Muchos hijos, un mono y un castillo. Crítica.
Ficha técnica, sinopsis, premios, lo que se dice, fotografías, cartel y trailer. (Pinchad aquí)
Crítica:
Para disfrutar de este documental que dirige Gustavo Salmerómn es necesario liberarse de prejuicios, no sentirse concernido o concernida, (quizá hay que ser checoeslovaco o norteamericano) y disfrutar de una mujer de clase media, absolutamente honesta, amoral, sin prejuicios, a pesar de ser falangista y como ella misma se declara, masona (imposible), que guarda cualquier cosa que evoque un minuto de su propia historia y la de su familia. Que habla de todo ante las cámaras, una historia a la que han contribuido sus hijos y su familia y que concluye elevando la historia a la categoría de un poema.
Nada que ver con el exquisito planteamiento de 'El desencanto' de Chavarri, que trufó la transición de la dictadura a la democracia de pretendida intelectualidad de una familia en decadencia, la de Lepoldo Panero, que inició un proceso de desintegración. La familia Salmerón lo pierde todo, pero conserva los lazos de humanidad que se tejieron en torno a una mujer honesta, sumergida en la inocencia de los que no han recibido una educación sofisticada, cuyos hijos han expuesto al respeto y la afabilidad de muchos y el rencor de pocos. Yo me divertí, no contra ella, sino con ella; una mujer que dice que hacía croquetas José Antonio Primo de Rivera y que no se había dado de baja de la Falange, lo que la situaba a ella y a familiares tan cercanos como su padre, casi como fundadores, a causa del desestimiento de los auténticos fundadores de la organización.
No hay concesiones. Los hijos de un Ingeniero Industrial y una propietaria de una guardería presentan a su madre como es, en un documental narrado, y se valora la valentía de Gustavo Salmerón, que como sus hermanos, que rondan los 50, han sido devueltos a casa con unos padres que han perdido su castillo a causa de la crisis, pero han conservado los lazos familiares hasta tal punto que todos participan en la inútil odisea de 'vaciar' la construcción de apariencia medieval de todos los trastos que su enorme madre ha acumulado a lo largo de su vida, y de los que no está dispuesta a deshacerse.
Francamente genial. Gustavo Salmerón merece ser felicitado por este experimento, que ha durado 14 años. Un monumento sin prejuicios a una familia que merece ser aclamada. Alguno abandonó su butaca. Ignoramos la razón, porque, empezando por sus hijos y acabando por otros muchos que no participan de la ideología de la madre, todos disfrutan con ella. Excepto los que se siente en exceso concernidos, que también los hay. La dignidad de la persona no emana de ningún andamio, sino de su propia ingenuidad sin prejuicios. No conozco a nadie como Julia, pero no me importaría. Y no coincido en ella en nada, pero me proporciona algo muy importante y que hace envidiables a sus hijos: la sensación de serenidad y protección de una madre que se expande como la de Lasse Hällstrom en ¿A quién ama Gilbert Grapes?, hasta guarecer bajo sus alas a una amplia familia unida bajo su égida. Hacía tiempo que el cine español no me dejaba tan contenta.
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