La punta del iceberg. David Cánovas.




Ficha técnica:


Título original: La punta del iceberg.
País: España.
Año: 2016.
Duración: 91 minutos.

Dirección: David Cánovas.
Guión: David Cánovas, José Amaro Carrillo y Alberto García Martín, basado en la obra homónima teatral de Antonio Tabares.
Director de Fotografía: Juan Carlos Gómez, A.E.C.
Música: Antonio Hernández Ruíz.
Montaje: Leire Alonso.
Directora de arte: Uxua Castelló.
Sonido director: Eduardo Esquide.

Productor: Gerardo Herrero, David Cánovas, Carlo D'Ursi.
Productores asociados: Carlo D'Ursi, Adán Martínez López y David Cánovas.
Productores ejecutivos: Javier López Blanco y Mariela Besuievski.
Director de producción: Josean Gómez.
Compañías. Productoras: Tornasol Films H/F ernández, Perendien  Films, Mistery Producciones A.I.E., TVE, Cameo, Filmin, Latido, VidaVia.


Intérpretes:


Maribel Verdú : Sofía,
Carmelo Gómez : Alejandro,
Fernando Cayo : Fresno,
Bárbara Goenaga : Gabriela,
Álex García :  Jaime Salas,
Ginés García Millán : Miralles,
Nieve de Medina : Susana,
Jesús Castejón : Carmelo.


Sinopsis:


'La punta del iceberg' es la primera película de David Cánovas, curtido en el mundo del cortometraje, y del que también corre a cuenta el guión de la cinta, basado en la obra de teatro homónima del dramaturgo Antonio Tabares, que narra la historia de Sofía Cuevas. Sofía Cuevas, interpretada por Maribel Verdú es una alta ejecutiva de una multinacional a la que envían a una de las empresas para investigar el suicidio de tres de los empleados. Una vez allí deberá realizar un informe interno, sin embargo, irá descubriendo el entorno hostil que rodea Tecnocentro, la filial de la central. Conocerá a algunos de sus trabajadores, como Carlos Fresno (Fernando Cayo), el director de esa oficina e incapaz de sentir empatía por nada, Gabriela Benassar (Bárbara Goenaga), o Jaime Salas (Álex García).

Crítica:


El mayor valor de la película más posmoderna que he tenido la oportunidad de ver en los últimos tiempos que dirige el novel David Cánovas es que no se excede más allá de los 91 minutos, de los cuales, una gran parte de los planos, -no quiero cuantificar-, son un puro ejercicio de estilo sin significado alguno, empezando por un título que, a estas alturas, ni siquiera es posible deducir si se refiere a la oscura condición humana, las prácticas abusivas de la empresa, las debilidades con las que la naturaleza forjó nuestros propios cuerpos, o lo que parece querer sugerir, que ya advierto que no tiene nada que ver, con los escándalos económicos que están surgiendo en este país (no hay que mentar a la bicha). Quienes prefieren basar sus comentarios en la evolución artística del realizador canario, considerándolo, claro está, como autor, lo tiene difícil, ya que, aunque pertenece a la misma generación  de Ciencias de la Educación de la Complutense de Madrid, cuando todavía no existían las Facultades de Comunicación Audiovisual, que dio nombres de la categoría de Alejandro Amenabar y Mateo Gil. debuta en la pantalla grande con esta película en 2016. Pero no es nada excepcional que gente valida, por condiciones particulares, como las que David parece querer volcar en su película, terminados sus estudios, debe volver a su tierra natal y aceptar trabajos de menor importancia en televisiones locales, hasta que en 1998 decide desplazarse definitivamente a Madrid y comenzar a trabajar en compañías productoras como editor y realizador. Es autor de algunos cortos, los primeros hechos en Tenerife, con un relativo éxito local, aunque es a partir de 2002 cuando comienza a llamar la atención a nivel nacional con Mate, Sin interés o Cambio de Turno. (también cortos).



La prensa nacional, por razones que se me escapan, la valora muy positivamente, con algún caso como el de Quim Casas, que introduce algún matiz, dirigido más a la forma que al fondo, aunque para el lenguaje teórico fílmico más extendido ambos niveles son indisociables; califica el título de 'fría corrección' y concluye afirmando que : "La película es a veces tan ingenua o inocente como lo es la protagonista, que descubre cosas que debería saber, imaginar o intuir (chantajes, explotación, filmaciones ilegales) a medida que el relato avanza, pierde tensión y se instala en una fría corrección." (1) Claro que a estas alturas de la copla nos resulta difícil aceptar que alguien sea tan inocente, especialmente cuando discursivamente se advierte al que oye y mira que la empresa investigada es la única que no presenta números rojos, poniendo al espectador en una situación,como mínimo, dubitativa.



El resto de los opinantes se tienen que apoyar en el reparto, porque como señala Oti Rodriguez Marchante, no sé si por razones diametralmente opuestas a las de otros más críticos: " La trama hay que creérsela: en esa multinacional, en la que sus empleados viven con la misma tensión que la liebre, o que el galgo, su jornadísima laboral, se ha extendido la costumbre de suicidarse, y es urgente descubrir, aunque sea un poco, las causas del virus. La intriga en sí no es tan interesante (...), por lo que "todo el entramado actoral es magnífico y deprimente (más gracioso y deprimente aún el personaje de Carmelo Gómez), y la única pega es que se retire pronto de escena Ginés García Millán, con esos ojillos de villano capaz de quitarle las natillas a un niño." (2). Así pues, no queda más que enaltecer el trabajo de Maribel Verdú, que, francamente, subida en esos inmensos tacones, con la cola de caballo y las faldas de ejecutiva, adopta el perfil de una grulla, nada creíble en el papel que intenta representar. Lluís Bonet Mogica así lo evidencia (me refiero al apoyo del realizador en los actores) cuando concluye su artículo afirmando que : "Maribel Verdú, realmente soberbia en su recreación de un personaje nada fácil, se erige en el mayor atractivo de este filme por donde desfilan toda clase de ignominias." (3)


Terminada la película una se pregunta de qué iceberg hablan y para qué han hecho la película, que, dejando al margen los filtrados azules y los despachos minimalistas, limpios de papeles y separados unos de otros por cristales transparentes que dejan ver todo lo que ocurre en los espacios contigüos, lo que hace inútiles la instalación de  cámaras que el perverso jefe ha colocado en ellos para vigilar a unos empleados, que últimamente trabajan en un programa con fallos estructurales que no se molestan en explicar, pero pasan la mayor parte del tiempo revolcándose con sus compañeras en las mesas y haciéndose rayas de cocaína, -con la excepción del último que se ha suicidado y ha hecho saltar los fusibles, que muestra cierto desorden propio del  que en verdad trabaja, frente a la meticulosidad con la que la protagonista coloca sus escasos enseres personales (ordenador negro del ejecutivo, móvil, agenda y bolígrafo, y el vaso de cerámica azul del que bebe constantemente) -, incapaces de dejar en casa sus problemas personales. como hace el jefe supremo, el malo entre los malos, al que una imagen subliminal nos presenta como el mejor de los hombres.

Cierto que, como ya intentó convencer a sus lectores Italo Calvino en 'El Vizconde demediado', la bondad y la maldad no se distribuyen en partes iguales entre los hombres,lo cual sería terrible a la postre. Incluso el propio Karl Marx confió en la clase trabajadora para llevar a cabo la revolución, no porque fuera mejor que los pertenecientes a otras clases, sino porque no tenían nada que perder (recordemos a las mujeres que se ponían a tejer, sentadas en sus sillas delante de la guillotina para ver las ejecuciones durante la Revolución Francesa)- Pero de ahí a privar del menor atisbo de honradez a cualquier ciudadano hay un gran trecho, hasta tal punto que algunos científicos están empezando a plantearse si la posición ideológica de los hombres responde a algún factor genético, como el que determina el color de los ojos, una actitud muy contestada desde campos como la filosofía, que advierten de riesgos similares a los del pasado. Ni existen los boni y optimates clásicos, trasladados a la literatura shakesperiana, ni la bondad del pueblo desposeído. Pero, entonces ¿para qué hacer esta película, en la que hasta los camareros analizan el comportamiento de los suicidas de acuerdo con lo que desayunan cada día y los antecedentes familiares que desquician a los hombres? Porque hasta la protagonista esconde intereses espurios y es capaz de ocultar información para quedar en paz con su conciencia y borrar del subconsciente abusos propios del pasado.

Así pues,volvemos al principio, porque Cánovas y Tabares nos dejan pocas posibilidades. Si la empresa sólo es rentable con el sistema de prácticas abusivas que impone el jefe supremo, un bendito que tiene como jefe de recursos humanos a un gordito simpático incapaz de hacer daño a una mosca, y los técnicos (porque en el film no tiene presencia el personal de escalas inferiores) están agobiados por su deseo de prosperar, ¿ de qué iceberg hablamos? A ello se añade el patetismo del último suicidio, en el que cobra protagonismo un increíble pañuelo amarillo. Al final las historias deben contar con elementos que enganchen, centros de interés que unifiquen el relato, y no estar repletas de regodeos en planos cenitales que acaso ¿reproducen la atracción del hombre por las alturas y su tentación de lanzarse al vació con el afán de evocar la sensación del niño cuando abandona el vientre materno? El resultado es una narración desorientada, sin pies ni cabeza, y si lo que querían el creador de la historia y su adaptador al cine era mostrarse equidistantes y hacer un análisis con el suficiente extrañamiento para no decantarse de forma maniquea por unos o por otros, parecen haberlo conseguido. Dos circunstancias se lo impiden: el título del film y el fin de la historia.





El tipo de público que atiborra las multisalas explica con claridad lo que está sucediendo. Muchos espectadores ignoran el nombre del director de turno y de su equipo técnico, y estamos volviendo a la época en la que se impuso lo que se dio en llamar 'cine de actor', en la que el público de este tipo de películas acude a la llamada de Meryl Streep, Brad Pitt, Maribel Verdú o Belén Rueda, (por citar algunos) por lo que no debe extrañar que quienes quieren lanzar una película con el objetivo de obtener pingües beneficios busque una cara conocida del cine y la televisión, llegando al extremo de que ciertos certámenes, en España, sólo aceptan cortometrajes, si vienen avalados por un actor sindicado. Lo que es difícil de entender es por qué Carmelo Gómez ha aceptado un papel tan maniqueo, fiel reflejo del perfil populista creado por los medios de comunicación. Por cierto, también jugaba a relacionarse íntimamente con las mujeres de la empresa.







(1)'La punta del iceberg': Fría corrección. El periódico, 28 de abril de 2016.
(2) Crítica de 'La punta del iceberg' : Salir de la empresa por la ventana. Diario ABC, 29 de abril de 2016. El propio títulopone en evidencia que el crítico se toma a coña (como no puede ser de otra manera) un hecho que debiera ser tan grave como el que trabajadores agobiados se tiren por la ventana.
(3) 'La punta del iceber': Mundo laboral: puro teatro. Diario 'La Vanguardia, 29 de abril de 2016.



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