Eisenstein en Guanajuato. Peter Greenaway.





Ficha técnica:


Título original: Eisenstein in Guanajuato.
País: Holanda.
Año: 2015.
Duración: 101 minutos.

Dirección: Peter Greenaway.
Guión: Peter Greenaway.
Casting: Alejandro Caballero.
Dirección de Fotografía: Reiner van Brummelen, N.S.C..
Música:Patrick Lemmens.
Edición: Elmer Leupen, N.C.E.
Dirección artística: Ana Solares.
Diseñador del set: Carlos Yañez.

Diseño de Vestuario: Brenda Gómez.
Peluquería y maquillaje:Maripaz Robles, 'La Negra'

Productores: Bruno Felix, Femke Wolting, San Fu Waltha, Cristina Velasco L.
Compañias productoras: Betta Pictures, Films Boutique, Neder Lands Film Funds. Submarine, Fuworks, Paloma Negra Films, en co.producción con Edith Film, PotemKino, Mollywood,asociadas con VPRO, YLE, ZDF/Arte, apoyado por The Nederland Film Fund, The Nederlands Film, Production Incentive., Finnish Film Fund, Enterprise Flanders, Screen Flanders & Flanders Audiovisual Fund...



Intérpretes:


Elmer Bäck: Sergei Eisenstein,
Luis Alberti: Paomino Cañedo,
Maya Zapata: Concepción Cañedo,
Rasmus Slatis: Grisha Alexandrov,
Jakov Örman: Eduarda Tisse,
Lisa Owen: Mary Craig Sinclair,
Stelio Savante: Hunter Kimbrough.


Sinopsis:


1931,  tras el éxito mundial de su película "El Acorazado Potemkin", el director soviético Sergei Eisenstein viaja a la ciudad de Guanajuato, Méjico,  para rodar una nueva película. Rechazado por la implacable industria  de Hollywoo, Eisenstein se deja seducir por el cantante y la frescura de su nuevo destino. Con la ayuda de su joven y atractivo guía, Palomino Cañedo, el reputado director da libertad por primera vez a sus verdaderos deseos entrando en un mundo en el que todo es posible y que cambiará para siempre su vida y su forma de entender la vida.

Críticas.


La crítica respondió con entusiasmo a este film del peculiar director de "El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante," (1983), un cineasta sumamente original que no tiene posibles emuladores:

Javier Ocaña afirma que : " Acercarse al mito del cineasta soviético Serguéi Mijáilovich Eisenstein con la extravagancia, el fuego y la impudicia de Eisenstein en Guanajuato requiere valor o inconsciencia o provocación o vanidad o las cuatro cosas al alimón, algo de lo que seguramente sabe mucho el artista británico Peter Greenaway, el hombre que se atrevió a glosar que el cine tal y como se ha desarrollado hasta ahora había muerto y que él sería su redentor. Una desmitificación, la del autor de El acorazado Potemkin, en la que confluyen diferentes capas sobre la creación, que acaban convergiendo casi sorprendentemente en una película que, lejos del dislate, se abraza con el placer del cinéfilo desprejuiciado." (1)




Luís Martínez contempla la revelación de Eisenstein, que le pone de acuerdo con su naturaleza, a su manera : "Entre la tragedia y la parodia; entre la belleza y el espanto. Ahí, en medio, se encuentra la más gozosa provocación del año. Este filme es un recorrido geométrico por el viaje que en 1931 el padre del cine realizó a México. Entre la ficción y su contrario, Peter Greenaway compone un abigarrado tratado de la sensación, carnal y violenta, de libertad. De repente, el responsable de El acorazado Potemkin, liberado de la misión de inventar la iconografía de un mundo nuevo, dio con la mejor excusa para volver a nacer."




Para Nando Salva: " Aunque menos barroca que otros títulos del británico, la película incluye una colección de virguerías visuales demasiado larga como para enumerarlas. Si se suman a la retahíla de floridos monólogos resultan en una película extenuante, y que no arroja luz alguna sobre la mentalidad creativa de su héroe. Greeenaway, eso sí, lo compensa -o casi- a fuerza de vigor e inventiva." (3)


Comentario:


Tras unos créditos muy modestos, que se inscriben en primer lugar en unos fotogramas tomados en blanco y negro, se pasa, sin solución de continuidad, al color  en unas pantallas partidas que alternan ambas posibilidades, sin otra intención, al menos aparente, que la de jugar con el espectador y reconstruir de forma fragmentaria la transición del protagonista, el cineasta inventor del montaje ideológico (visto desde el siglo XXI), de un mundo, a la sazón comunista, a otro bien diferente, una aventura que se antoja similar a la que después padeció su compatriota Tarkovski, que dejó atrás lo que más quería (su casa, su familia y su perro) para comprender, más tarde, que el sacrificio que había realizado al elegir este camino sólo le iba a provocar nostalgia. Una voz en off visual nos sirve de guía: "Sergei Eisenstein viajó a Méjico para hacer una película, cuyo título debía ser, en principio ¡Qué viva Méjico! El cineasta gozaba de fama mundial gracias a la gran repercusión de sus tres primeros largometrajes, todos ellos rodados en la Rusia soviética: "La huelga', una violenta historia sobre una serie de disturbios civiles (se inscriben en la pantalla imágenes recortadas de cada film, mientras el coche del cineasta ruso avanza por un camino polvoriento) que fueron violentamente aplastados por las autoridades; 'El acorazado Potemkin', la cruenta narración de un motín naval provocado por carne podrida, y 'Octubre', la violenta celebración de la revolución rusa. que fue rebautizada en Occidente con el título de 'Los diez días que conmovieron al mundo', aunque podría haberse denominado 'Los diez días que conmovieron a Eisenstein'. Mientras su imagen se desdobla en otras y asaltan el encuadre las enormes letras rojas que nos informan del nombre con el que Greenaway ha decidido denominar su película, un plano inserto nos muestra una 'mosca cojonera' frotándose las patas, una metáfora insustituible del cineasta más incisivo, penetrante, irreverente y desacralizador que quizás haya conocido el cine, pasando por alto a otros tantos como él, entre ellos Alejandro Jodorowski.

Tras atravesar un largo y siniestro túnel (tanto del espacio como del tiempo; apenas tienen nada en común la revolución rusa y la mejicana), los coches que constituyen la comitiva del célebre pionero entran en una plaza, presidida por su iglesia colonial, apenas sugerida en una esquina del encuadre y vigilando a sus pueblerinos, deslumbrados por un sol cegador, y con la vista velada por millones de motas de polvo, que nos evoca el Macondo de Gabriel García Marquez, contemplado, no a vista de pájaro desde la torre de su templo, sino a ras de suelo. A partir de aquí todo es ya posible. Cuando por fin el protagonista de esta historia toca la tierra prometida ante un palacio vigilado por unos tipos nada amigables, las moscas, -espías,soviéticas-, lo molestan sin cesar. Nuevas combinaciones de tipos de un lado  y otro del telón de acero se reparten el encuadre , entre los que se incluye la célebre pintora Frida Khalo , que salta desde su fotografía a la encarnación en la actriz que la  representa, encargada de recibir al cineasta (pocos ignoran la ideología de Frida); guías, operadores de cámara y el séquito en general, se adentran en el palacio, cuya antesala es un cine, ante cuya pantalla, delante de un proscenio en el que se proyecta una de sus películas, una orquesta interpreta a Prokofiev. A partir de este momento Greenaway se desparrama a gusto y nada ni nadie es capaz de controlarlo. Su espíritu provocador no tiene límites en su intrínseca intención de ser molesto, como las moscas que acompañan al realizador ruso; sus desnudos integrales no buscan complacer, sino ofender a los más pacatos y convertir al ídolo en un simple mortal, para el que la naturaleza se doblega artificialmente con sus árboles pintados de blanco para simular, fingir, en el sentido más clásico de la palabra, estancias que se prolongan en el exterior. Cualquier binomio queda destruido: oriental/occidental, real/ficticio, interior/exterior, mientras los naturales del lugar, sacados de una película de Pancho Villa, contemplan con estupor al estrafalario que viene de fuera con aires de grandeza, un comunista que deja que un pringado le limpie de rodillas los zapatos, multiplicados por tres en el encuadre. Una costumbre que se llevó la democracia y que muchos jóvenes de hoy desconocen. El personaje es consciente y lo verbaliza: "Me comporto como un señor colonial", " limpiar zapatos equivale a besar los pies." ¿Quién besa los pies en esta época?" "¿Le doy una buena propia para tapar mi culpa burguesa?" Muchos recordarán aquella secuencia de 'El jovencito Frankenstein' (Mel Brooks (1974), en la que un niño aborda en la estación de Transilvania al Doctor Fronkonstin y le pregunta: ¿Limpio los zapatos?, una oferta rechazada por el célebre y siniestro galeno.

En su andadura por la ciudad de Méjico, la capital de un estado homónimo que hizo su revolución cinco años antes que Rusia, descubre, no sólo que las desigualdades existen, sino también las restricciones a la libertad e imágenes de sus películas comienzan a asaltarle: la prostitución, la mendicidad, la corte de los milagros que ni siquiera respeta a los niños, salen a su encuentro y la escatología le empuja a establecer comparaciones con el mundo que ha dejado atrás y el que empieza a conocer. Casi cada fotograma, escena o secuencia están tan cargadas de alegorías que reconocerán los amantes del cine de Peter Greenaway, que darían pie a una tesis doctoral, a una profunda reflexión entre las diferencias y las similitudes entre los dos mundos en los que se movió el cineasta, que se sirve de imágenes tan perturbadoras como las de 'El niño d Mâcon'. En 1927 Mary Pickford y Douglas Fairbanks, de Universal Pictures, la empresa de Charly Chaplin, vieron Potemkin y le invitaron a Hollywood para hacer una película; toda la gente de la meca del cine fue a Moscú a ver al cineasta y conocer su obra .Invitado a trabajar en Estados Unidos, atravesó Europa y parte del cono norte americano, para llegar a la 'república independiente Hollywoodiense', lo que le permitió conocer a los intelectuales más destacados de la época, justo cuando comenzaba la purga en Rusia y Norteamérica se refugiaba en un fundamentalismo anti-comunista en el que no cabía un  judío, un rojo, un alborotador y un comunista.  El inglés convierte a su personaje en una especie de Roberto Benigni, probablemente producto de su imaginación. Largos diálogos, muchos de ellos en cementerios, tomados con grandes angulares o con cámaras circulares gir y ojos de buey giran en torno, al dinero, el sexo, la muerte y el propio cine, un contexto en el que se inserta una experiencia homosexual del cineasta (¿real o ficticia?). La imagen por sí sola no basta para transmitir tantas cosas como pretende Greenaway. que, como es habitual en él, no busca complacer los sentidos del voyeur, del espectador que mira desde su butaca, sino provocarlo, molestarle, violentarlo, algo que casi siempre consigue. Un film para cinéfilos e interesados en la cultura canónica y académica, que no se dejen escandalizar con facilidad por un una historia procaz y desmitificadora,  al que no le falta ni el sexo explícito. Mientras el peso del régimen cae sobre su propia madre y su familia él disfruta de su iniciación integral en un mundo nuevo, Finalmente el film que debía hacer en Méjico, bajo el auspicio de Upton Sinclair quedó inconcluso y fue llamado posteriormente ·el plan fílmico más grande y la mayor tragedia personal de Eisenstein",



(1) ¡Qué viva Méjico!, diario 'El País', 7 de enero de 2016.
(2) El culko del cine, diario 'El Mundo', 7 de enero de 2016.
(3)  'Eisenstein en Guanajauto: un genio bajo las sábanas.  Diario 'El Periódico',  6 de enero de 2016.


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