagonista brinda con su familia con un conocido 'nasdrovia', lo cual, sin mayores explicaciones le atribuye una nacionalidad bien conocida, lo cual exime a los norteamericanos de noble cuna de caer en la indignidad en la que se refocila David Wozniak, que se cree el rollo y busca la cercanía del mayor número posible de sus supuestos vástagos. Pero de aquí a concluir que es una llamada de atención frente a los desmadres eugenésicos que acotan los lindes de la diversidad humana, como afirma Sergi F. Pinilla de Cinemanía hay un buen trecho. Dicho en román paladino, un film que va contra el aborto en el caso de que los facultativos diagnostiquen malformaciones en el feto, una situación que se da en uno solo de los 533 hijos de Starbucks, nombre curioso que adoptó cuando hizo la donación, el de la famosa cafetería de Seattle, que comenzó a cobrar, en la década de los setenta, 4 dólares por un café.
A medida que avanza el film gana en deshonestidad, al intentar cuadrar el círculo y hacer compatible la resolución de los problemas económicos del protagonista con los 'buitres' que le han dejado dinero y ahora se lo exigen de forma expeditiva y la asunción de la paternidad de 533 hijos. Una última imagen totalmente bizarra y que da vergüenza ajena, reúne en torno al personaje a un montón de jóvenes, que no pasarán de una cincuentena, algo similar a lo que ocurre con los 300 de Esparta de Zack Snyder (2006). Juntar 533 jóvenes es menos difícil, aunque más caro, que obligarnos a imaginar que el esperma de un hombre ha fructificado en tantas mujeres. Una historia esperpéntica que, dada la sensibilidad del tema, no logra hacer reír como lo hiciera Buster Keaton cuando concentró montones de novias en una iglesia, haciendo el papel de un tal Jimmy Shannon, en la comedia slapstick 'Siete ocasiones', en la que es perseguido por 'cientos' de mujeres a las que ha convocado para casarse antes de la 7 de la tarde del día que cumple 27 años, fecha límite para cobrar un herencia como hombre casado.
Por otra parte el film está realizado con pretensiones autorales en cuanto al tratamiento semántico de las texturas cinematográficas, el color amortecido por una luz empobrecida que lo priva de la brillantez de la comedia americana de los Hermanos Farrelli, Todd Phillips o Judd Apatow, y el grano grueso y sucio que lo aleja de la nitidez de la imagen digital. De este modo Ken Scott intenta dar a su comedia la gravedad de un drama, sirviéndose de las texturas y el color, algo que se produce con frecuencia cuando se intenta elevar la obra de entretenimiento al nivel de una sesuda reflexión. El cineasta, como hacen otros muchos colegas con pretensiones de seudointelectualidad, intenta evocar aquel cine de pueblo o de barrio, con el objetivo de representar a una clase trabajadora (David es un repartidor de carne en la empresa de su padre) que, sin hacerlo patente, nos haga sentir que estamos en un suburbio donde se concentran emigantes, para mayor gloria de los nostáligos de aquellos tiempos en los que la cultura era una cuestión que competía solo a la clase superior, con el objetivo de hacernos caer en la cuenta de de que estamos ante un tema serio, a pesar de que intenten arrancar la sonrisa, o la mueca, de su público, y para ello crean que lo más apropiado es un sabor añejo, nostálgico.
Una dicotomía de la que en cierta ocasión me habló con entusiasmo un fotógrafo de pueblo, enfermo terminal, que siempre había trabajado con cámaras analógicas, que le permitían plasmar sus percepciones y emociones en sus instantáneas y manipularlas en el laboratorio hasta darles su toque personal, pero que no quería morir sin experimentar las aportaciones al mundo del arte de las nuevas tecnologías. Martin Scorsese, un cineata de reconocida valía, le augura a su hija Francesca, debutante en el oficio, que el futuro es brillante porque " por primera vez en la historia de esta forma de arte, se pueden hacer películas por muy poco dinero." (con menos que lo hacían los cineastas de la Nouvelle Vague de modestos medios, o el neorrealismo italiano, que salía a las calles ante la imposibilidad de montar sus propios sets. "Puedes crear hermosas imágenes con cámaras que te puedes permitir. Puedes grabar sonido. Puedes montar, mezclar y hacer corrección de color desde tu casa. Todo eso es ahora posible (...) Pero hacer una película, la que tú necesitas hacer, es otra cosa. Y ahí no existen los atajos. "(Las horas perdidas.Diario La República, 2 de enero de 2014).
Por otra parte el film está realizado con pretensiones autorales en cuanto al tratamiento semántico de las texturas cinematográficas, el color amortecido por una luz empobrecida que lo priva de la brillantez de la comedia americana de los Hermanos Farrelli, Todd Phillips o Judd Apatow, y el grano grueso y sucio que lo aleja de la nitidez de la imagen digital. De este modo Ken Scott intenta dar a su comedia la gravedad de un drama, sirviéndose de las texturas y el color, algo que se produce con frecuencia cuando se intenta elevar la obra de entretenimiento al nivel de una sesuda reflexión. El cineasta, como hacen otros muchos colegas con pretensiones de seudointelectualidad, intenta evocar aquel cine de pueblo o de barrio, con el objetivo de representar a una clase trabajadora (David es un repartidor de carne en la empresa de su padre) que, sin hacerlo patente, nos haga sentir que estamos en un suburbio donde se concentran emigantes, para mayor gloria de los nostáligos de aquellos tiempos en los que la cultura era una cuestión que competía solo a la clase superior, con el objetivo de hacernos caer en la cuenta de de que estamos ante un tema serio, a pesar de que intenten arrancar la sonrisa, o la mueca, de su público, y para ello crean que lo más apropiado es un sabor añejo, nostálgico.
Una dicotomía de la que en cierta ocasión me habló con entusiasmo un fotógrafo de pueblo, enfermo terminal, que siempre había trabajado con cámaras analógicas, que le permitían plasmar sus percepciones y emociones en sus instantáneas y manipularlas en el laboratorio hasta darles su toque personal, pero que no quería morir sin experimentar las aportaciones al mundo del arte de las nuevas tecnologías. Martin Scorsese, un cineata de reconocida valía, le augura a su hija Francesca, debutante en el oficio, que el futuro es brillante porque " por primera vez en la historia de esta forma de arte, se pueden hacer películas por muy poco dinero." (con menos que lo hacían los cineastas de la Nouvelle Vague de modestos medios, o el neorrealismo italiano, que salía a las calles ante la imposibilidad de montar sus propios sets. "Puedes crear hermosas imágenes con cámaras que te puedes permitir. Puedes grabar sonido. Puedes montar, mezclar y hacer corrección de color desde tu casa. Todo eso es ahora posible (...) Pero hacer una película, la que tú necesitas hacer, es otra cosa. Y ahí no existen los atajos. "(Las horas perdidas.Diario La República, 2 de enero de 2014).
Y es aquí donde falla Ken Scott,en hacer una película que esté a la altura de los debates en torno a la inseminación artificial, la donación de esperma,el matrimonio gay o la paternidad. en que se involucra la sociedad, sin prejuicios, sin sexismo ni toques, por muy débiles que sean de discriminación del extranjero, que ha llegado a Estados Unidos y ha hecho fortuna, ya sea con café de cuatro dólares o vendiendo carne como el padre de David. En lugar de esto intenta una comedia clásica, que despierta la curiosidad morbosa de otros tiempos, cuyo resultado es uno de los productos más ridículos que he tenido la mala fortuna de contemplar en los últimos tiempos.
Esta 'joya' está disponible en el vídeo club (gratuito) de ONO cuatro días, de los cuales han transcurrido ya dos.
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