Salvajes. Comentario





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Comentario:

¡Menudo verano sesudo llevamos! Hay que aprovechar la advertencia que nos hace el propio Oliver Stone en su magnífica saga de Wall Street  de que el dinero nunca duerme, para resetear nuestro cerebro y ponerlo al día con el objetivo de que nos ayude a comprender lo que nos está sucediendo. El realizador, que al presentar esta película en el Festival de Cine de San Sebastián, pidió que Aznar fuera juzgado en La Haya por su complicidad con  George W. Bush en la invasión de Irak, según informó en aquel momento Darío Prieto, enviado especial del diario 'El Mundo', aprovechó la ocasión para revelar a su público que abandonaba parcialmente el camino de sus películas y documentales más o menos políticos, para volver al terreno de 'Giro al infierno' o 'Asesinos natos'. Pero esta afirmación era una pequeña mentirijilla, como evidencia el discurso que pone en boca de john Travolta, cuando se despide de su esposa moribunda, para huir con sus hijos y salvar las vidas que corren peligro en un proceso de concentración de los carteles de la droga, cuyos jefes  lideran los partidos que se presentan a las elecciones en Méjico (Azul, Elena, Lado y Azu-Lado). Lo transcribimos porque son muchos los hombres y mujeres  a los que representa uno de los alegatos más políticos que se han podido oír en el cine en los últimos tiempos (no lo puede evitar): " ¿Recuerdas el día de mi graduación? Jamás olvidaré cómo me mirabas cuando me dieron el diploma, lo orgullosa que estabas. Pero lo que no te dicen cuando te dan el diploma es la cantidad de mierda que te espera en la vida. Lo curioso es que no quieren que te afecte esa mierda, quieren que llegues al final de tu vida limpio. Pero ¿qué significa eso hoy en día? Tengo que hablar con mi supervisor que saca su tajada. Si quieres ver a los auténticos bandidos, a los profesionales, pon la puta tele. Sí. Hemos convertido a las prostitutas en heroínas. Una nación invadida por la prostitución que apesta en Wall Street, Washington... Esos cabrones hacen ver que lo que yo hago es patético. Si se despertaran con mi trabajo, con mi vida, con mi sueldo, buscarían una pistola para metérsela en la boca. No puedo parar, no puedo dejarlo, ni girar a la derecha o la izquierda, es un círculo y a todo el mundo le toca su ración. Ya ni recuerdo la última cosa limpia que vi..."  Aunque parezca muy pesimista tiene la virtud de hacernos entender que no somos tan inútiles, que quien no sufre la injusticia es porque está al otro lado, lo sepa o no, y no porque los desafortunados lo sean porque no conocen otra vía que la del fracaso. Pero ¿Alguien puede explicar qué camino hay que seguir, -sin trampas -, para alcanzar el éxito?

Oliver Stone vuelve a su pasado no sólo temáticamente, sino emulando su propio estilo estilo, combinando el color y el blanco y negro o introduciendo el final del film al comienzo del mismo, en una sucesión tan rápida de planos que hacen imposible extraer la más mínima conclusión, a pesar de que desafía a los detractores del spoiler. Pero algo ha cambiado desde 1994 hasta ahora ya que los avances tecnológicos se producen con mucha rapidez y van dejando el terreno plagado de  nuevos héroes de leyenda a los que define O con precisión: "Todo negocio de éxito tiene un origen mítico. Microsoft y Apple nacieron en un garaje; el de Ben y Shon se gestó en la playa. El primero estudio empresariales y botánica en Berkeley, Chon fue un marine que participó en  Afganistán e Irak, donde acumuló una gran fortuna, pero perdió su alma." Entre ambos crearon una gran negocio independiente: el cultivo de cannabis, la famosa 'maría' de tan buena calidad que llamó la atención de los poderosos carteles de centroamérica. Quien dude de  que  los creadores e impulsores de la telefonía móvil e internet, el negocio de la guerra o el consumo de droga blanda no son los héroes del siglo XXI es que ha perdido toda noción de la realidad. Se quejaba alguien hace poco de que Batman había sustituido a los dioses de la antigüedad grecolatina en el panteón de la modernidad, sin percatarse de que estos hombres que vuelan disfrazados de trajes de colores están siendo sustituidos por otros nuevos, en muchas ocasiones auténticos cyborgs.


Ben y Chon


Ángel Sala es uno de los que no se percatan de este detalle y rastrea las influencias de la película de Stone en realizaciones europeas protagonizadas por un triángulo amoroso, que se da siempre que dos hombres se quieren tanto que buscan una mujer para compartir y esconder sus verdaderos sentimientos (Elena, Shalma Hayeck), títulos como Jules y Jim (1962) de Truffaut, en El desprecio (1963 de Godard), en el tratamiento de la luz o de la pasión, el peligro y el desafío a la muerte, muy próximo a Al final de la escapada (1960), y es precisamente, según el crítico,  ese europeismo al contar un historia de tintes mejicanos y  norteamericanos, lo que produce cierta extrañeza e indefinición. Este argumento, como cualquier otro que se esgrima, es subjetivo y por lo tanto discutible, sin embargo, lo que quiere dejar Stone en la mente del espectador es una confusión tal que le obligue a tomar partido, tanto en lo que se refiere al punto de vista, la presencia de un narrador que puede estar muerto, como Joe Gillis (William Holden), el protagonista  de Sunset Boulevard, (Billy Wilder, 1950), en este caso O filmada en blanco y negro en un claro cameo del célebre cineasta, o Lester Burnham (Kevin Space), que reproduce este esquema en American Beauty (Sam Mendes, 1999). En muy pocas ocasiones utiliza el cambio de color con valor semántico, algo que contrasta con Asesino natos en el que pasa de un formato a otro compulsivamente; ahora se reprime y lo utiliza sólo en momentos muy significativos del relato: cuando O confiesa que puede estar muerta o cuando Chon y Ben fundan su empresa de producción y venta de marihuana, cultivada con semillas procedentes de Afganistán, que pronto se hace célebre por su calidad. A mayor abundamiento, propone dos finales alternativos, que permiten al espectador optar por el que más le acomoda, sin que nada permita justificar uno u otro.

Los grupos en conflicto, blancos norteamericanos, budistas o belicistas como Ben o Chon, y los morenos mejicanos controlan, de distintas formas, el comercio de la droga, y se califican mutuamente de salvajes. Benicio del Toro realiza el papel de bruto a que nos tiene acostumbrados, no entiende el triángulo amoroso que se establece entre los tres jóvenes del norte, sin embargo no le tiembla el pulso para cortar cabezas, pegar a su mujer o tener un montón de concubinas. "Busqué en el diccionario,- dice O-, la definición de salvaje y significa cruel, impedido, retrocedido a un estado humano primitivo." Desde su escondite en las selvas asiáticas más recónditas formula un deseo: " Algún día quizá regresaremos, pero de momento estamos aquí viviendo como salvajes.", mientras suena "Here comes the sun"/Aquí viene el sol de los Beatles. Pero ésto no nos puede hacer pensar que Stone trata mejor a sus compatriotas, sino simplemente que actúan de una forma más hipócrita y sibilina, como pone de manifiesto el discursito con el que el agente del FBI, que colaboran con los traficantes, pronuncia ante su mujer moribunda y que hemos incluido al principio de esta entrada.

Es un film duro de ver, que no da tregua a los malvados, y, en cierta medida pesimista, aunque aconsejable. Mas, por otra parte, permite que cada uno de nosotros reflexione y se percate de que no es una basura porque no triunfa según los cánones de quien se siente un personaje de éxito jugando con las reglas actuales, simplemente porque sus escrúpulos le impiden pasar a la otra orilla. La cuestión reside en saber si se nos permitirá abandonar esta vida limpios.



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