Star Wars. Calentando motores. George Lucas, Alan Ladd Jr. y La Fox: nacimiento del cine contemporáneo.

Alan Ladd Jr. y George Lucas, una relación que cambió el mundo del cine.


Cualquiera que tenga curiosidad por conocer se puede acercar a la Enciclopedia Espasa, una obra que convivió durante casi cuarenta años con el franquismo, escrita por los 'ciegos' , los individuos más peligrosos de  todos los que nos rodean, de que habla Ernesto Sabato en su famosa trilogía (El túnel, (1948), Sobre héroes y tumbas, (1964)  o Abaddón el exterminador (1974), o Noël Simsolo en su famosa obra 'El cine negro', refiriéndose a los jueces (críticos literarios, cinematográficos y de cualquiera de las artes), y podrá observar cómo calificaban en su momento a Picasso, el creador del arte moderno, como un pintor sin imaginación. Transcurridos casi cuarenta años desde la primera entrega de la saga de Star Wars todavía hay quien critica y menosprecia lo que ellos creen que es un producto mainstream, con todas sus connotaciones, sin valor alguno, concebido desde los despachos de los magnates, y realizan sus observaciones desde pretendidas páginas web de diseño, realizadas por jóvenes salidos de escuelas de negocios (lo que importa es lo que se dice ¿no?). Se le acusa de iniciar una tendencia que valora las películas según la recaudación de su primer fin de semana, de la invasión de las pantallas por los efectos especiales de alta tecnología capaces de poner en pantalla cualquier cosa, la introducción de las sagas, el incremento de los presupuestos y los gastos en publicidad, el merchandising...(1)

Pero tiene gracia que se diga ésto de un hombre nacido en un pueblo que se llama 'Modesto', California, criado en un rancho en el que se cultivaban nueces y cuyo  padre tenía una tienda de venta de escritorios, un fanático de las carreras de automóviles, una afición que le costó cara, y de la que dejó testimonio en 'American Graffitty', una familia que realizó un gran esfuerzo para pagarle estudios cinematográficos en la Universidad del Sur de California, en el centro de Los Ángeles, y que le dio un tiempo para abrirse camino antes de regresar a su pueblo para colaborar en el negocio familiar. Nada parecido a un pijo que no tuvo que luchar para abrirse camino. George Lucas, como el protagonista de WhiplashDamien Chazelle,  (2014), tuvo que 'sangrar' para poder dar a luz a toda la imaginería del siglo XX, ya que carecía de los derechos de autor de los héroes del momento, ya fueran Flash Gordon de Alex Raymond, propiedad de Fellini, Dune, que realizó David Lynch por encargo de Dino de Laurentiis, etc. y como dictan algunas teorías sobre la evolución de las especies, como la de Lamarck, la función crea el órgano y Lucas desarrolló su portentosa imaginación creando sus propios personajes y su propio universo, una tarea que iba a mostrarse particularmente compleja desde el momento en que comenzó a concebir su historia y sus personajes. Dejando atrás proyectos propios que asumieron otros como Apocalipse Now, comenzó a recopilar material de cuentos de hadas, mitología, antropología y relatos de ciencia ficción (....) y a leer a Isaac Asimov. y revistas pulp, (...) a ver películas de samurais de Kurosawa, e incluso 'El Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien. (Opus cit.). La acumulación de material, el trabajo realizado que sirvió de base a sus películas fue tan grande, que  era imposible de volcar en una sola película.

Orson Welles, ya consagrado, condición necesaria para que la gente te escuche, confesó que el cine era el tren eléctrico más fabuloso con el que le habían dejado jugar en toda su vida. Lucas se expresó en el mismo sentido cuando dijo que: "En cierta manera, La guerra de las galaxias se dirige a lo que nos queda de niños" (...) Antes de hacer 'La guerra de las galaxias' me di cuenta de que no hay cuentos para niños hoy en día y de que el número de padres que se sientan para contarles cuentos a sus hijos está disminuyendo (...). La guerra de las galaxias es también una herramienta psicológica que los niños pueden utilizar para entender mejor el mundo, su lugar en él y cómo adaptarse." Es en este punto, en esta pretensión pedagógica que le impulsa a controlar todo el proceso, en el que entronca con la Nouvelle Vague y con tantos y tantos que han aprendido junto a él cómo el resentimiento lleva al hombre al lado oscuro, y no precisamente en el sentido en el que usa esta palabra Harold Bloom, cuando se lo aplica a quienes se dedican a causas solidarias, sino el de que siente que ha sido marginado y ninguneado como le ocurre a Anakyn Skywalker que irá evolucionando hacia Darth Vader. La máscara vendrá después y tras ella ocultará el ser en el que el odio lo ha convertido, algo mucho más común de lo que muchos creen y que provoca profundo desagrado en quien conserva, mientras le dejen, un poco de inocencia.

Con todos estos mimbres Lucas ya estaba preparado para iniciar su viaje hacia la fama merecida, porque ya relucía el rubí que con tanto esfuerzo había tallado. Pero entonces se encontró con la muralla que levantaban ante cualquiera que carece de recursos las grandes compañías, que hacían remilgos ante la space opera que les presentaba el joven de Modesto, un chico imaginativo que chocaba con la moda de los tiempos que practicaban venerados cineastas como Stanle Kubrick, 2001: Space Odissey, (1968), Boris Sagal, (El último hombre vivo,( 1971), e incluso George Lucas en TXH: 1138 (1971), películas de ciencia-ficción que denunciaban la decadencia de la sociedad, distopías futuristas que estaban agotando al espectador. Cuando comenzó el viaje por las compañías fue rechazado por todas y cada una de ellas: Universal, United Artistes, Warner, hasta que llegó a la Fox, donde encontró a la primera persona dispuesta a apoyar su proyecto: Alan Ladd Jr., el 'Mecenas' del cine del siglo XX, el único que, en sustitución de los jerarcas de la Iglesia y la nobleza de otros tiempos, podía pagar la puesta en escena de las 'Capillas Sixtinas' de la imagen en movimiento  y sufragar las grandes composiciones de músicos como John Williams, que ha acompañado a los llamados por algunos 'Wonders Boys' (Spielberg y Lucas especialmente; Coppola siempre pudo contar con su padre Carmine), Esta fue la única película hollywoodiense de la saga, y esta circunstancia es el producto del encuentro casual con otro visionario que no acababa de creer en el beneficio eonómico de la idea de Lucas, pero apostó por ella.

Lucas renunció a su salario (10.000 dólares por el guión y 50.000 por la dirección)  a cambio de conservar el control sobre su propia película escamado por lo que había ocurrido con sus dos largometrajes anteriores, donde tuvo que aceptar cambios y amputación de metraje en la obra exhibida comercialmente. Además, Lucas se reservaba el derecho a recibir un cuarenta por ciento de los beneficios que pudeira generar la película en su carrera comercial a través de su compañía, la Star Wars Corporation,  la explotación del merchandising concebido como una forma de promocionar la película. (Opus cit) La propiedad del film y la distribución quedaba en manos de la Fox, que ya tenía experiencia previa en estas prácticas comerciales que habían resultado un fracaso comercial para la compañía. 

Tiempo después, el propio Lucas declaró a un periodista de 'El País', Koro Castellano, cuando las tres primeras películas daban beneficios a través de la venta de estos juguetes: " Soy un cineasta de San Francisco, no pertenezco a Hollywood y no tengo el dinero que tienen ellos. Así que tuve que averiguar de dónde sacar dinero (...) Disfruto con los juguetes y además creo que son muy valiosos para los niños..." De este modo quedan desmontadas muchas leyendas en torno a Lucas, el blockbuster, el merchandising y las grandes inversiones que hubo de realizar una compañía para lanzar un producto multimillonario. No se le puede negar a Alan Ladd Jr. su capacidad para entender lo que tenía delante, pero más tarde comprendió que si alguien creía en Star Wars ese era George Lucas.

Lucas, Spielberg y Coppola, concluye Miguel Juan Payás, comparten una similar virtud para anticiparse al cine de su tiempo, o al menos para imaginar por donde va a transitar el cine del futuro, como si se empeñaran en hacer válida una cita de Joseph Conrad en 'El espejo del mar': "Sea cual sea la embarcación que diestramente gobierne, el marinero del futuro no será nuestro descendiente, sino tan solo nuestro sucesor." (Opus cit.) Ahora comienza una nueva etapa y se pone al frente un alumno de Spielberg, J.J.Abrams, que nadie duda que lo hará bien, pero ni su tiempo, ni sus circunstancias personales ni su capacidad creativa es la misma que la del que, partiendo de la casi nada, levanto el gran edificio de Star Wars que sigue moviendo multitudes. Una película que sin abandonar el criticismo y optando por la pedagogía, por abrir nuevas ventanas al mundo, como pretendían sus compañeros de la Nouvelle Vague, no abandonó la esperanza en un mundo mejor y dotó de amabilidad y humanismo a esos dos robots, que algunos creen que fueron inspirados por Isaac Asimov, y que destilan sentido del humor, como muchos otros compañeros de viaje. Unos seres mecánicos que se alejaban del terrible Hal, la máquina perniciosa, que representaba el desarrollo deshumanizante que acababa volviéndose contra el hombre y no colaborando con él.


(1) George Lucas. El mayor espectáculo del mundo. Miguel Juan Payás. Ediciones J,.C.Clementine. Colección Clásicos



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