Perdida. David Fincher. Ficha técnica completa.




Imagen propiedad de Juanma Pastor, Tanja Fushberger y Rosa Labrandero






Ficha técnica: 


Título original: Gone Girl
País: Estados Unidos.
Año: 2014.
Duración: 145 minutos.
Género: Thriller.

Dirección: David Fincher.
Guión: Gillyan Flynn, basado en su propia novela homónima.
Casting: Laray Mayfield.
Dirección de Fotografía: Jeff Cronenweth. Color.
Música: Trent Renzor y Atticus Ross.
Montaje: Kirk Baxter, a.c.e.
Coordinador departamento de arte: Michael Lacoste; supervisor: Sue Chan.
Decorador del set: Douglas Nowat.
Diseñadores del set: Timothy Croshaw, Thomas T.Taylor, Barbara Mesney, Jane Wuu.
Diseñador de sonido:: Ren Klyce.

Diseño de Vestuario: Trish Summerville.
Jefe de Departamento de maquillaje: Kate Siscoi,
Jede del departamento de peluquería Kim Santantonio.

Productores: Ceán Chaffin p.g.a., Joshua Donen, Arnon Milchan y Reese Witherspoon.
Productores ejecutivos: Leslie Dixon y Bruna Papandrea.
Diseño de producción: Donald Graham Burt.
Compañías: Twentieth Century Fox y Regency Enterprises


Intérpretes: 


Ben Affleck: Nick Dunne,
Rosamun Pike: Amy Dunne,
Neil Patrick Harris: Desi,
Tyler Perry: Tanner Bolt,
Carrie Coo: Margot Dunne,
Patrick Fulgit: Detective Jim Gilpin,
Kim Dickens: Detective Boney,
Missi Pyle: Ellen Albot,
David Clennon: Rand Elliot,
Boyd Hollbrook: Jeff,
Lisa Banez: Mary Beth Elliot,

Sinopsis: 


Narra la desaparición de la mujer de Nick Dunne. La presión policial y mediática hace que el retrato de la feliz unión de Nick empiece a tambalearse. Pronto sus engaños y extraño comportamiento llevarán a todo el mundo a preguntarse: ¿Es el responsable?


Notas de producción: 


“Es una época muy difícil en la que se se debate en torno a qué es ser una persona, sólo una persona real y verdadera, en vez de una colección de rasgos de la personalidad seleccionados de una inacabable máquina expendedora de personajes. Y si todos nosotros estamos haciendo teatro, no hay almas gemelas; no pueden existir semejantes monstruos...”. A través de David Fincher nos llega la historia de Gillian Flynn tomando como punto de partida el recital del género del thriller que se convirtió en un éxito editorial de lectura obligatoria, la versión cinematográfica de su novela,  una desbocada carrera a través de nuestra moderna cultura mediática que nos lleva hasta las oscuras y profundas líneas de falla de un matrimonio norteamericano, con todas sus promesas en las que no se puede confiar, sus inevitables engaños y su comedia negra como el azabache. 

La pareja situada en el centro del relato, el antiguo escritor neoyorquino Nick Dunne y su esposa y ex “niña guay”, Amy, que ahora tratan de llegar a fin de mes en un Medio Oeste que se halla en mitad de una recesión, nos muestra todo el sinuoso contorno externo de la perfecta felicidad matrimonial contemporánea. Pero con ocasión de su quinto aniversario de boda, Amy desaparece y ese contorno se resquebraja formando un laberinto de fisuras. Nick se convierte en el principal sospechoso, envuelto en una niebla de comportamiento equívoco. Amy se transforma en el cacareado objeto de un frenesí mediático, mientras que su búsqueda (esté viva o muerta) se desarrolla ante los ojos de un mundo sediento de revelaciones. Al igual que Nick y Amy personificaban la pareja romántica quintaesenciada, la desaparición de Amy presenta todos los indicios de un emblemático crimen doméstico norteamericano. 

Pero la desaparición de ella se convierte en una especie de laberinto de espejos en el que unos secretos tentadores y salvajes conducen a otros secretos salvajes y tentadores. Los acontecimientos que se desarrollan están repletos de sobresaltos y complicaciones, pero las dudas que permanecen son de las que, cortando con precisión de bisturí, llegan hasta el hueso: ¿Quién es Nick? ¿Quién es Amy? ¿Por qué formamos cualquiera de nosotros parte de matrimonios –y de una sociedad– edificados sobre una precaria base de imágenes proyectadas y disfraces? Al publicarse en 2012, la novela de Gillian Flynn, Perdida se convirtió en un un éxito editorial veraniego angustioso y enormemente popular, que también era el tema de conversación en el mundo literario. El libro fue alabado no sólo por su incesante suspense, sino también por su ingenio narrativo y su disposición a sondear las profundidades más turbias de la conducta humana, forcejeando con las irregulares líneas que separan el matrimonio de la posesión, la vida pública de la privada, y el señuelo del artificio del resplandor de la verdad. 

Incluso el género de la ficción policíaca destacaba por fusionar a dos narradores clamorosamente indignos de confianza y enfrentados –las dos mitades del matrimonio roto–, que se manipulan mutuamente, enredando al lector en sus telarañas de engaño. La novela contenía una experiencia visceral y cinematográfica aunque repleta de escollos a la hora de adaptarla a la pantalla. Tan fuertes eran las voces del libro que parecía improbable que nadie pudiera jamás adaptarla tan bien como su autora. Por suerte, Flynn estaba dispuesta a hacerse cargo de la gigantesca tarea y presentó un guión que redujo la esencia de su novela interior, hábilmente tramada, a una adecuadísima estructura. Luego, después de la mudanza a la ciudad natal de Nick, asolada por la recesión y situada en el estado de Missouri, apalancando su fondo fiduciario durante el proceso, Amy adoptó nuevas y desagradables facetas. 

Así que, simplemente, ¿quién es Amy Dunne? Ése es el abismo sin fondo al que bajó la actriz Rosamund Pike, quien recuerda que le atrajo al instante la visión impenetrable, radiográfica de la parte oculta, y habitualmente desagradable, de la perfecta felicidad matrimonial. Ella siempre intentaba ser la ‘mujer ideal’ de cualquier hombre con el que estaba. Cuando las cosas comenzaron a ir mal –cuando la madre de Nick contrajo cáncer, cuando los padres de Amy comenzaron a tener problemas económicos–, su matrimonio empezó a hacer aguas. Cuando Nick comunica la desaparición de su esposa, emprende una relación peliaguda y no deseada con la detective Rhonda Boney, la investigadora principal del caso, y la única salvación concebible de Nick. El mundo físico de Perdida refleja el estado interno de sus personajes –o quizá sucede a la inversa– con su retrato de una Norteamérica en época de recesión, llena de fachadas reconfortantes que, vistas más de cerca, se deshilachan por las costuras. 

El resultado es una especie de colección de cosas típicas de Estados Unidos pasadas por el filtro del cine negro; una perspectiva siniestramente hipnótica de sueños americanos fuera de lugar. Fincher construyó este mundo compuesto de extrañeza a intimidad con un equipo en el que ha confiado repetidamente, y que incluye al fotógrafo Jeff Cronenworth, al diseñador de producción Donald Graham Burt, a la diseñadora de vestuario Trish Summerville y al montador Kirk Baxter. Cronenworth ha recorrido anteriormente, sin duda alguna, algunos caminos oscuros con Fincher. A través de una serie de películas entre las que se cuentan El club de la lucha, La red social y Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres, los dos han forjado un estilo visual distintivo que evoca potentes atmósferas sin límite alguno. 

Impulsado por sutilezas y detalles, su trabajo en Perdida lleva por primera vez su estética al Medio Oeste de las zonas residenciales. El regionalismo de esta película se hace eco del trabajo del influyente fotógrafo callejero norteamericano Joel Sternfeld, que descubrió belleza humana y humor irónico en las modernas ciudades y paisajes creados por el hombre. El mismo material ayudó a centrar el enfoque. “Una vez hube leído el guión de Gillian, y empezado a meterme en la cabeza de David y comenzado a vivir a través de estos personajes y del juego de ajedrez mental que juegan unos con otros, y de la montaña rusa emocional en que se han subido, la cuestión pasó a ser de qué forma podían los efectos visuales apoyar este viaje profundo y oscuro”, explica Cronenworth. “Los habitantes también fueron muy amables y nos ayudaron mucho. La producción alumbró como una luz su notable generosidad”. 

Cronenworth estaba igualmente intrigado por el perfil de Cape Girardeau a la hora de crear Carthage. Carthage es muy parecida a muchas ciudades de toda Norteamérica que fueron prósperas en un tiempo, a las que llegó una autopista y en las que se establecieron unas pocas cadenas de supermercados; y, repentinamente, las oportunidades económicas siguieron su marcha carretera adelante”, describe Cronenworth. “Yo vi en Carthage una especie de viejo y polvoriento vestido de novia que ha estado guardado en el armario. Conserva una belleza natural y un encanto, pero lleva años sin que lo saquen ni nadie se lo ponga”. Ubicaciones prácticas fueron requisadas para afinar este retrato. Burt lo explica: “Con David todo gira siempre en torno a la moderación pero también a encontrar cosas que son un poquito excéntricas. La idea es, a la vez, ‘mantengámoslo simple’ y, sin embargo, ‘mantengámoslo complejo. 


Comentario: 


Perdida es una magnífica película, que por otra parte te deja muy mal cuerpo, especialmente porque es una crónica del mal amor, propio de la sociedad patriarcal que puede suscitar una violencia de género en cualquier miembro de la pareja, en este caso al hombre, Nick Dunne (Ben Affleck), desempoderado porque ha perdido el empleo en New York, depende económicamente de su mujer, y se desplaza a Missouri, por razones económicas, pero también familiares: su madre está enferma de cáncer, y su padre está inválido psíquica y físicamente, e ingresado en una residencia de ancianos. Amy es rica, es la dueña de todo; paga el alquiler de la casa, es propietaria del bar que regentan Nick y su hermana, de las tarjetas de crédito, e incluso hace un seguro de vida millonario a favor de su esposo. Sus padres son más jóvenes, están bien de salud y disponen de un buen estatus económico.

Todo juega en contra del hombre, especialmente hundido por la humillación que nos autogeneramos cuando no podemos cumplir con el mandato de género asignado, según Maite Sarrió Catalá. El joven intenta huir de esta situación, desea pedirle a su esposa el divorcio el día del aniversario y ha buscado consuelo en una joven alumna de Universidad, para la que él simboliza al escritor neoyorquino refinado, que puede abrirle un mundo de escritores en el que ella ansía entrar, aunque está verdaderamente enganchado de un atractivo malsano y perverso que ejerce su mujer sobre él, así como sobre sus antiguos amantes (desde el instituto), todos acusados por ella de abusos sexuales. 

El primero, el que era más jovencillo cuando entabló relaciones con Amy, le comunica a Nick el calvario que ha padecido y al que está condenado para toda su vida, de tener que incorporar a su curriculum su condición de maltratador, porque se llegó a un acuerdo entre abogados para evitarle la cárcel a causa de unas relaciones consentidas, y que, al desaparecer, muestra su ironía acerca de una psicópata que ha ascendido de categoría, al graduarse de violada a asesinada. David Fincher hace una denuncia en toda regla, en primer lugar del mal amor, del amor perverso y malsano, que en ocasiones se da en algunas parejas (sois la pareja más jod-.da que he conocido, le dice a Nick su abogado defensor ) ; después del circo mediático que se monta en torno a juicios populares, como todos los que tienen que ver con las frecuentes desapariciones que se dan en Norteamérica, y el maltrato de género, y por la capacidad que tiene mucha gente, para, de la forma más impune, pretender linchar a quien cree culpable. 

Cuando aparece la muerta, viva, no muestran el más mínimo arrepentimiento con el sufrimiento que han procurado al inocente. Pero lo más doloroso es el final tan infeliz, en el que se prueba que, en demasiadas ocasiones, cuando se encuentran una mujer y un hombre determinados, se establecen unas relaciones de sumisión y dependencia que dan lugar a situaciones tan graves como las que se producen en esta historia, y que condenan a ambos a 'cadena perpetua', mucho más dura que la cárcel, en la que, al menos, puedes dormir. El sufrimiento se extiende por los aledaños de la pareja, como muestra la tristeza de la hermana de Nick, cuando descubre lo que teme en el fondo de su corazón y no se atreve a pronunciar en voz alta para no hacerse daño a sí misma, aunque podemos oír su lamento: "Se me parte el corazón, aunque siempre ha estado, estoy y estaré contigo," le dice a Nick. 

Amy siente, satisfecha, que ella es la 'p**a' de la que él se enamoró y la única de la que puede colgarse. Esto es el matrimonio, afirma. Brillante film de David Fincher que entra por los nuevos derroteros de pesimismo a los que está conduciendo el cambio de las condiciones vitales del hombre. Norteamérica ya no es el referente económico mundial y sus habitantes lo comienzan a experimentar. Amy no es mejor que la pianista de Haneke; Nick está más atrapado que el partner de la austriaca. El resultado es más desesperanzador. El autor americano no sólo hace progresar su cine formalmente, sino que lo pone a la altura de los mejores autores de dentro y fuera de su país.



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