Oscura perversión. Paul F. Ryan.
Comentario:
Home Room es un film que no sólo me ha disgustado, sino incluso ha llegado a enfadarme, porque defrauda al tiempo que deja mal sabor de boca. Una película, que curiosamente fue muy bien acogida por el público (79 % de aceptación de los espectadores, y 55% de la prensa especializada según la página Rotten Tomatoes; Imdb le otorga un 7.4). La razón reside en que cuestiones de la importancia de la venta libre de armas, incluso a menores, que, en demasiadas ocasiones desemboca en masacres en los centros escolares a cargo de alumnos resentidos por cualquier razón, la elección del tipo de educación que los padres prefieren para sus hijos, generalmente pública y laica frente a privada y religiosa, se presentan como un macguffin, una excusa para introducir una buddy movie femenina, en la que, de la forma más absurda el director del Instituto obliga a una alumna conflictiva, una chica siniestra-heavy y solitaria, unos años mayor que el resto de estudiantes, a presentarse en el hospital en el que se recupera una compañera de su clase, que acude al centro educativo conduciendo su BMV, con un objetivo pedagógico, por la persona que lo decide, tan absurdo que no se acaba de entender.
La relación entre estas dos chicas, con breves interrupciones de las investigaciones policiales en curso, que estrechan el cerco en torno a Alicia, la única alumna presente en el aula a la que respetó el asesino, con el que tenía cierta amistad y estuvo hablando durante una hora la tarde anterior, consume la mayor parte de los más de 120 minutos que dura el film, y en las últimas secuencias, de forma precipitada se nos da una densa información sobre la razón por la que una chica 'normal' se convierte en una chica siniestra, y por qué acepta entrar en la habitación 201 para compartir horas y horas con una pija rodeada de peluches, bombones y globos. Los dibujos que realiza, el lápiz que guarda en la taquilla, las cicatrices de sus brazos, el desprecio con el que trata a su padre, sentado en una silla de ruedas, la masacre de estudiantes, la razón de su transformación física obedecen a una causa en la que tampoco se profundiza. Pero hay más: en unos segundos pasan ante nuestros ojos de forma atropellada una serie de imágenes que intentan justificar la violencia de los jóvenes (televisión , cine, realitys..., llegándose a citar una película en concreto: Pulp Fiction de Quentin Tarantino). Las razones que mueven al policía a reunir a unos cuantos alumnos en el aula en que se produjeron los luctuosos acontecimientos, cerrado ya el juicio y sin valor probatorio, crean una situación que profundiza en el ridículo que caracteriza toda la película. La conclusión más clara que se puede extraer es que, con un lenguaje visual simplón, conservador y sin aspiraciones, pretende hablar de todo sin profundizar en nada; el hecho de que algunos le hayan otorgado una puntuación tan alta confirma de modo rotundo lo que se puede constatar cada día leyendo la prensa especializada: que el gusto del público no es unánime y que a los adolescentes les gusta que se hable de ellos y sus problemas, y quizá ni les importe que no se profundice.
El público adulto exige más calidad y menos mensajes de superación, como el que cierra la película; habrá que preguntarse qué hemos hecho tan mal para que los adolescentes se sientan identificados con unas historias tan retorcidas en las que las filias y las fobias surgen sin profundizar ni tan siquiera en los personajes protagonistas con los que hemos pasado más de dos horas y en el que llegamos a la conclusión de que sólo se puede pasar de ser una chica integrada, rubia, de rostro sonriente, amable con la familia, a una joven vestida de negro, con el pelo teñido y las uñas de pies y manos pintadas del mismo color, por una desgracia, que no sólo ha cambiado su aspecto, sino que la ha convertido en una cínica, que machaca a su padre inválido y desprecia a sus compañeros. Entre otras razones porque el look de Alicia es propio de una de las muchas tribus urbanas, implantadas a nivel universal.
La relación entre estas dos chicas, con breves interrupciones de las investigaciones policiales en curso, que estrechan el cerco en torno a Alicia, la única alumna presente en el aula a la que respetó el asesino, con el que tenía cierta amistad y estuvo hablando durante una hora la tarde anterior, consume la mayor parte de los más de 120 minutos que dura el film, y en las últimas secuencias, de forma precipitada se nos da una densa información sobre la razón por la que una chica 'normal' se convierte en una chica siniestra, y por qué acepta entrar en la habitación 201 para compartir horas y horas con una pija rodeada de peluches, bombones y globos. Los dibujos que realiza, el lápiz que guarda en la taquilla, las cicatrices de sus brazos, el desprecio con el que trata a su padre, sentado en una silla de ruedas, la masacre de estudiantes, la razón de su transformación física obedecen a una causa en la que tampoco se profundiza. Pero hay más: en unos segundos pasan ante nuestros ojos de forma atropellada una serie de imágenes que intentan justificar la violencia de los jóvenes (televisión , cine, realitys..., llegándose a citar una película en concreto: Pulp Fiction de Quentin Tarantino). Las razones que mueven al policía a reunir a unos cuantos alumnos en el aula en que se produjeron los luctuosos acontecimientos, cerrado ya el juicio y sin valor probatorio, crean una situación que profundiza en el ridículo que caracteriza toda la película. La conclusión más clara que se puede extraer es que, con un lenguaje visual simplón, conservador y sin aspiraciones, pretende hablar de todo sin profundizar en nada; el hecho de que algunos le hayan otorgado una puntuación tan alta confirma de modo rotundo lo que se puede constatar cada día leyendo la prensa especializada: que el gusto del público no es unánime y que a los adolescentes les gusta que se hable de ellos y sus problemas, y quizá ni les importe que no se profundice.
El público adulto exige más calidad y menos mensajes de superación, como el que cierra la película; habrá que preguntarse qué hemos hecho tan mal para que los adolescentes se sientan identificados con unas historias tan retorcidas en las que las filias y las fobias surgen sin profundizar ni tan siquiera en los personajes protagonistas con los que hemos pasado más de dos horas y en el que llegamos a la conclusión de que sólo se puede pasar de ser una chica integrada, rubia, de rostro sonriente, amable con la familia, a una joven vestida de negro, con el pelo teñido y las uñas de pies y manos pintadas del mismo color, por una desgracia, que no sólo ha cambiado su aspecto, sino que la ha convertido en una cínica, que machaca a su padre inválido y desprecia a sus compañeros. Entre otras razones porque el look de Alicia es propio de una de las muchas tribus urbanas, implantadas a nivel universal.
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