El Valle del Arco Iris. Francis Ford Coppola.





Ficha  técnica:


Título original: Finian's Rainbow
País: Estados Unidos
Año: 1968
Duración: 145 minutos

Dirección: Francis Ford Coppola
Guión: E.Y. Harburg y Fred Saidy, basado en la obra de Broadway de ambos autores.
Dirección de Fotografía: Philip Lathrop, a.s.c.
Música. Burton Lane; letras: E.Y.Harburg; supervisada y dirigida por Ray Heindorf;  Edición: Richard C.Harris; supervisores musicales asociados: Ken Darby
Coreografía: Hermes Pan
Edición: Melvin Shapiro
Sonido: M.A. Merrick, Dan Wallin
Decoradores del set: William L.Kueni
Philip Abramson

Diseño de Vestuario: Dorothy Jeakins
Supervisor de maquillaje: Gordon Bau, s.m.a.
Supervisor peluquería: Jean Burt Reilly, C.H.S.

Productor: Joseph Landon
Productores asociados: Joel Freeman
Diseño de producción: Hilyara M.Brown
Compañías: Productoras y distribuidoras: Warner Bros./Seven Arts. Video masterizado por ZAP Zoetrope Aubry Productions, LLC San Francisco

Intérpretes:


Fred Astaire: Finian McLonergan
Petula Clark: Sharon McLonergan
Don Franks: Woody Mahoney
Keenan Wynn: Senador Billboard Rawkins
Al Freeman, Jr. : Howard
Barbara Hancock: Susan La Sordomuda
Ronald Colby: Buzz Collins
Dolph Sweet: Sheriff
Wright King: Abogado del distrito
Louis Silas: Henry
Tommy Steel: 'OG' el duende.


Sinopsis y Premios (Filmaffinity): 


Un misterioso irlandés, Finian McLonergan (Fred Astaire), y su hija Sharon (Petula Clark) llegan al Valle del Arco Iris, que vive del cultivo de tabaco y está dominado por el malvado juez Rawkins. Finian y Sharon llevan consigo un lingote de oro que han robado al duende Ogg. Piensan que, si lo entierran en el valle, crecerá y se transformará en un gran tesoro. Pero Ogg se presenta en el pueblo con la intención de recobrar su lingote. Mientras tanto, Sharon se enamora de uno de los campesinos. 


Premios:


1968: 2 nominaciones al Oscar: Mejor sonido, banda sonora (Adaptada) 
1968: Globos de Oro: 5 nominaciones, incluyendo mejor película comedia/musical 
1968: Sindicato de Guionistas (WGA): Nominada a Mejor guión musical

Comentario:


Al acercarnos al film que dirige Mark Jones, "Leprechaun. La noche del duende", nos ha parecido conveniente recurrir al film que en 1961 dirigió Francis Ford Coppola sobre los Leprechuan, un tipo de duende o ser feérico, que pertenece al folclore y la tradición de Irlanda; estos personajes esconden ollas repletos de oro allá donde se hunde en la tierra el final del arco iris, un hecho inverosímil que sólo puede gestarse en la imaginación. Estos duendes, que llevaban al nuevo mundo sus tesoros, solían adoptar las formas de hombres viejos, curiosamente caracterizado en el film de Jones, que disfrutan realizando travesuras que se introducía con un lema muy significativo.

'Haciéndolo todo tremendamente bien, El Valle del Arco Iris trasciende en el tiempo. Como el propio Fred Astaire, parece eterno' . En este film mítico fue en  el último en que bailó y cantó Fred Astaire el primero que dirigió Francis Ford Coppola.  Un musical clásico, de los que marcaron a tantos directores a un lado y otro del Atlántico e impresionaron a los cineastas de la Nouvelle Vague, una versión cinematográfica de un éxito de Broadway de 1947. Sus protagonistas son un misterioso irlandés, Finian McLonergan (Fred Astaire), que lleva un mugriento abrigo y un sombrero de fieltro y su hija Sharon (Petula Clark);  llegan al Valle del Arco Iris y el viejo planta una vasija de oro robada a un duende, Ogg, en un campo de Fort Knox, una comunidad que vive del cultivo de tabaco y está dominada por el malvado juez Rawkins. Piensan que si lo entierran en el valle, crecerá y se transformará en un gran tesoro. Ogg se presenta en el pueblo con intención de recobrar su joya. Mientras, Sharon se enamora de uno de los campesinos.

El film comienza de la forma más sugerente y fantástica:  un padre e hija cruzan de la 'realidad' a la ficción mágica, sin apenas transición. Llegan al Valle del Arco Iris, procedentes de Irlanda, desde Glocca Morra, andando y atravesando los lugares más emblemáticos del 'Nuevo Mundo del Norte' que han hecho soñar a propios  y extraños, -el Monument Valley, el Gran Cañón del Colorado, el Monte Rushmore en el que se tallaron las caras de  Washington, Roosevelt, Lincoln y Jefferson, el puente de San francisco, las montañas nevadas...

Mas la llegada de padre e hija al Valle no es tan inocente; él llega al lugar conscientemente elegido cargado con una olla llena de oro con la confianza de hacerlo crecer enterrándolo en un lugar que está en plena 'ruta del preciado metal', a tres kilómetros de Fort Knox, una base militar construida en 1937, que desde entonces alberga la mayor parte de las reservas de oro del Tesoro  estadounidense. En ocasiones es muy productivo revisitar  lugares que han quedado relegados al olvido y re-visionar películas aparentemente neutras, cándidas e ingenuas. La primera secuencia ya nos introduce en un ambiente un tanto enrarecido y nos da las primeras pistas de que la película de Francis Ford Coppola, aparentemente un 'Brigadoom' con deseos de entretener, que sustituye a Gene Kelly por Fred  Astaire y que incorpora a cantantes ingleses sobresalientes de la década de los 60 como Petula Clark o Tommy Steel, pronto dará síntomas de que el cineasta- wonder-boy destila más mala leche de la que parece: al llegar al Valle, situado en la ficción en el estado sureño imaginario de Missitucky, pero anclado en la realidad a unas pocas millas de la reserva federal de oro de EE.UU., les sale al paso un desahucio, el de una mujer que no puede pagar sus impuestos y cuya propiedad pretende expropiar el juez Rawkins, (senador y cacique que impone el servilismo a sus empleados),con el apoyo de las fuerzas vivas.

Los lugareños, una comunidad multirracial, luchan por mejorar su posición económica mediante la 'investigación en i +d' : producir tabaco mentolado, toda una novedad para la época, promocionar su aldea y dar trabajo a sus bien avenidos vecinos. Unos planes vigentes hasta que llega Finian McLonergan (Fred Astaire) a estas tierras del Sur, donde se abigarran los señores feudales, 'la noble levadura de los EE.UU' como los llama el Senador que los representa, que se sirven de los emigrantes para enriquecerse, pero que se quejan de que desde que llegaron sus antepasados a estas nuevas tierras han tenido problemas con los que son como ellos; tremenda ironía. McLonergan llega al nuevo mundo con nuevas teorías económicas: en Estados unidos todo el mundo es rico y sus pobres sin techo son los mejores pobres sin techo del mundo. La razón de semejante progreso reside en que los colonos americanos sacaron el oro que se escondía bajo tierra en 1849 en Fort Knox, y cien años más tarde lo volvieron a enterrar en el mismo sitio. El resultado de esta fórmula fue milagroso, ya que la tierra de este lugar tiene una cualidad mágica: activa la fabricación en cadena de Detroit (hoy en bancarrota), hace que broten rascacielos en New York y que se produzca una abundante cosecha de millonarios. Los sesudos hombres de Wall Street no han caído todavía en la cuenta de que él había traído una olla de oro de su vieja Irlanda con el objetivo de enterrarla en esta tierra mágica y enriquecer a su pueblo. Tras él llega el duende Ogg, propietario de la olla y le recuerda que el oro en mano de los humanos sólo trae ruina y desolación. ¿Alguien ha probado a sembrar billetes en una planta para ver si crecen más por arte de magia?

La ironía y cinismo de Coppola no se para en la denuncia, por muy mágicas que sean las formas, de la especulación financiera que acumula el dinero en muy pocas manos sin que haya detrás una actividad productiva, como por ejemplo ser capaces de fabricar tabaco mentolado, sino  el que un pueblo de emigrantes sea racista o discrimine al otro, convirtiéndolo en una pesada carga de la que intenta deshacerse a la primera contrariedad. Finian le pregunta a su hija Sharon (Petula Clark) en qué se diferencia América de Irlanda. Ella contesta de forma inocente: ¿En que hay más irlandeses? El padre sorprendido y algo turbado le dice: "Bueno sí, pero sobre todo en que aquí hay más dinero." Coppola opta por una comedia musical clásica para contarnos una historia también clásica: la avaricia, la manipulación y las maniobras para arrebatar a las masas los excedentes de su trabajo no son nuevas y los desahucios son tan antiguos como la humanidad. El curioso economista, nada ortodoxo le pide al duende que le preste la olla un tiempo y en su lugar le devolverá tres; Ogg le advierte de que si se abusa de la olla su contenido puede transformarse en hierro. Una inteligente metáfora. Por otra parte es un placer disfrutar de Petula Clark y Tommy Steel, arropados por el mejor bailarín de la era moderna, con una sonrisa verdaderamente 'desarmante' y un optimismo propio de una comedia que narra los orígenes de las grandes fortunas: él compra un trozo de tierra lo suficientemente pequeña para enterrar su olla, lo que empieza a dar frutos y elevados rendimientos económicos muy pronto: el senador-juez-cacique le paga un treinta por ciento más del valor justo por su pequeña propiedad, que le impide concentrar sus terrenos. A partir de ahora la magia será protagonista, basada en cuentos tan trascendentes como la propia Constitución de los Estados Unidos.

Pero que nadie se llame a engaño. El film es un canto al sueño americano, a la posibilidad de conseguir cualquier cosa, si se trabaja duro por ella y con las ayudas económicas necesarias, con intereses justos y la colaboración de todos los ciudadanos de un país cuya libertad consagra su carta magna, algo que se logrará además con un estado del bienestar del que todavía carecen los norteamericanos y que incorpore algo tan prosaico y poco poético como un seguro dental, que elimine de su territorio a la gente sin dientes.Todos serán iguales, pero todos de clase alta, dice su canción.Una utopía a la que no puede renunciar un cuento mágico, que puede aspirar a unos chapines rojos o a una dentadura reluciente y sana. "Cuando el holgazán pobre se convierta en el holgazán rico, nunca sabréis quién es quién o cuál es cuál", son expresión de los deseos de Fred Astaire contra la discriminación que el mejor danzarín de la era moderna desgrana mientras se mueve de la manera más sorprendente para un hombre de su edad.

Hoy son muchos los cineastas que toman este film como referente y lo incorporan a  su bagaje cultural. Y no les falta razón, a pesar de que su denuncia de la avaricia en épocas revolucionarias la condenara al silencio y el ostracismo.



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