50 sombras de Grey. Sam Taylor-Johnson.






Ficha técnica:


Título original: Fifty Shades of Grey.
País: Estados Unidos.
Año: 2015.
Duración: 124 minutos.


Dirección: Sam Taylor-Johnson.
Guión: Kelly Marcel, basado en la novela de E L James.
Casting: Francine Maisler, C.S.A.
Dirección de Fotografía: Seamus McGarvey A.S.C. y B.S.C.
Música: Danny Elfman; supervisor: Dana Sano.
Edición: Debra Neil Fisher, A.C.E,, Anne V.Coates, A.C.E. y Lisa Cunning.
Director artístico: Laurel Bergman.
Diseñadores del set: C.Scott Baker, Patrick Dunn-Baker, Georff Wallace.
Decoradores del set: Sandy Wasco, Sandy Walker.

Diseño de Vestuario: Mark Bridges.
Responsable de maquillaje: Victoria Down.
Estilista de peluquería: Sanna Seppanen.

Productores: Michael de Luca, p.g.a., El James, p.g.a. y Dana Brunetti, p.g.a.
Diseño de producción: David Wasco.
Compañías: Un presentan a Michael De Luca Productioniversal. Focus Features

Intérpretes:


Dakota Johnson: Anastasia Steele,
Jamie Dornan: Christian Grey,
Jennifer Ehle: Carla,
Eloise Mumford:: Hate,
Victor Rasuk: José,
Luke Grimes: Elliot Grey,
Marcia Gay Harden: Mrs. Grey,
Rita Ora: Mia Grey,
Max Martini: Taylor,
Andrew Airlie: Mr. Grey
Callum Keith Rennie: Ray,
...

Comentario:



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Asistimos con frecuencia al debate en torno a si un film sufre por fallos de guión, sin entender la diferencia que existe entre el cineasta que emprende su propio proyecto y busca el apoyo de un guionista que lo ayude a llevar a cabo su empresa, o el que dirige la película es un realizador que supera con éxito el casting de las compañías productoras (independientes o viejas compañías otrora integradas en el mítico Hollywood), como ocurre con Sam Taylor-Johnson, que tuvo que soportar la vigilancia estricta  y permanente de la escritora del betseller homónimo EL James, que formó parte del equipo, por mucho que la británica seleccionara a los actores haciéndoles recitar un fragmento del texto de 'Persona' de Ingmar Bergman para comprobar hasta qué punto controlaban sus emociones, un hecho que ha decantado a algún que otro creador de opinión a su favor. No vamos a entrar en qué relación existe entre '50 Sombras de Grey' y '9 Semanas y media'o 'El último tango en París', porque no existe ninguna, lo que explica que el film que dirige Sam sea mucho menos perturbador y estimulante.

Advierte en su breve comentario Pablo Kurt, responsable de la página Filmaffinity,  que  en esta película hay violencia de género, aunque se refiere al género literario-cinematográfico, que nadie piense otra cosa. Mas, desde la primera línea del relato en la primera fase de la narración, la de presentación de los personajes, hace un recorrido por los tres vértices del triángulo de la violencia que enumeró Galtung: la estructutral, la cultural y la directa, especialmente porque, entre todos, toman al espectador por un imbécil al que intentan abochornar y luego imbuirle falsas expectativas. Sam Taylor-Johnson convierte su película en el epitome de todos los males que han hundido a las masas en la miseria, no sólo física, sino moral e intelectual, y lo logra en los primeros minutos de película, emblematizando a los dos oponentes del combate sexual: un joven de 27 años que ha conseguido el éxito a temprana edad, que dirige un imperio no-importa-de-qué, que se ha formado en una escuela de negocios, que domina las relaciones sociales, viste trajes de 'alpaca', se desplaza en Audis de alta gama, conducidos por un chófer, cuida su cuerpo ciclado, es limpio, y dispone de un amplio vestidor, en el que la docena de trajes, camisas, corbatas, relojes, se sienten holgados y frecuentemente renovados, La imagen del éxito; su casa es minimalista, sin nada que denuncie la personalidad de su inquilino, de escaparate, y con algunas obras, muy cotizadas, por aquí y por allá. Y lo mejor de todo: sala de torturas para jóvenes advenedizas, en cuyo cuerpo descargará sus frustraciones empresariales.

Ella es la antítesis. Estudia Filología Inglesa, lo que la delata como una mujer romántica, que debe ser amante por necesidad de las Hermanas Brönte o de Emily Dickinson, aunque se inclina por Thomas Hardy; tiene su casa abarrotada de libros, y en una de las paredes de su piso de estudiante, figura una enorme estantería llena de vinilos que junto a la máquina de escribir que utiliza Paul Dano en Ruby Sparks (2012), un instrumento que no ha abandonado Woody Allen, constituyen los iconos de indies y hipsters. Anastasia, la chica con nombre de princesa destronada, trabaja en una ferretería, un lugar en donde Grey puede obtener juguetitos, como muchos estudiantes pertenecientes a las clases medias; acude a una Universidad, probablemente privada ya que el millonario es uno de sus patronos, una institución multicultural y multirracial, según nos permite captar un plano subliminal que muestra a un grupo de estudiantes de diferentes etnias y países agolpados ante el Departamento de Humanidades. Él estudia para ganar dinero, ella por puro romanticismo caduco para los de su clase.

Se queja Luís Martínez, en un extenso e irritado artículo, de que el film supone el triunfo de los estereotipos que con tanto empeño inútil combaten las administraciones públicas. Este empeño es en verdad inútil porque el discurso de los que tienen el poder camina en dirección contraria al institucional, domina los medios de comunicación y va generando millones de losers o perdedores, en román paladino, por segundo: todos aquellos cuyos padres, por falta de recursos o exceso de principios han decidido que prefieren para sus hijos una educación basada en valores humanos y no enfocada a las demandas de las empresas, que necesitan señores feudales que además sean unos auténticos rompe-pelotas. Pero, también en la primera parte del relato, se pone en evidencia que, sí Grey tiene 50 sombras, ella tiene más de cincuenta formas de morderse sensualmente el labio inferior, algo que, unido a la posibilidad de que existan jóvenes triunfadores como Grey que, además, puedan hacer semejantes cosas con sus muy educadas y protegidas niñas, les ponen los pelos de punta. Un buen paseo por Instagram revelaría más de lo que padres bienpensantes creen.

Pero hasta qué punto la mala conciencia y la hipocresía de la clase dominante funciona se pone de manifiesto en el origen del gusto de Grey por el 'Bondage', el BDSN (Esclavitud o atadura, dominación, sumisión y masoquismo) o el S&M: una vieja amiga de la familia los inició como al protagonista de 'La Venus de las pieles' de Roman Polanski, o al de 'El Graduado', seducido por Mrs. Robinson, a la que se hace alusión en el texto fílmico.Aquí es donde, según los airados críticos de los medios más importantes a un lado y otro del Atlántico han puesto su grito en el cielo y han constatado que muchas mujeres (y muchos hombres, seguro) han descubierto este mundo, para el que las tres mujeres que se ponen al frente de la película (escritora, adaptadora y directora) contrataron a un especialista: un dominador experto. Conscientes del terreno de arenas movedizas en que se mueven, el making of demuestra que las tres o cuatro palmaditas que Jamie Dornan le da en el culo a Dakota , la hija de Melanie Griffith y Don Johnson, no hacen daño, y el relato insiste hasta la saciedad en que la chica firma un contrato con el joven millonario (no parece funcionar aquí la discriminación positiva institucional) en el que se estipulan los límites del maltrato y los códigos de alarma: amarillo y rojo, que alertan de que se están cruzando estas líneas.

El encanto de Grey  reside, como hemos dicho, en que es limpio, va siempre perfectamente rasurado (tras realizar la película el actor luce una espléndida barba), viste con elegancia, posee un halo de misterio, es vulnerable y además tiene miedo.Vive en un entorno joven, minimalista, pero sofisticado, como corresponde a un hombre que controla tanto poder. obtenido mediante el auto-control, lo que pone en valor la disciplina inglesa frente a la formación humanística orientada a los perdedores. El salón de su casa muestra como único signo de ostentación cultural un piano de cola, un marcador de estatus y un placebo tras sus constantes desmadres con las mujeres, una de las cuales lo inició.Sólo algunas pinturas y objetos cotizados en el mercado de arte, discretamente dispuestos, sin llamar demasiado la atención muestran la sobriedad de su  distinción.Todo es exquisito a su alrededor, una ostentación de su éxito: papel pintado de Gournay, con aspecto de tela pintada a mano, camas dieciochescas de madera dorada, jarrones cursis con flores, lavabos de diseño, juguetes de rico, un cuarto de juegos, un refugio masculino, que en realidad es  un personaje más de la película. A dar credibilidad al personaje contribuyen los trajes de colores fríos, grises, las camisas azules y blancas, que le dan fuerza y carácter y sus juguetes caros, coches, planeadores alemanes, helicópteros ( un EC120, el más grande que se fabrica para usos civiles)., etc.

A todo lo anterior se añade el carácter sexista del film, a pesar de que el equipo técnico está presidido por mujeres, que evita la exhibición del pubis desnudo, tanto del hombre como de la mujer, con alguna, apenas perceptible, excepción. La joven inicia el rito iniciático  hacia la madurez, la epifanía del sexo de una virgen, una puesta en escena previa y necesaria para la práctica del sado casto que diferencia este film de otros más agresivos, pero que escandaliza porque desacraliza el sexo en un título que se anunciaba masivo entre los jóvenes, algunos de los cuales todavía están estudiando y, a pesar de que lo convierte en un acto tan ingenuo como  un primer beso, asusta a las madres que han buscado colegios que controlen a sus hijos (la gran matriz les llamaba un amigo) y ahora tienen que escuchar como quien podría ser el candidato ideal para formar pareja con sus hijas: "yo no hago el amor, yo follo'. Es  el precio que se debe pagar por convertirse en la virgen que se humilla ante  quien tiene el mundo a sus pies a los 27 años; esta historia hubiera sido impensable si Grey no hubiera tenido este perfil  La desvirgación se produce  en una habitación que se parece mucho a la casa de los padres de cualquiera; las rejas de la habitación roja se repiten subliminalmente en toda la película hasta convertirlas en familiares, y se ha procurado que el cuarto de los horrores recuerde un establecimiento de Hermés, del gusto de las mujeres maduras de clase media. Chocan extraordinariamente cómo han influido en el film factores extradiegéticos, hasta el punto de que se desechara como candidato a Matt Borner, el preferido de las fans del betseller, porque es un gay confeso, un hecho que demuestra hasta que punto el film es pusilánime, pacato y contemporizador con el público  joven al que va dirigido, con un final de gran ambigüedad, lo que precisamente lo convierte en un riesgo de banalización de lo que no es banal: con el dinero se puede comprar cualquier cosa.





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