Noche en la Tierra. Jim Jarmusch
Crítica:
Lo primero que nos hace ver que estamos ante un film diferente es la voz rota, cazallera y ronca que introduce el film, y la música aparentemente disarmónica, seguida de una guitarra emborrachada. Las palmeras altas y escuálidas y las horribles construcciones que emergen a lo largo de la carretera,dedicadas a los negocios más diversos, nos indican que estamos en la ciudad de Los Ángeles. Comienza el primer capítulo de un film fallido que ha dejado a los críticos amantes de Jarmusch con la boca cerrada.
No hay un leitmotif claro, salvo que en todas las partes del mundo hay taxis y taxistas que trabajan de noche, por lo menos hasta la entrada en el mercado de grandes empresas multinacionales que están generando conflictos similares a los que produjeron los ludistas ingleses. Aquí no hay nada de eso, sino anécdotas que se producen, generalmente,en cualquier ciudad del mundo, cuando los clientes de estos trabajadores de la noche suelen ser borrachos, y raramente curas o directoras de casting.
Es obvio que Jarmush no ha querido hacer otra cosa que una secuencia de sketchs más o menos divertidos, poco provocadores y muy convencionales, con temas como las mujeres que no quieren ya ser florero, los individuos que se dedican a escandalizar a los curas, mucho de los cuales no son tan pacatos con el sexo y mucho menos ante las barbaridades que salen de la boca de Benigni, pobre gente que pierde su empleo, o las diferencias y chauvinismos entre los diferentes pueblos de África. Poco nuevo que contar y alguna débil denuncia en torno a que ante el riesgo que implica trasladar individuos de toda clase en coche por la noche, en cualquier ciudad el mundo, especialmente el más desarrollado, lo suelen hacer los emigrantes.
Un film entretenido y sin pretensiones; cinco historias de las que la más divertida, por bizarra, es la del italiano Benigni. En eso estamos de acuerdo con Carlos Boyero.
No hay un leitmotif claro, salvo que en todas las partes del mundo hay taxis y taxistas que trabajan de noche, por lo menos hasta la entrada en el mercado de grandes empresas multinacionales que están generando conflictos similares a los que produjeron los ludistas ingleses. Aquí no hay nada de eso, sino anécdotas que se producen, generalmente,en cualquier ciudad del mundo, cuando los clientes de estos trabajadores de la noche suelen ser borrachos, y raramente curas o directoras de casting.
Es obvio que Jarmush no ha querido hacer otra cosa que una secuencia de sketchs más o menos divertidos, poco provocadores y muy convencionales, con temas como las mujeres que no quieren ya ser florero, los individuos que se dedican a escandalizar a los curas, mucho de los cuales no son tan pacatos con el sexo y mucho menos ante las barbaridades que salen de la boca de Benigni, pobre gente que pierde su empleo, o las diferencias y chauvinismos entre los diferentes pueblos de África. Poco nuevo que contar y alguna débil denuncia en torno a que ante el riesgo que implica trasladar individuos de toda clase en coche por la noche, en cualquier ciudad el mundo, especialmente el más desarrollado, lo suelen hacer los emigrantes.
Un film entretenido y sin pretensiones; cinco historias de las que la más divertida, por bizarra, es la del italiano Benigni. En eso estamos de acuerdo con Carlos Boyero.
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