La Máscara de la Muerte Roja. Roger Corman.
CADA HOMBRE CREA SU PROPIO PARAÍSO
Y SU PROPIO INFIERNO
SIC TRANSIT GLORIA MUNDI
Ficha técnica:
Título original: The masque of the Red Death.
País: Estados Unidos.
Año: 1964.
Duración: 89 minutos.
Dirección: Roger Corman.
Guión: Charles Beaumont y R-Wright Campbell, basado en una historia de Edgar Allan Poe.
Casting: G.B.Walker.
Dirección de Fotografía: Nicolas Roeg, B.S.C.
Música: David Lee.
Dirección artística: Robert Jones.
Editor: Ann Chegwidden.
Coreografía: Jack Carter.
Efectos especiales: George Blakwell.
Supervisor vestuario: Laura Nightingale.
Maquillae: Geore Partleton
Productor: Roger Corman.
Productores: Roger Corman, James H.Nicholson y Samuel Z.Arkoff
Diseño de producción: Daniel Haller.
Compañías productoras: American International Pictures
Intérpretes:
Vincent Price: Próspero,
Hazel Court: Juliana,
Jane Asher: Francesca
David Weston
Nigel Green
Patrick Magee
Paul Whitsun-Jones
Robert Brown
Julian Burton
David Davies
Skip Martin
Sinopsis:
Italia siglo XVII. El príncipe tirano Próspero (Vincent Price) adorador del diablo y abusador implacable de sus súbditos, visita una aldea para cobrar los impuestos en persona antes de ingresar en su castillo. Pero, en esta ocasión, además de tener que apresar a dos campesinos rebeldes, descubre que la devastadora plaga conocida como 'la muerte roja' ha llegado a sus tierras y empieza ya a diezmar su población. Por ello se refugia en su castillo e invita al resto de la aristocracia de la región a que le acompañen, para así poder organizar bailes y fiestas durante su aislamiento, además de otros oscuros y misteriosos planes relacionados con sus cultos satánicos.
Roger Corman produce y dirige esta adaptación de dos relatos de Edgar Allan Poe (The Masque of the Red Dearth y Hop Frog) en la que sería la penúltima producción de este ciclo de adaptaciones literarias. Con un Vincent Price en estado de gracia y Hazel Court y Jane Azher dando la réplica, 'La Máscara de la Muerte Roja' cuenta además con la fantástica fotografía de Nicolas Roeg para ambientar la terrorífica historia del príncipe Próspero.
Comentario:
Roger Corman ambienta su ficción en un sistema nada ficticio, que asume con más o menos lealtad en el castillo de cartón-piedra, que tiene el encanto de los retablos de los pintores primitivos, el retrato de un señor feudal, Próspero, 'adorador de Baal (Belcebú)', que se refugia en su castillo, rodeado de 'nobles' lacayos para protegerse de una de las pandemias de la Edad Media, a la que llaman la 'Muerte Roja', cuya representación da origen a las la secuencias más bellas de este film, iconos que tienen un precedente en 'El séptimo sello' de Ingmar Bergman (1957), a pesar de que hay algo bufonesco que les quita solemnidad. Los siervos, en época de escasez, guerra o muerte por la peste, acuden a refugiarse a los castillos, buscando el beneficio lícito derivado de sus servicios, de acuerdo con el juramento de vasallaje que los ha convertido en auténticos siervos.
En lo que respecta a la inclusión del film en el género de terror, habría que replantearse los criterios que se utilizan para calificar las películas, ya que, ni los peores sueños de las damas producen hoy la más mínima tensión o expectativa, y el resultado es un relato plano en ese sentido, aunque represente una crónica my interesante de la mentalidad y la psicología de la época y la inclinación a prácticas sipersticiosas que atraviesa a todas las capas sociales. Ni siquiera provoca temor la que, probablemente sea la set piece de la película, en la que la amante de Próspero primero, y él mismo después, perseguido por la muerte, atraviesa una serie de estancias iguales en las que sólo cambia el color. La alternancia de secuencias entre una mascarada dentro del castillo y una procesión en el exterior de la fortaleza, en la que la gente del poblado arrastra de forma poco lógica, un carro repleto de muertos a causa de la peste, sorprende más que inquieta.
Curiosa combinación de velas de diferentes tonos y colores, que, junto al pavimento, los ladrillos del suelo y las ropas de la corte de Próspero constituyen recursos para conseguir encuadres repletos de una atmósfera saturada, poco brillante, que no aligera las secuencias, pero tampoco las dramatiza en exceso. Una impresión multicolor que cierra de forma mucho más minimalista e inquietante con una tétrica procesión.
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