Sufragistas.Comentario.





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Comentario:

Javier Ocaña termina su crítica para el diario 'El País' con una advertencia que suena a amonestación: "Al que no se le hiele la sangre con las imágenes finales documentales, tiene un problema" (1) Pero el verdadero problema es que un film realizado por mujeres, cien años después de los acontecimientos que relata, haya puesto tantos elementos de extrañamiento entre estos hechos y el espectador actual y haya desaprovechado tantas oportunidades reales de acercarnos al sufrimiento de las mujeres de finales del siglo XIX y principios del XX, de tal manera que el producto llega frío y sin alma al espectador que llena el patio de butacas. Desde la música electrónica de Alexandre Desplat que nos trae a la memoria las sensaciones de Lorca en New York hasta las últimos apuntes de las diferentes fechas en que las mujeres han ido consiguiendo el derecho a voto, pasando por la fotografía oscura, sin luz ( a veces hay dificultad para distinguir las imágenes), los planos que cortan sin pudor a los personajes, las grúas que se elevan sin demasiada explicación o las imágenes ralentizadas encriptadas de Cary Mulligan dirigiéndose a Brenda Gleeson (victima y policía que comienza a dudar), dan como resultado un producto que a mí, como mujer, me ha parecido en exceso masculino. Se puede entender que Abi Morgan y Sarah Gavron, directora y guionista, con Carey Mulligan encabezando el reparto, una actriz triste por excelencia, hayan optado por distanciar el discurso para favorecer la reflexión del público en torno a la lucha sin cuartel que algunas mujeres (mil sufragistas fueron a la cárcel) emprendieron contra una discriminación política que les impedía colaborar en la elaboración de leyesen la época de mayor explotación del capitalismo industrial, (la mayoría comenzaba a trabajar a los 7 años, independientemente de su sexo), que favorecieran una igualdad por la que muchas mujeres siguen luchando.Recordemos la mofa y la befa de que fue objeto la joven ministra de igualdad española, Bibiana Aido, una 'bisoña'a  la que podía faltar experiencia, pero que dominaba el discurso de las feministas contra el constructo de género, un bagaje que hoy sólo portan las más jóvenes merced al esfuerzo de los caucus de mujeres.

Realizadores como Peter Mullan en 'Magdalene Sisters (Las Hermanas de la Magdalena,  2002) nos han mostrado de forma estremecedora y austera, pero incisiva en su denuncia, el coste en vidas de mujeres modestas de los cuellos blancos de los hombres de la burguesía, los manteles almidonados de sus hogares y los volantes de las sayas de sus esposas; aquí hay una ligera y suave alusión  a la posición de la mujer según su esfera social, como denuncia Teresa De Lauretiis tomando como referencia un ensayo de  Joan Kelly, cuando la protagonista, la obrera de una lavandería, Maud  Watts, interpretada por  Carey Mulligan, lleva a una niña de doce años,- compañera de trabajo e hija de otra obrera que trabaja en la misma empresa, una proletaria auténtica que tiene hijos sin parar en una sociedad que no permite el aborto, una sufragista que entra y sale de la cárcel constantemente-, a casa de una camarada de lucha, esposa de un diputado ¿laborista?, y la salva de la explotación sexual y económica. Si queda claro, como en Norma Rae de Martin Ritt (1979), que la adquisición de la conciencia de la discriminación de la mujer en la sociedad patriarcal es al mismo tiempo el producto y el proceso de su representación (De Lauretiis).

Pero estas mujeres han desaprovechado no solo la ocasión de denunciar la diferencia entre las mujeres, que ha impulsado a muchas teóricas a cambiar su lema y contraponer a la mujer versus mujeres, al poner el foco sobre las obreras y optar por cerrar su película con la muerte de una sufragista que se tiró a los pies de los caballos para llamar la atención y recurrir al material encontrado, un documental de su entierro, y a la incorporación de información sobre una pantalla en negro del proceso de incorporación de las mujeres al derecho a votar, sin tener en cuenta el papel que tuvo la ciencia en la liberación de las féminas, que queda muy claro en la película de Peter Mullan y que tuvo más peso que la compasión o la aceptación de las reivindicaciones de las proletarias. Mary Wollstonecraft, madre de Mary Shelley, la creadora del mito de Frankenstein, una feminista destacada, publicó en 1792 una carta en respuesta a un político revolucionario francés,-'Una reivindicación de los derechos de la mujer'-, una carta que no tuvo los efectos deseados hasta que en 1903 se fundó en Inglaterra la'Unión Social y Política de las Mujeres' (WSPU), bajo el liderezgo de Emmeline Pankhurst, breve papel que interpreta en el film Meryl Streep, primer movimiento activo en pro del sufragio de las mujeres, que potenció el activismo revolucionario.

Pues si algo favoreció de forma definitiva la liberación de las mujeres fue la invención de la lavadora mecánica, tanto en el hogar como fuera de él. Todavía queda gente mayor que en determinadas ocasiones lleva ropa a los conventos y se la devuelven pulcra, planchada y con frecuencia almidonada, Pero este trabajo lo hace alguien, siempre, ayer y hoy, es decir mujeres que en otros tiempos utilizaban productos abrasivos que provocaban accidentes graves, como el de la madre de Maud, que murió despellejada. Suponemos que guionista y directora no han elegido al azar el trabajo de sus protagonistas, pero han querido otorgar todo el mérito a la lucha de mil mujeres, que lo tuvo por supuesto, sin tener en cuenta el contexto. La liberación de un trabajo como el de lavar con la introducción de la máquina en una sociedad de cuellos blancos, que nada tiene que ver con otras sociedades precedentes y que se cobró muchas víctimas en los comienzos del capitalismo industrial y financiero, favoreció que una sociedad cruel e indiferente al sufrimiento de quienes combatían, como antes lo hizo la ahora clase dominante, la burguesía, en la Revolución Francesa, cediera ante la reivindicación de estas mujeres; la mayoría de las de su sexo, como ocurre siempre, incluso discriminaron a aquellas que perdieron a sus hijos al no poder atenderlos a causa de su ingreso intermitente en la cárcel y de unas leyes que las privaban de la propiedad de sus vástagos y se la cedía al marido. Otras cuestiones quedan pendientes de explicación como la respuesta de la clase dominante a actos como la destrucción de una residencia en el campo de un diputado. No creemos que fuera tan suave como la pintan.

Si lo que han querido es servirse de la destrucción del placer  de la mirada  como arma radical que predica Laura Mulvey  (Placer visual y cine narrativo), no hay ninguna duda de que lo han conseguido. Si no es este su objetivo habrá que explicar por qué con un equipo en el que figuran técnicos de relumbrón y con un elenco tan espectacular, en el que Meryl Streep cede su nombre más que su presencia, habrá que preguntarse y preguntar por qué algunos han utilizado calificativos como 'obra maestra' o 'película conmovedora e importante'. Estamos receptivos.





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