Cien años de perdón.crítica del blog.
Comentario:
La política de género de los cineastas y en especial el cine de acción es la aportación más importante de la cultura americana al arte occidental; el nuevo espíritu que insufla un pueblo joven que se siente libre, el primero que redactó una carta 'magna' de derechos humanos: Declaración de Derechos de Virginia, 1776 En el arte de improvisar no hay quien les gane, ya sea en pintura, música o cine, y desde los comienzos del cinematógrafo han acumulado en su haber cientos y cientos de películas de acción, aventuras,thirllers con todos los apellidos, que no sólo han llenado, sino que llenan y llenarán las salas de auténticos cinéfilos y exaltadores de obras de culto que favorecen la diversión y provocan el respeto de miles de espectadores en cualquier parte del mundo. Tras reconocer esta realidad, que junto al género épico de la nueva nación, el western, ha dejado un importante legado a la humanidad, que no pocos han imitado con gran rendimiento y éxito de público, como el francés Luc Besson o el italiano Sergio Leone, algunos críticos como Carlos Boyero, una vez atribuido a Calparsoro el título de artesano, (y esto duele), no mereciendo de momento el de maestro, hace una crítica complaciente con el cine español, cosa que ocurre con frecuencia en nuestro país, al mismo tiempo se dedica a hundir películas como 'Regresión' del único autor reconocido de este país en la actualidad, Alejandro Amenabar.
Carlos Boyero concluye su artículo para el diario 'El País', (Cine artesanal, qué bien), afirmando que: "Calparsoro logra una película tensa, entretenida, rodada con personalidad y oficio, con actores competentes (espléndido e inquietante el argentino Rodrigo de la Serna), que gira alrededor del asalto a un banco donde guardan su rapiña los rufianes más poderosos, los padres de la patria. Y me aclaro. No esperen la versión española de Heat, la película que más me ha enamorado en los últimos veinte años, pero sí un producto tan visible como audible." (Diario 'El País', 3 de marzo de 2016).
Hemos olvidado hasta la necedad que los políticos no son marcianos, sino que salen de las propias filas de la gente a la que representan. Luís Martínez se ha excedido en las alabanzas: " La costumbre, o el cansancio, hace que, en una industria condenada a la escasez, el protagonista acabe por ser siempre el director. Eso o, por supuesto, Luis Tosar (nuestro James Cagney) en el papel del hombre que siempre estuvo ahí. Cien años de perdón es una película de Daniel Calparsoro escrita por Jorge Guerricaechevarría, pero, sobre todo, es una producción de Vaca Films (en compañía de otros). Es decir, Emma Lustres es la misma que ampara proyectos como Celda 211, El niño, El desconocido y, ahora, este thriller capaz de leer con la misma soltura las claves del género con la que mira, más o menos de frente y con más o menos ingenuidad, a eso que de forma genérica llamamos realidad. No es cine social, pero, por momentos, produce el mismo escozor." ( Una señora productora. Diario 'El Mundo ),
Lamento disentir en esta ocasión con Jordi Batlle Caminal en mas de una de sus afirmaciones, y además creo que más de un español está harto de que se le sugieran las cosas en lugar de hacer denuncias abiertas. Yo no debo imaginar de quién se me está hablando porque un atraco tenga lugar en Valencia, cuando previamente se ha distorsionado el sexo del 'presidente' y después se verbaliza que un atraco inconcebible, liderado por un uruguayo, tiene como objetivo salvar la piel a políticos de todos los colores, asaltando un banco, haciendo mucho ruido, para robar una cajita que obtiene información sensible de servidores públicos (sin-mojarse-por-supuesto, ni hacer esas alusiones en las que son tan diestros los norteamericanos, de dejar caer un periódico con una fotografía que ubica temporalmente, o colocar una pantalla discreta de televisión que contextualiza los hechos). Somos todos adultos y no se nos puede hablar de forma encriptada, mucho más difícil (y lo digo con ironía), porque la forma de sugerir es absolutamente chusca y facilona), de descifrar que el material que contiene la cajita, que 'el loco' es capaz de abrir para inmediatamente infectarlo con un troyano.Nos quedamos sin saber qué querían esos políticos madrileños, si esconder algo o robar una información.¡Qué más da! Seguro que era algo malo.
Un secuestro con rehenes siempre esté repleto de tensión. En el film de Calparsoro los cacos hasta tienen tiempo de ligar y de intercambiarse con las mujeres retenidas dinero por una información sin interés o por un poco de atención. Fastuoso. Pero además el director no ha sido capaz de controlar el timing, ni de desarrollar personajes verosímiles, ni tan siquiera de respetar el racord en el banco-Frankenstein que ha ideado,desde cuyo interior se observan a la perfección los movimientos de todas las policías del país (local, nacional ¿guardia civil?), pero cuando la cámara sale al exterior se encuentra con un edificio absolutamente cerrado e impenetrable, sin ventanas visibles ¿Tiene ésto algún objetivo? El crítico catalán concluye con sesnsatez que : "Como cine de denuncia, la película quizás se quede corta: es tan obvia la realidad que señala, que sus dardos no logran hacer sangrar. Jorge Guerricaechevarría, el guionista, funciona mejor inyectando humor salvaje en sus colaboraciones con Álex de la Iglesia que en el plano de la seriedad en que aquí se mueve. Pero como thriller tenso y visceral, nadie le negará fuerza y personalidad a Cien años de perdón." (Cien años de perdón: la impronta Tosar." Diario La Vanguardia, 4 de marzo de 2016).
Si reconocemos que: Calparsoro es más artesano que artista; que merece más reconocimiento la productora Emma Lustres y que, a pesar de las pretensiones que hace manifiestas con el trasiego de políticos y jefes de policía y del CNI de Madrid a Valencia y al revés, la película se queda corta, y que ni siquiera los seis rehenes-bomba colocados ante una de las puertas de la entidad bancaria nos hace estremecer, es difícil estar de acuerdo con Salvador Llopart y afirmar que la película es un thriller con fuerza, por muchos circulitos verdes que le pongan.
Un secuestro con rehenes siempre esté repleto de tensión. En el film de Calparsoro los cacos hasta tienen tiempo de ligar y de intercambiarse con las mujeres retenidas dinero por una información sin interés o por un poco de atención. Fastuoso. Pero además el director no ha sido capaz de controlar el timing, ni de desarrollar personajes verosímiles, ni tan siquiera de respetar el racord en el banco-Frankenstein que ha ideado,desde cuyo interior se observan a la perfección los movimientos de todas las policías del país (local, nacional ¿guardia civil?), pero cuando la cámara sale al exterior se encuentra con un edificio absolutamente cerrado e impenetrable, sin ventanas visibles ¿Tiene ésto algún objetivo? El crítico catalán concluye con sesnsatez que : "Como cine de denuncia, la película quizás se quede corta: es tan obvia la realidad que señala, que sus dardos no logran hacer sangrar. Jorge Guerricaechevarría, el guionista, funciona mejor inyectando humor salvaje en sus colaboraciones con Álex de la Iglesia que en el plano de la seriedad en que aquí se mueve. Pero como thriller tenso y visceral, nadie le negará fuerza y personalidad a Cien años de perdón." (Cien años de perdón: la impronta Tosar." Diario La Vanguardia, 4 de marzo de 2016).
Si reconocemos que: Calparsoro es más artesano que artista; que merece más reconocimiento la productora Emma Lustres y que, a pesar de las pretensiones que hace manifiestas con el trasiego de políticos y jefes de policía y del CNI de Madrid a Valencia y al revés, la película se queda corta, y que ni siquiera los seis rehenes-bomba colocados ante una de las puertas de la entidad bancaria nos hace estremecer, es difícil estar de acuerdo con Salvador Llopart y afirmar que la película es un thriller con fuerza, por muchos circulitos verdes que le pongan.
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