Britannia Hospital. Lindsay Anderson.





Ficha técnica:


Título original: Britannia Hospital.
País: Reino Unido.
Año: 1982.
Duración: 116 minutos.

Dirección: Lindsay Anderson.
Guión: David Sherwin,
Casting: Patsy Pollock.
Dirección de Fotografía: Mike Fash, B.S.C.
Música: Alan Price.
Edición: Michael Ellis.
Asistente del director: Michael Murray.
Decorador del set:Simon Wakefield.

Maquillaje: Linda de Vetta, Alan Boyle.
Pelquería: Pat McDermott.
Maquillaje de efectos: Nick Maley

Productores: Davina Belling, Clive Parsons.
Diseño de producción: Norris Spencer
Compañías: Emi Films,


Intérpretes:


Malcolm McDowell: Mick Travis,
Leonard Rossiter: Vincent Potter,
Graham Crowden: Profesor Millar,
Joan Plowright: Phillys Greemshaw,
Jill Bennett: Doctor McMillan,
Marsha Hunt: enfermera Persil,
Robin Askwith: Ben Keating,
Mark Hamill: Red,
Peter Jeffrey: Sir Geoffrey,
Fulton MacKay: Jefe Superintendente Johns,
Brian Pettifer: Biles,
Vivian Pickles: Matron,
John Moffat: Greville Figg,
Barbara Hicks: Miss Tinker,

Sinopsis: 


Mick Travis (Malcolm McDowell) es un periodista que comienza un documental sobre un hospital. El centro Britannia Hospital va a inaugurar una nueva ala en su edificio y la soberana del país decide estar presente ese día. El pánico se extiende por todo el hospital, ante la visión de todo lo que puede ocurrir durante el esperado acontecimiento. La cocinera se niega a preparar el menú del día, los pintores se resisten a terminar su trabajo y los manifestantes que quieren derrocar a un dictador que se encuentra hospitalizado en el centro serán los encargados de crispar los ánimos al máximo nivel.


Comentario:


Última entrega de la trilogía de Mick Travis, escrito por David Sherwin (If..., 1968; Un hombre de suerte (O Lucky Man!, 1973),  que contempla de manera, más que irónica, caústica y demoledora, la sociedad capitalista; Lindsay Anderson sitúa la acción en un lugar público, un hospital al que más tarde o más temprano acuden los integrantes de todas las clases sociales y en el que conviven sectores implicados en la sanidad, desde los representantes del gobierno, pasando por los periodistas que cubren una huelga de los trabajadores de la cocina que se niegan a hacer menús especiales para los pacientes ricos, hasta los huelguistas apoyados por sus sindicatos, y Mick Travis un intruso que intenta abortar los experimentos frankenstenianos orientados a crear vida, que realiza el Dr. Millar. En la calle una manifestación controlada por los bobies.

El representante de la reina, un enano de no más de medio metro, acude el hospital con sus colaboradores con el objetivo de preparar una visita de Su Majestad Británica, ( en las paredes habitaciones cuelgan fotografías de la princesa Diana de Gales y su esposo, el príncipe Carlos), y, aunque los ciudadanos británicos todavía no habían aprobado el Brexit, los gerentes del hospital presumen de que todo lo que encuentran a su paso está  hecho en el país. La anarquía se incrementa con la llegada de manifestantes que protestan contra un tirano que se recupera en el hospital.

Un relato de buen humor inglés sin grandes riesgos formales, confiando en las posibilidades de la propia trama para provocar la diversión de un público acostumbrado a este tipo de comedias. Una puesta en escena inferior a las otras entregas de la saga. Eran tiempos en los que todos los bandos en lucha hablaban de Marx y el marxismo sin complejos y movilizaban amplias capas de la población. Pero mientras los huelguistas reclaman que se echen del hospital a los  pacientes ricos, la reina entra con su séquito camuflada. En uno de lo quirófanos el Profesor Millar mata a Travis, lo descuartiza, lo vuelve a montar y lo resucita., creando un auténtico monstruo que camina como los zombies y ve sin necesidad de tener una cabeza sobre sus hombros. Un film al que se puede aplicar el lema popular de que 'quien mal anda mal acaba' y en el que la policía reparte leña a diestro y siniestro.

El film avanza, a su manera, el nacimiento de la Iteligencia Artificial, un gran cerebro que acumula todo el saber humano y que Millar vaticina que un día cabrá en un recipiente menor que una caja de cerillas. No se equivocaban.



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