Piratas de Silicon Valley. Martyn Burkey.






Ficha técnica, sinopsis, trailer (Pinchad aquí)


Comentario:

"No quiero que penséis que es sólo una película, un impulso que convierte electrones en figuras y sonidos. Estamos aquí para hacer una hendidura en el universo. Estamos creando una conciencia nueva, como un artista o un poeta, así es como tenéis que verlo. Estamos reescribiendo la historia del pensamiento humano con nuestro trabajo". Con estas palabras apela al público el actor Noah Wyle,, que se dirige a los espectadores antes de interpretar su papel en la película que se está rodando, con el fin de explicar la trascendencia de la revolución que estos personajes llevaron a cabo. Nadie puede negar los cambios que se han producido con la globalización de las conciencias y en el hundimiento de muchas profesiones que tienen su base en la creación artística o intelectual. Si a la reacción ante los cambios producidos por la primera revolución industrial de los trabajadores a los que desplazaba la máquina. que destruyó sus antiguas formas de vida y organización social, se le llamó ludismo, las nuevas tecnologías vienen acompañadas de la romántica idea de la piratería, cuya bandera presidía los lugares de trabajo de la empresa Apple impuesta por su co-fundador Steve Jobs

Pero hoy como ayer la transición es larga, y si en los siglos XVIII y XIX el primer efecto fue la introducción del trabajo infantil y las jornadas de 16 horas diarias, en los comienzos de la era actual los piratas de Silicon Valley regalaban camisetas a sus trabajadores en los que se defendía la jornada de 90 horas semanales, que se aproxima bastante a la de la primera revolución industrial. El efecto más inmediato ha sido el enriquecimiento desmedido de estos empresarios, que como el 'pirata' Drake, que presidía empresas participadas por la corona, recurría al asalto y el robo de barcos españoles que procedentes de las 'Indias' surcaban el Atlántico en dirección a su patria. Hoy se produce el mismo patrón: Microsoft roba ideas a IBM, Apple a Xerox, o a Microsoft y ésta última empresa a todas las anteriores: la batalla final la ganó Bill Gates, que tiene una participación importante en Apple, y se permite aconsejar a los gobiernos de todo el mundo el modo en que deben gestionar sus países. 

Si él extrajo los excedentes de una población sumisa, adicta a las tarifas planas y las bandas anchas, la única forma que tienen el resto de las empresas de superar una crisis que ha arruinado a los trabajadores de todo el mundo es extraerles dichos excedentes de su trabajo con reformas laborales, que no sólo reducen sus ingresos, sino derechos adquiridos en las luchas desde el siglo XVIII. El axioma de Marshall McLuhan de que el medio es el mensaje parece no funcionar en el film de Burke. Narrado con un modo de representación muy convencional, presenta a Steve Jobs, Steve Wozniak, creadores de Macintosh y Apple II y Bill Gates y Paul Allen de Microsoft, como unos descamisados, unos hippies de orígenes humildes que procedían de las Universidades de Harvard y Berkeley, que luchaban por alcanzar el sueño americano, usando como medio la competencia más brutal y la explotación de los jóvenes informáticos, el robo o la piratería como forma generalizada de conseguir la hegemonía en el mercado. 

La revolución tecnológica ha favorecido la creación de fortunas jamás imaginadas, concentradas en manos de unos pocos y el empobrecimiento de las masas, en las que se ha instalado una mentalidad sumisa y adicta a unos medios de comunicación, de los que pueden ser expulsados tan pronto como no puedan hacer frente a los recibos del teléfono o la luz. Mientras los poderosos se enzarzan en juicios entre sí, que les permite su alto nivel adquisitivo, los individuos que usan el nuevo soporte y llenan de contenido la red viven y trabajan en la más completa de las inseguridades, que generan el temor a posibles infracciones de leyes farragosas; el estrés a que Steve Jobs somete a sus empleados salpica de zonas oscuras el film de Martyn Burke. El film trata especialmente mal a Steve Jobs, un iluminado, , que se considera un artista dotado de una nueva espiritualidad, creador de un especie de secta, un hombre que reniega en principio de su hija, Lisa, cuyo nombre designa a uno de sus primeros prototipos y denuncia la entrada en sus empresas de altos ejecutivos de Coca-Cola, atraídos por un negocio que promete los mayores beneficios económicos. 

No obstante, el sistema operativo Windows de Bill Gates acabó imponiéndose a Macintosh, creado por el equipo de Jobs, al menos fuera de Estados Unidos, donde la marca de la manzanita ha quedado relegada a sectores privilegiados y pijos por el precio del producto. Martyn Burke incide, en una película redundante y repetitiva, en los traumas de Jobs, adoptado por el abandono de unos padres que no conoce, en la honestidad de Steve Wozniak, que hastiado de este clima de competencia y deslealtad, lo abandona todo para enseñar informática y baile a los niños, o en el carácter de Bill Gates, pero aporta una mirada a los personajes que pusieron en marcha una revolución tecnológica, cuyas consecuencias aún no se atisban, y, aunque sólo sea por eso, ya me parece recomendable.

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