El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante. Comentario.



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Comentario: 

El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, es obra de un aspirante a pintor, Peter Greenaway, que acabó ejerciendo la profesión de cineasta; en la que se puede percibir su sentido del color, con un predominio de los tonos rojos, que lleva a sus pantallas, inspirándose en lienzos de pintores desde el Renacimiento al Barroco, en especial en las composiciones de Rembrandt; que tienen la capacidad de colocar a sus personajes en escenarios grandilocuentes, abigarrados, recargados de todos aquellos objetos, alimentos y comparsas que se adecuan al tema que lleva a ese gran teatro del mundo, al que accede el espectador tras correrse unos grandes cortinajes. Tan pronto comienza la acción todo se torna vulgar y escatológico, mostrando lo peor del ser humano que se esconde bajo los trajes caros y lujosos que visten los comensales de este estrambótico restaurante que apenas se distingue, a no ser por las formas, vulgares con pretensiones de grandes señores de los mafiosos, de los comensales y el lujo de sus vestidos, de aquellas bares con mesas en las calles en las que se sirven cenas pantagruélicas con las que que Fellini llenaba las vías romanas, un cineasta cuya influencia se hizo más patente en las películas del británico, a pesar del respeto que sentía por Antonioni, Bergman, Godard, Pasolini y Resnais.

El realizador inglés aventaja a su homólogo italiano en la calidad morbosa y enferma de sus historias, en la que se busca el escándalo y la provocación sin ningún límite, aunque esto incluya la humillación del ser humano, la destrucción de todo y de todos, sin respeto a la edad, sin tener en cuenta si son niños o ancianos, en un marco en el que la cámara se mueve con total libertad, pasando de unos escenarios a otros, como luego hará Wes Anderson y sus casas de muñecas, con la particularidad de que  las escenas que nos muestra son desagradables y, los protagonista, al desplazarse de unos lugares a otros cambian el color de sus ropajes.

En este espeluznante restaurante no existe distinción entre los ingredientes de la comida, los guisos, las vísceras de las víctimas del gángster, que a su vez pueden convertirse en viandas de los torturados,, el color de la sangre, el de las cortinas, las paredes, e incluso las hojas de los volúmenes del librero.Lo peor de la condición humana al descubierto y muy difícil de soportar para un espectador sensible al maltrato femenino, su sumisión y humillación. Un final terrible cierra una historia de horror como solo Peter Greenaway es capaz de abordar.

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