El viaje de nuestra vida.Comentario.





Ficha técnica, sinopsis, crítica. cartel y trailer. (Pinchad aquí)


Comentario:


Este fin de semana el diario 'La razón' ha incorporado el film 'El viaje de nuestra vida', que alguien ha comparado con 'Thelma y Louise' pero con tres mujeres. Es cierto que es una road movie como la de Ridley Scott, pero, volviendo de nuevo al ejemplo de Giulio Carlo Argan con el objetivo de ilustrar las diferentes sensibilidades de los distintos movimientos artísticos, el de los cuadros de Gericault, 'La balsa de la medusa', (1818/1819), y 'La libertad guiando al pueblo' de Delacroix, (1830), no es que el segundo, un gran pintor, copiara el cuadro del primero, sencillamente le dio la vuelta. Los personajes de Gericault, de espaldas, han perdido la esperanza de que alguien los rescate; los de Delaroix han ganado la revolución y caminan triunfantes guiados por la Libertad. Es la diferencia que existe entre un clásico y un romántico, muy bien contemplada por el ex-alcalde de Roma, fallecido en 1992. 






El film de Christopher N.Rowley ha cambiado la edad de los personajes, que ya no son dos mujeres jóvenes que huyen de sus parejas en busca de su libertad y se encuentran con un mundo exterior al propio mucho más duro y sexista que el que habían soportado en el ámbito privado de sus hogares, especialmente una de ellas. Aquí, las mujeres, que se acercan a la edad del jubileo o alguna puede ser que la haya sobrepasado, se enfrentan a una sociedad que las quiere recluir en casa, esconder en la habitación más recóndita para que no molesten, con una actitud edadista que arranca de la noche de los tiempos. Ser mujer u homosexual y mayor es una de las conjunciones más temibles para el individuo; la edad les lleva a lugares diferentes a los que concurren las jóvenes que se dejan acompañar por un quasi adolescente Brad Pitt: la nueva triada tiene como objetivo tirar las cenizas del marido de una de ellas en 'El Gran Cañón', asistir a funerales o relacionarse con gente de su edad que lleva tatuados los nombres o la imagen de su compañero o compañera muerta.

Hoy nadie ignora que el cine está en decadencia, no sólo porque es caro (es más caro comprometerse con una plataforma, que acudir al cine los miércoles y los sábados, o cuando se puede), un entretenimiento que nació pensando en los pobres, sino porque la revolución tecnológica impone nuevas formas de comunicación más inmediatas e interactivas. El público de las salas está constituido por dos sectores fundamentalmente: los jubilados y los adolescentes, que aprovechan lo que tiene el ya viejo, aunque el más joven de los modos de representación de la realidad, de espectáculo y reunión social, que obliga al individuo a  'arreglarse' (todos entendemos y usamos este término popular) para acudir a una sala y disfrutar de unas condiciones que nadie puede reunir en su casa, salvo que se llame Bill Gates o Donald Trump. Esta realidad, interpretada correctamente por Peter Greenaway, que se siente en Times Square como en su casa, rodeado de pantallas por todas partes, que fragmentan el discurso ad infinitum, más aún que la televisión o internet, puesto que añaden a nuestras decisiones las de otros miles de jugadores, está fomentando las películas que ya constituyen un nuevo género, las feel good movies, para los más mayores, y el blockbuster de terror o ciencia ficción para los más jóvenes, que acuden al cine a vivir una experiencia de la que no pueden disfrutar en su casa.

Esta realidad está ayudando al cine a mantenerse en pie, pero hay que satisfacer a los nuevos espectadores; los situados en la segunda edad se asocian en plataformas como Netflix, que incorporan series y mucho cine indie. Una nueva forma de la masa social a la que nos tendremos que ir acostumbrando. 'El viaje de nuestra vida' no es una nueva 'Thelma y Louise' con tres protagonistas, Arvilla (Jessica Lange 59 años cuando hizo el film), Margene, ( Kathy Bates, 60 años en 2006) y Carol (Joan Allen, de 50 años, cuando protagonizó esta películas); tres mujeres que han sufrido desengaños amorosos, han enviudado, han ido a funerales, bodas y bautizos, y no huyen de sus compañeros, sino de la sociedad en su conjunto, de la hija del marido muerto de una de ellas, que quiere arrebatarle lo que más quiere: las cenizas de su compañero muerto. La cuestión reside en dilucidar quien vencerá en esta batalla, una buena metáfora de lo que se acaba (Visconti, Fellini, Tarkpvski, Lucas, Spielberg o Wes Anderson), y de la pérdida de la esencia del cine, sometido cada vez más a los textos literarios y la pintura. Quien lo dude, que siga a los críticos.





Una buena videoteca impedirá que acabemos como el protagonista de Truffaut de Farenheit 451; saberse los textos de memoria no resuelve en este caso el problema. Advierte Paul Greenaway de que, si hubiera una catástrofe, antes se salvaría un cuadro que un film (habla movido por su ecléctica formación), pero ya hay ciertas películas que sólo se pueden ver ya, si las tienes, en casa.



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