Siete Mujeres. John Ford.








Ficha técnica:


Título original: 7 Women.
País: Estados Unidos.
Duración: 83 minutos.

Dirección: John Ford.
Ayudante de dirección: Wingate Smith.
Guión: John McCormick & Janet Green.
Dirección de Fotografía: Joseph LaShelle.Metrocolor (Panavisión)
Música: Elmer Bernstein.
Montaje: Otho Lovering.
Dirección artística: George W. Davis y Eddie Imazu.
Decoración: Henry Grace y Jack Mills.

Vestuario Walter Plunkett.

Distribución: Metro Goldwin Mayer .

Intérpretes:

Anne Bancroft: Doctora D.R. Cartwright,
Margaret Leighton: Agatha Andrewus,
Sue Lyon: Emma Clark,
Flora Robson: Miss Bins,
Mildred Dunnock: Jane Argent,
Betty Field: Florrie  Pether,
Anna Lee: Mr. Russell,
Eddie Albert: Charles Pether,
Mike Mazurki: Tunga Khan,
Woody Strode: Guerrero,
Jane Chang: Miss Ling,
Hans William Lee: Kim,
H.W. Gim: Coolie,
Irene Tsu:  joven chino. Sinopsis:

Sinopsis



Por diferentes  motivos, durante unos días, conviven en una misión americana en China, un reducido grupo de personajes, una circunstancia que les genera una gran tensión. La directora de  la misión, una mujer liberada y amargada a la que no le gustan los sermones y la mojigatería puritana ve su autoridad puesta en la picota  por la llegada de un nuevo médico,. Después llegan unos refugiados con los que viajan otras dos misioneras, una de  ellas también ha sido directora. Por último, llegan a la misión los bandidos chinos de Tunga Khan. Todas son  hechas prisioneras y mientras las otras ceden al pánico, sólo la doctora reaccionará con entereza no dudando en sacrificarse por las  otras. (Francisco Javier Urkijo. John Ford. Cátedra).


Crítica:


Francisco Javier Urkijo compara la última película de Seven Women con The lost patrol (La Patrulla perdida, 1934) con el fin de negar que Ford abjurara de su obra anterior al hacer una película sólo con mujeres o al convertir a su heroína en una persona no creyente, que se manifestaba como tal a lo largo de todo el metraje. Utiliza el argumento de que Ford nunca dio el protagonismo a un solo personaje; "el hecho de que la doctora Cartwright (Anna Bancroft) reniegue de Dios no significa que el director también lo haga". De hecho, una de las misioneras, Miss Bins, en un primer plano, hace referencia a la religión de manera respetuosa, pero a la vez liberadora y transigente. Podemos reconocer en su intervención todos los registros fordianos, incluyendo el respeto reverencial por el sacrificio de la protagonista y el rechazo de las intransigencias puritanas y fariseas de Miss Andrews (Margareth Leighton).

La doctora Cartwright (Anne Bancroft) es como Ethan (Centauros del Desierto), o el Coronel Marlowe (Misión de Audaces) un personaje más activo que crítico, agente de los cambios que no desea y sacrificada sin saber si vale la pena; por ello, todos, hombres y mujeres, son personajes nihilistas, amargados, desengañados y perdedores. No son hombres y mujeres religiosos de una sociedad moderna, ni se implican en la política y las relaciones de su época; son nobles marginados, salvajes desclasados, que asumen con orgullo su papel. Esta cinta sólo ofrece un tipo de planteamiento diferente al resto del cine fordiano, no aparece la familia. Todo va contra el orden natural imaginado por Ford: cuando la doctora termina de atender a la enferma (Sue Lyon, el objeto del deseo), confiesa a Miss Andrews su frustración por no haber encontrado en la religión lo que siempre ha buscado en la vida; Cartwright le dice que debiera haberse casado, ya que en el matrimonio y la fecundidad está el secreto de la vida. Aquí Ford se desnuda: mientras Miss Andrews está abatida y desolada, Miss Cartwright se mantiene serena, flexible, comprensiva y segura, ella que había perdido su partida ante la institución familiar: su amante la había abandonado para regresar con su mujer y su hijo.

 Ford se burla de esas mujeres sin hombres que forman una comunidad que pretende ayudar a enfocar la vida a los pobres y que supone una deformación del orden natural y tribal. Pero el autor no hace diferencia entre los hombres y las mujeres, y también los ridiculiza cuando viven sin éstas ,víctimas de excesos demenciales. Las misioneras, amenazadas por Tunga Khan se disponen a huir, y entonces les surge el sentimiento de clase: Miss Andrews les recuerda que son norteamericanas y que por ello no corren peligro; Miss Argent desprecia a la chusma, a la gente humilde. Si The lost Patrol es más dura que Seven Women, sencillamente es por la profesión de los hombres, soldados, y por el contexto en que se enmarca, La Guerra Mundial. En resumen Ford no hace distingos entre hombres y mujeres; la madre de Las uvas de ira es una mujer fuerte y dura, sostén emocional de toda su familia, y ,como ella dice, resistente como un río, que sigue su corriente a pesar de los rápidos o desniveles, mientras el hombre lo vive todo a golpes. Los dos filmes son las dos caras de una misma moneda; ambas tienen además como telón de fondo la Guerra Mundial. Teniendo en cuenta el tiempo que nos separa del cineasta, yo creo que su visión de hombres y mujeres es muy moderna, y el trato a personajes de ambos sexos muy parecido, sin olvidar que Ford volvía siempre a sus visión particular de la existencia y las relaciones humanas.

 Es una pena que esta pelicula no haya sido editada en DVD, por lo que para analizarla sólo podemos recurrir a nuestros recuerdos y lo que se ha escrito sobre ella. La misma visión de la familia, como el núcleo más importante de la vida, la mantiene en Four sons (Cuatro hijos), que empieza con el retrato de la madre (motor causal) y sus cuatro hijos; la pesadilla de la desintegración familiar comienza cuando uno de los hijos emigra a Norteamérica en busca de el dorado. "Roto el núcleo familiar del que proviene el orden, el caos y el horror irrumpen dentro del relato con toda su potencia devastadora, la guerra". En el frente el emigrante se encuentra luchando en el bando de los vencedores, los otros tres en el de los perdedores; muertos los tres hijos, la madre emigra a EE UU para vivir con su hijo superviviente y su familia, reinstaurándose el orden. El ave Fenix resurge de sus cenizas., quedando, como en toda la obra de Ford, el sabor amargo de la felicidad perdida.. Sarris definió a Ford como el 'cineasta de su tiempo': si el futuro puede ser mejor siempre será deudor de los que en el pasado lucharon por él, fuente noble de la tradición positiva que nutre lo mejor del ser humano, como miembro de una sociedad comunitaria.

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