La ley del mercado. Stéphane Brizé




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Ficha técnica:

Título original: La loi du marché.
País: Francia.
Año: 2015.
Duración: 93 minutos.

Dirección: Stéphane Brizé.
Guión: Stéphane Brizé y Olivier Gorce.
Dirección de Fotografía: Eric Dumont.
Música:

Producción: Olivier Pére, Christophe Rossignon y Philippe Boéfard.
Productores asociados: Vincent Lindon y Stéphane Brize.
Compañías. Productora: Nord Ouest Productions; distribución: Golem Distribution.


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Intérpretes:

Vincent Lindon:  Thierry Taugourdeau,
Karine de Mirbeck:  La mujer de Thierry,
Matthieu Schaller : Hijo de Thierry,
Xavier Mathieu:  Amigo sindicalista,
Paul Portoleau : Amigo sindicalista,
Yves Ory : Consejero de Empleo.

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Sinopsis:


Thierry es un hombre de 51 años que lleva 20 meses sin trabajo a pesar de ir cada día a una oficina que se supone que debe ayudarle a encontrar, y que sin embargo solo lo pasean de cursillo en cursillo. No obstante, no pierde la esperanza, y gracias a su fuerza de voluntad y la necesidad de mantener a su familia, Thierry acaba encontrando un trabajo como guardia de seguridad en un supermercado, a pesar de que el sueldo es bastante inferior al de su anterior empleo, lo acepta. Su función consiste en vigilar los pequeños robos que se realicen en el super, y todo marcha bien hasta que le proponen una función nueva, espiar a sus compañeros a través de las pantallas y ver si cometen alguna infracción para poder echarles a la calle. ¿Será capaz de espiar a sus amigos? 'La ley del mercado' es un intenso drama francés dirigido por Stéphane Brizé ('Mademoiselle Chambon', 'No estoy hecho para ser amado') cuyo actor principal, Vincent Lindon, ha recibido el premio a Mejor Actor en la edición 68 del Festival de Cannes de 2015.

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Premios:

2015: Festival de Cannes: Mejor actor (Vincent Lindon)
2015: Premios César: nominada a mejor película, director y actor (Lindon)
2015: Festival de Mar del Plata: Selección oficial largometrajes a concurso
2015: Premios del Cine Europeo: Nominada a Mejor actor (Vincent Lindon)


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Críticas y comentario:


Los europeos y en especial los franceses están acostumbrados a mirar la realidad cotidiana, no de la calle como dicen interesadamente muchos de diferentes orientaciones políticas, sino la de los más desgraciados de la calle, que son, la mayoría. Sin embargo van bastante más retrasados que los norteamericanos en la realización de un cinema verité que, al otro lado del Atlántico, centra su interés en la macroeconomía y la superestructura económica que impone sus reglas y tiene sus consecuencias en la microeconomía, en la realidad que sufren quienes entran y salen de los empleos como entra y sale la mercancía, en función de intereses ajenos a quien hace realidad el hecho económico, haciéndolo retroceder en las puertas de una nueva era, la tecnológica, a tiempos anteriores a la revolución que la precedió:la industrial. 'El capital' de Costa Gavras  (2012),una buena película que sin embargo llegó tarde,  cuando Charles Ferguson, J.C.Chandor,Oliver Stone, Jason Reitman,  John Wells y tantos otros ya habían hecho grandes esfuerzos didácticos para formar e informar a la población sobre el momento histórico que estaban atravesando y las repercusiones que ésto iba a tener en la vida de todos los estratos sociales.

Nadie, pues, que haya estado al tanto de las reflexiones del mundo de la cultura puede ahora asombrarse ante el nuevo repunte de la crisis a causa de la política impuesta por los dirigentes liberales, basada en enriquecerse con la deuda pública y privada y los altos precios del petróleo. Al confirmarse las tesis de los que vaticinaban que la deuda ha adquirido tal magnitud ante el frenazo del crecimiento que es impagable y que esta realidad en conjunción con la caída del consumo ha arrastrado el precio de un crudo cada vez menos demandado, ha arruinado las expectativas de muchos inversores, que estaban inflando nuevas burbujas.  Stéphane Brizé muestra el lado más desagradable de la coyuntura actual: reducidos al límite los salarios de los trabajadores y de los mandos intermedios, comienza a encargarse a los empleados que se encuentran en la base de la pirámide, tareas incómodas contra los de su clase, algo para los que, de acuerdo con la fantástica división orwelliana de la sociedad, no han sido educados como lo han sido  las élites y los que aspiran a formar parte de ellas, formados en un régimen disciplinario para que no les tiemble el pulso cuando tengan que controlar unidades de tiempos mínimos, absentismo laboral, selección en función del despido de compañeros de trabajo, como si se tratara de cajas de magdalenas. ¿Podrá Thierry, un parado de larga duración de 51 años, hacer este trabajo? ¿Lo resistirá su formación ética y moral?

Luís Martínez entiende la necesidad de un film como 'La loi du marché',que, sin embargo, "centra y mide mejor tanto la intención como el resultado. Vincent Lindon da vida a un parado a brazo partido con la posibilidad de salir adelante. Y así, hasta entender que la única forma de sobrevivir no es tanto entender las reglas del mercado como convertirlas en la propia piel; asumirlas hasta hacerlas desaparecer en cada gesto. La cámara se maneja a distancia de los personajes sin juzgarlos ni conducir la mirada del espectador. Simplemente se mantiene a la altura de los ojos. Cada escena empieza mucho antes de la crisis que la justifica y acaba bastante después de que haya terminado todo. Y es en ese espacio de reflexión antes y después, desde dentro y desde fuera, donde el drama cobra sentido y la película, importancia." (Decepción y no tanto'. Diario 'El Mundo', 18 de mayo de 2015)..

Carlos Boyero está decepcionante en unos tiempos en los que todos deberán entender de una vez que no son buenos para la lírica, y que si Méliès  recogió en sus películas fantásticas e imaginativas los acontecimientos políticos más importantes de su época, en estos tiempos es difícil tratar con tropos, metáforas y sinédoques el mundo que nos circunda, aunque no imposible. El gran problema reside en que el público mayoritario de los cines de los centros de las ciudades (casi los únicos que quedan) están ubicados en el centro de las ciudades, mientras  los que disponen de grandes pantallas para el pase de películas de gran presupuesto, a los que  acuden  los jóvenes suelen estar en los suburbios de las grandes conurbaciones. Los primeros se nutren de un público de jubilados conservadores que disponen de buenas pensiones y otro tipo de rentas y no soportan bien estas películas que les amarganla vida. Un hecho que le permite a Boyero concluir su comentario diciendo que lo que le cuentan del protagonista le deja indiferente; queremos pensar que se refiere a la forma en que le cuentan esta historia, , no al fondo de la cuestión, una forma de superficialidad muy extendida: "La película francesa La ley del mercado, dirigida por Stephane Brizé, pretende ser vigoroso cine social, pero no transmite nada especial. Rodada con vocación experimental y tediosa a ratos, narra la búsqueda de trabajo de un señor cincuentón con un antiguo nivel de vida más que aceptable y que ha sido devorado por la crisis. Padre de un hijo discapacitado y casado con una mujer que le comprende y le apoya, intentará mantener su concepto de la dignidad trabajando en el departamento de seguridad de unos grandes almacenes. Y entiendes la desgracia que le ha ocurrido pero el lenguaje del director no logra implicarte en su angustia. Ojalá que se le arregle la existencia a este hombre. Pero lo que me cuentan de él me deja indiferente." (Al cine con Boyero en Cannes.Diario  'El País', 18 de mayo de 2015).

Javier Ocaña prefiere centrarse en el lenguaje y el uso de recursos cinematográficos con el objetivo de transmitir a los espectadores la forma en que Stéphane Brizé ha construido su mensaje: "A través de planos fijos alargados en el tiempo, con cámara en mano pero sin temblor, y leves movimientos para capturar ciertas reacciones, Brizé no teme negar una de las máximas de ciertos teatros y cines: cortar las secuencias por delante y por detrás para que queden en el esqueleto informativo y dramático, sin reiteraciones ni vacuidades. El director francés (...) arriesga con la sistemática, porque las escenas se eternizan, y no es una crítica sino una virtud, pasando del tedio a la angustia, y de la angustia a la ruina del corazón. De fotografía naturalista, casi feísta en sus horrendos escenarios, La ley del mercado exige un esfuerzo, pero a cambio ofrece compensaciones. Porque no juzga y no es maniquea, aunque, eso sí, puede que le sobre el hecho de que el hijo de la familia sea disminuido físico y psíquico, lo que en lugar de convertirse en un además puede verse como un demasiado.(Supervivientes cotidianos,diario 'El País', 12 de febrero de 2016).

Philipp Engel retuerce los argumentos con el objetivo de rechazar lo que llama 'cine social' (todo el cine es social, aunque lo que él denuncia es más bien lo que podríamos llamar cine político-social de denuncia, que algunos creen pasado de moda): 'La loi du marché', de Stéphane Brizé. Da la impresión de ser un paseo turístico por el lado chungo de la vida: las dificultades de la clase trabajadora vistas de lejos. Los largos planos con diálogo que retratan las entrevistas de trabajo de Vincent Lindon, que encarna a una paradigmática víctima de la crisis, nos parecieron demasiado impostados, como pensados para tratar de legitimizar una propuesta que se presiente como deshonesta por seguir al pie de la letra el libro de estilo del cine social.( Penúltimo repaso a  a la sección oficial en 10 +1 Films. Cannes 2015. Fotogramas, 22 de mayo de 2015).





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