París a toda costa. Reem Kherici.





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CRÍTICA:


Mas que apoteosis pija, como llama Javier Ocaña a esta película se la podría denominar 'Cuento inmoral', y no es por puritanismo ni estrechez de miras , sino porque es el resultado del complejo de inferioridad de una 'pija cuatrocapas' de procedencia marroquí, que, aunque no se informa sobre las causas de su residencia en Francia se deduce que acudió a la capital del Sena para acceder a algún colegio de los que acogen a los retoños de las clases altas de cualquier país, incluso de los más pobres, razón por la que toda su familia sigue residiendo en Marruecos; en caso contrario no se entiende cómo puede estar viviendo sola en tan gran ciudad durante veinte años una joven que no llega a la treintena. La chica ha aprendido bien la lección: se codea con las fashion girls del emporio de la moda de un creador de origen español, que se apellida Ruíz; viaja en un Smart biplaza, que aparca donde le apetece, deshaciéndose con desprecio de las multas, y, lo que es más sangrante, es una discriminadora nata por cualquier razón: por el físico, por la ropa, por la clase social, por la formación, por el trabajo, -se manifiesta muy despectiva contra las que llama las 'eras': las cajeras, las peluqueras, las camareras y otras fracasadas-, pero tiene especial aversión a los emigrantes, sobre todo si no tienen papeles.




Cogida por sorpresa en un control rutinario, resulta que, al no tener en regla sus papeles, pasa a formar parte de los odiados 'sin papeles' , por lo que es deportada a su país, en franco subdesarrollo, al que acuden los turistas para ver de cerca a los pobres; pero ella no es una magrebí cualquiera, sabe chantajear a los funcionarios sobornables y, aunque tiene que soportar alguna que otra broma pesada de una familia que no responde a lo que se supone que Reem Kherici ve como al ciudadano medio de su país,- un ignorante que compra las gallinas vivas -, acaba enamorándose de  un marroquí rico, tan guapo como los protagonistas de las películas de Moccia, un deportista al que no se le conoce oficio y que nada tiene que ver con el vulgo o con la morralla. Una descerebrada que no sufre el choque de culturas,porque ella se siente francesa,  simpatizante con las ideas de Jean Marie Lepen; obligada a volver a su país de origen, cree que allí son sobornables hasta las piedras y que Dios la ha catigado con este destierro temporal, porque en Francia no es buena persona. La chica es tan lista que, en dos días, baila la danza del vientre mejor que las que han crecido y se han desarrollado sin moverse de casa.




No le resulta muy difícil entender a esta mujer, que siempre lleva consigo, incluso en las condiciones más adversas, el símbolo fálico de la sociedad patriarcal, esos altísimos tacones que le impiden caminar,  que se puede ser feliz trabajando en Francia, donde tiene acceso a un empleo digno de su inteligencia y preparación, y volver cada año a Marruecos a disfrutar de unas vacaciones con su marido el guapo, las gallinas y los zarapastrosos, acompañada de unos amigos europeos, amantes de lo exótico y de la posibilidad de hacer carreritas por el desierto con sus coches tuneados. Fastuoso.¿Es esto cine de los márgenes? Probablemente no, pero etiquetarlo como blockbuster o cine 'Caballo de Troya', que está en el centro, pero con sus guerreros dentro, también es difícil.






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