Nuestra hermana pèqueña. Hirokazu Koreeda








Cartel, ficha técnica, sinopsis, premios, críticas, trailer (Pinchad aquí)


Crítica:



Dice Sergi Sanchez que Kore-eda no sabe sintetizar la esencia poética de lo cotidiano, por lo que es posible que haya una buena película en el seno de Unimachy Diary, pero no se ha hecho visible. Dice más aún: "Las dos cintas japonesas que vimos ayer –en sección oficial, «Unimachi Diary», de Hirokazu Kore-eda; inaugurando «Una cierta mirada», «An», de Naomi Kawase– tenían algo de plato precocinado, de fórmula magistral hecha en cadena, pensando en las expectativas del público hacia la presunta sensibilidad oriental (...)." El nombre de Ozu se desgasta de tanto evocar, pero en ambas películas –sobre todo en la de Kore-eda, que parece haberse convertido en su virtual y sobrevalorado heredero– su sombra está ahí, recordándonos, por desgracia, que está muerto. (...). En esta «Mujercitas» de ojos rasgados, la apaciguada sencillez de lo que se cuenta –la vida de cuatro hermanas, una de ellas adoptada por las otras tres cuando muere el padre que tienen en común– funciona más como máscara que como garantía de verdad...

La cámara de Hirozaku Kore-eda se mueve tan poco como la del maestro Ozu y va de unos lugares a otros con una tranquila redundancia, con alguna escapada de emoción contenida (barca de adolescentes disfrutando de fuegos artificiales), en un mundo de ZHome o de Ikea, minimalista, moderno, de colores nada estridentes, que transporta al espectador a un santuario en el que nunca se alza la voz, nadie se toca, ni se besa, ni nada altera la paz espiritual de quien busca el silencio en la filosofía oriental. El hecho de que las protagonistas sean cuatro jóvenes no implica que la reunión de estas cuatro mujercitas provoque alborozo, llantos, risas, movimientos atolondrados; los rencores están soterrados y las pasiones amorosas se producen fuera del sacrosanto hogar ocupado por las cuatro hermanas. Sólo en una ocasión gritan dos de ellas, en el borde de un precipicio, un lugar elegido por la más mayor y adusta, la que hace las veces de patriarca, para desahogar sus sentimientos. Los eventos más repetidos son los funerales, a los que siempre acuden las elegantes y abnegadas chicas, que han convertido la convivencia entre ellas en el eje de sus vidas.

La belleza serena de las actrices, la exhuberancia de una naturaleza tan constreñida como los hombres que la transitan, encerrada en los límites del encuadre, y la presencia de unos centros oficiales que tienen la misma apariencia sea cual sea su función, - educativa, hospitalaria o tanatorio en el que rendir un último homenaje a los muertos -, blancos, austeros, sin alegrías arquitectónicas, nos acercan a la idiosincrasia de un pueblo que generó un imperio económico tan inmenso como frágil, un ídolo de pies de barro, que se fracturó y perdió su hegemonía durante la crisis inmnobiliaria de los 90 que no ha sabido resolver. Si Hirokazu Kore-eda nos muestra el lado tranquilo pero amable de la sociedad que salió del medievo y sufrió un fuerte traumatismo, otros cineastas han sido más duros en la representación de la caída y sus consecuencias sobre unos jóvenes que sufren violaciones y ataques de otros compañeros menos sensibles, que nada tienen que ver con el modelo que propone Kore-eda, y acaban quitándose la vida en una etapa temprana de su existencia (Lee Su-jin y su Princesa, Takhesi Kitano y la terrible tragedia de 'Dolls', etc.).

Carlos Boyero da una descripción bastante acertada: "Curiosamente, en esta historia que habla del calor familiar, de la necesidad de construir un refugio afectivo y sólido para evitar el frío del mundo exterior, las hermanas no se abrazan, no se besan, no se tocan ni una sola vez. Imagino que la relación familiar en la cultura japonesa evita el contacto físico. Pero la sutileza de este director para describir sensaciones y sentimientos, lo que se expresa y lo que se calla, las emociones con matices, sigue siendo primorosa. No ocurren grandes cosas y en el montaje podía haber abreviado algunas situaciones repetitivas, pero su atmósfera y su capacidad de sugerencia son envolventes." (2)

Mas donde algunos ven contención y otros más atrevidos cursilería, Jordi Costa  se rinde ante la máxima expresión de la sabiduría del director y guionista, lejana de la exhibición provocadora, e hija de la reflexión que conduce al perdón y la catarsis, una templanza que, demasiadas veces, se echa de menos en algunos de sus escritos:"El tono optimista de Nuestra hermana pequeña asume el riesgo de provocar el rechazo de cierto sector de espectadores, en tiempos de altísima cotización del cinismo y de alerta refleja ante todo lo que levante sospechas de extrema sensibilidad: lejos de proponer una trivialización de los temas de Nadie sabe y Still Walking, el último trabajo de Kore-eda demuestra que la solidez de su mirada humanista soporta importantes cambios de registro, confirmando su condición de gran heredero de los viejos maestros (Ozu a la cabeza, pero también Kurosawa y Naruse)." (3)



(1) Crónica de Cannes, 15 de mayo de 2015.
(2) Cannes también es feminista. Diario El País, 13 de mayo de 2015.
(3) Aprendiend a (sobre)vivir, diario 'El País', 24 de marzo de 2016.
   

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