Los juegos del hambre. Sinsajo. Parte 2. DVD-Blu-ray




Es necesario  realizar dos matizaciones importantes antes de entrar en el fondo de la cuestión. La primera es que dudo bastante que se retrasara el estreno de esta película para que no coincidiera con los '8 apellidos catalanes', entre otras cosas porque estas sagas millonarias tienen su agenda, y, en segundo lugar porque el público de una y otra película no es, en absoluto, intercambiable. Me he situado, el día del estreno en mi ciudad, en una sala en que los adultos mayores de treinta años no pasaban de dos o tres, lo que auguraba la posibilidad de ver de cerca la reacción de aquellos a los que, en principio, va dirigida la franquicia, mientras que los ascensores subían cargados de señoras de mediana y avanzada edad que se dirigían mayoritariamente a disfrutar de todos los tópicos que ofrece 'la escopeta nacional'. La segunda es que el ser fiel a la novela no es ninguna garantía de calidad, porque el cine y la literatura son expresiones creativas absolutamente diferentes, y a pesar de que el texto cinematográfico no se desvía un ápice del literario, el resultado es un fiasco mucho mayor que el que se hubiera producido si Francis Lawrence se hubiera tomado muchas licencias que lo hubieran mejorado, diga lo que diga Peter Travers de Rolling Stone, para quien el gran final tiene  bastante de lo que hizo apasionante el libro. Algunos adolescentes repetían sin cesar: 'igualito que en el libro'.

A Francis Lawrence se le ha ido de las manos, entre otras muchas cosas, el control del tempo que le impide conseguir el climax o generar tensión en demasiadas ocasiones, hasta el extremo de que cuando la película lleva una hora de proyección se encuentra todavía enredado en los prolegómenos, sin aportar una sola información de interés para el desarrollo de la historia; a partir de esa segunda mitad se anima un poco la cosa, con algún que otro susto que proporcionan al grupo que sigue a Katniss los técnicos al servicio de la telecracia, que pretende hacer una 'celebración pública del sufrimiento'; pasado este pequeño momento de tensión la historia se dirige por unos derroteros que desembocan en la mayor empanada mental que nadie pudiera haber imaginado antes de ver este film, cuyos ingredientes son la cultura clásica representada por una sociedad esclavista, en la que trece distritos ofrecen dos jóvenes víctimas al año para ser sacrificadas en unos juegos que no en balde se llaman del hambre,  el funcionamiento de una sociedad medieval que se refugia en el castillo del señor para ser protegida de los que se rebelan contra el estatus y el surgimiento de una Judith  bíblica y justiciera que se impone la peligrosa misión de acabar con el tirano, una combinación que desemboca en un conflicto que desprecia cualquier experiencia previa de esa Historia que debía ser la maestra de la vida y el testimonio de los tiempos,  según la máxima que se atribuye a Marco Tulio Cicerón ( 'historia magistra vitae et testis temporum (est)', con perdón como diría Luís Martínez). Si la gente estaba confusa antes de entrar en el cine, Francis  Lawrence no sólo no le ha abierto una venta, sino que le ha dado con ella en las narices. Decía Montserrat Caballé, una famosa cantante de ópera catalana, que el rubí hay que tallarlo y si hay piedra preciosa sólo al final se verá. La tetralogía había despertado muchas esperanzas, pero a costa de darle mamporrazos han echado a perder el tesoro que parecía esconder, lo que permite concluir que más les hubiera valido que hubieran frenado a tiempo y no hubieran demostrado que, al final, el desconcierto que demuestran no es otro que el de la sociedad en la que se inscribe, destruyendo otro tópico: el de que es posible hacer una obra literaria, pictórica o cinematográfica al margen del momento histórico en el que trabaja el autor.

Pero si en este final no se ha querido mojar el director y ha abierto un tremendo cortafuegos entre la revolución y la democracia, ha intentado rellenar esta fractura con una historia de amor romántica dulzona y sensiblera que se ha atraído definitivamente a un público joven, adoctrinado en el populismo, pero sensible a las historias de amor y les ha arrancado un rotundo aplauso al terminar la película, precisamente con una secuencia que entraban ganas de rasgar la pantalla, dicho en sentido figurado. Las chicas suspiraban cada vez que había un acercamiento entre Peeta y Katniss, o Gale y Katniss y Finnick y su pareja. Los personajes que representan Woody Harrelson, Willow Shields o Elizabeth Banks tienen escasa relevancia, -o ninguna-, en el desarrollo de la historia y llama la atención el hecho de que Philip Seymour Hoffman realiza por completo su trabajo en una película que se estrena casi dos años después de haber muerto, lo que pone en evidencia, según algunos críticos, que la tercera y cuarta entrega fueron filmadas a la vez.

Una tetralogía cuya última entrega arruina una saga que nunca llegará a alcanzar en prestigio a otras que la precedieron y han marcados a las sucesivas generaciones, como Star Wars o El Señor de Los Anillos, destinada a unos jóvenes que llenaban la sala, nacidos en la era de la telecracia, en la que se manipula a las masas desde las televisiones, y la mejor forma de mantener una autonomía política , artística o individual es seleccionando incluso a quien te entrevista (qué lejos aquellos tiempos en los que si un político faltaba a una cita se le acusaba de tener miedo, ahora simplemente no se dejan manejar) y quedándote en casa si no te  interesa, porque los juegos son tan evidentes como los 'del hambre'. ¿Se puede culpar a los jóvenes de imitar a sus mayores? La Presidenta Alma Coin, interpretada por Julianne Moore, tras ganar la revolución no piensa renunciar a la realización de otros juegos en los que las víctimas sean los vencidos, cuyas imágenes penetren en el interior de los hogares. Este no es el error del film, los desvaríos son otros y profundos.

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