Los frios ojos del miedo. Enzo G.Castellari.



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Ficha técnica:

Título original : Los fríos ojos del miedo.
País: España/Italia.
Año: 1971.
Duración: 87 minutos.

Dirección: Enzo G.Castellari.
Guión: Tito Carpi, Leo Anchoriz y Enzo G. Castellari,  basado en una historia de Tito Carpi y Enzo G. Castellari. Diálogo: Gene Luotto.
Dirección de Fotografía: Antonio L. Ballesteros.
Música: Ennio Morricone.
Montaje: Vincenzo Tomassi; asistente editor: Gianfranco Amicucci.
Director artístico: Roman Calatayud Alegre.

Diseño de Vestuario: Enrico Sabbatini.
Maquillaje: Otello Sisi.
Estilista de peluquería: Giancarlo de Leonardis.

Productor manager: Pietro Grifi.
Director de producción: Vittorio Noia.
Diseño de producción: Roman Calatayud.
Estudios: Cinecitta.
Compalías: Cinemar (Roma), Atlantida Films (Madrid)




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Inérpretes:

Giovana Ralli: Anna,
Frank Wolff: Arthur Welt,
Fernando Rey: Juez Flower,
Julián Mateos: Quill,
Karyn Schubert: Actriz del nightclub,
Leon Lenoir:
Franco Marletta (c.s.c.)
Gianni Garko: Peter Flower.

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Sinopsis:

Enzo G. Castellari firma este thriller, coproducción hispano-italiana, que transita los senderos del giallo. Welt, un criminal psicópata salido de la cárcel, donde cumplía condena junto a su difunto hermano por atracar un banco, se dirige a casa del juez que los condenó para vengarse. 'Los fríos ojos del miedo' contiene todos los elementos que busca un fan del giallo: sangre, una historia inquietante con giros inteligentes, y por supuesto ¡desnudos gratuitos!

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Comentario.

Tras una secuencia de gran erotismo y sensualidad engañosamente violenta que provoca el deseo e intensifica la pulsión escópica del espectador, comienza la escapada del hijo de un juez con una prostituta para satisfacer las pasiones desatadas por el espectáculo en el domicilio familiar, pero allí le espera otra clase de experiencias, ni previstas ni esperadas, fruto de las arbitrarias y espurias actuaciones de más de un juez que dicta sentencias ejemplares a sabiendas de que son injustas, con el objetivo de concentrar toda la culpa de un delito determinado en los responsables más débiles de la falta, dejando libres a los delincuentes de pro. Del film que dirige Enzo G. Castellari se puede extraer una conclusión: el criminal siempre gana,siempre que pertenezca a una clase acomodada.El realizador podía haber buscado un happy end didáctico y moralizante, pero ha dejado que las cosas se manifiesten como se suelen producir en la realidad.

En contra del roba-gallinas que quiere acceder a lo que él cree que es su parte del pastel juega no sólo el lugar que ocupa en la sociedad, sino su menor formación intelectual  que le hace incapaz de descodificar ciertos mensajes emitidos ante sus propias narices, expresados en lengua latina. El hijo del juez, Peter Flower (Gianni Garko) lee a su padre unos documentos por teléfono,  bajo la mirada atenta de los intrusos que le exigen que muestre absoluta normalidad e intercala una expresión latina que no tiene ningún sentido en el contexto de la sentencia que el padre le pide: sub vestimenta vera insidia praest (bajo un vestido auténtico reside la insidia). El magistrado entiende ipso facto el mensaje, lo que  le da tiempo para preparar un contraataque, pillando desprevenidos a los que han invadido su casa con insanas intenciones.

Belleza femenina, ojos azul transparente, fríos, de acero, que transmiten miedo, en mujeres rubias o morenas, que atraen a hombres acomodados de edad madura es otro de los elementos del giallo que emerge con fuerza desde la primera secuencia, en las que el cuchillo hará acto de presencia por primera vez. El color rojo brillante, como pintura acrílica, de la sangre y la música de Ennio Morricone, unidas al lujo de ver, aunque sea en un papel secundario, el del citado juez, al gran Fernando Rey, se conjugan de tal manera que los escasos 87 minutos transcurran rápidos para un espectador fascinado por un film en el que la modestia de los recursos empleados corre pareja a la capacidad del equipo directivo y los actores de captar la atención de su público y transmitirle emociones intensas. No es Lucio Fulci, Mario Baba ni Dario Argento, pero Enzo G.Castellari no deja a nadie indiferente.




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