Una rubia muy legal 2. Charles Herman-Wurmfeld. Ficha técnica y crítica.
UNA JOVEN QUE ASPIRA A PRESIDIR LA CASA BLANCA Y PINTARLA, POR FIN, DE ROSA
Ficha técnica;
Título original: Legally Blonde 2 (Red White & Blonde).
País: Estados Unidos.
Año: 2003.
Duración: 95 minutos.
Dirección: Charles Herman-Wurmfeld.
Guión: Kate Kondell, Eve Ahlert & Dennis Drake, basado en los personajes de Amanda Brown.
Casting Joseph Middleton, CSA.
Dirección de fotografia: Elliot Davis.
Musica: Rolfe Kent; supervisor: Anita Camarata.
Edición: Peter Teschner.
Dirección artística: Mark Worthington.
Decorador del set: K.C.Fox.
Diseño de Vestuario: Sophie de Rakoff Carbonell.
Productores: Marc Platt, David Nicksay.
Productor ejecutivo: Reese Witherspoon.
Diseño de producción: Missy Stewart.
Compañía productoras: Metro Goldwin Mayer, Pictures, Marc Platt Production, asociado con Type A Films
Intérpretes:
Reese Witherspoon: Elle Woods.
Sally Field: Victoria Rudd,
Regina King: Grace Rossiter,
Jennifer Coolidge: Paulette,
Bruce McGill: Stanford Marks,
Dana Ivey: Congresista Libby Hauser,
Mary Lynn Rajskub: Reena Giuliani,
Jessica Gauffiel: Margot.
Alanna Ubach: Serena McGuire
J-Barton: Timothy McGinn,
Stanley Anderson: Michael Blaine,
Bruce Thomas: UPS Guy,
Bob Newhart : Sid Post,
Luke Wilson : Emmett Richmond.
Sinopsis:
Tras conquistar Harvard, Elle se ha convertido en una enérgica abogada de una gran empresa que intenta encontrar el equilibrio entre su exigente carrera y los preparativos de su boda. Cuando descubre que varios miembros de la misma raza de su adorado perro Bruiser están siendo utilizados por la industria, se dirigirá a Washington a defender los derechos de los animales.
Lo que se dijo:
Las críticas que han perdurado en el tiempo han tachado el film de comedia blandita de guión blandito y sin tono irónico (Omar Khan, Cinemanía); sin sustancia ni tan siquiera para una sitcom de media hora (Peter Travers (Rolling Stone); uno de las mejores razones para declarar ilegales las secuelas (Joe Morgenstein, The Wall Street Journal).
Esta semana se ha incluido en la parrilla del videoclub de ONO la secuela de 'Una rubia muy legal' 2, realizada dos años después de que Robert Luketic iniciara esta breve franquicia a la que pone punto final Charles Herman-Wurmfeld, aunque se nos amenaza con una nueva entrega en torno a esta joven, amante de la moda y la justicia, como la definen algunos, que lleva al borde de lo que es posible la historia de una joven pija, que no abandona su look de Barbie desde que sale de su habitación de adolescente hasta la Universidad, (privada-por-supuesto), y accede al primer bufete de abogados para ejercer su profesión, o accede al Congreso americano, para defender la defensa de una causa animalista, muy molesta con cierta industria que utiliza a perros para mejorar sus productor cosméticos, algo que descubre al buscar a los padres de su perro (sí, de su perro), para invitarlos a su boda.
Nada parece apoyar este fiasco, ni el color rosa que se asocia a las mujeres y que inunda los encuadres en una especie de horror vacui, ni la presencia de la actriz que protagoniza de Norma Rae, Sally Field, una mujer que había evolucionado desde una existencia depauperada intelectualmente hasta convertirse en líder de sus compañeros de trabajo, adquiriendo plena conciencia de su condición en el proceso de defensa de sus intereses laborales. Aquí la vemos convertida en una congresista que apoya, en principio a Elle, y luego intenta darle la espalda, corrompida por el poder. El buenismo inaceptable de esta joven descerebrada, cuyos zapatos de novia llevan piedras preciosas rosas-por-supuesto, la conduce a pronunciar un discurso ante las dos cámaras, -Congreso y Senado -, que alcanza altos grados de deshonestidad, y se convierte en un paradigma para algunos sectores de la población que, si todavía no han llevado a una mujer como ésta al poder, si han elevado a la máxima magistratura del estado a 'un rubio muy legal', Donald Trump, que desterrado de su torre de oro, deambula, según cuenta alguno de sus asesores, con el mando del televisor en la mano por la Casa Blanca, a la que Elle cree que puede acceder, una casucha sin glamour.
Es difícil poder realizar cualquier tipo de análisis de este cuento para niñas, o mejor aún, un cuaderno para colorear, especialmente apto para amantes de la muñeca Barbie, una película sin sustancia ni tan siquiera para una sitcom de media hora, según Peter Travers (Rolling Stone), que no puede competir con Frozen, mucho más colorista y brillante. Una princesa tonta que dispone de los recursos suficientes para pintar de rosa hasta el DNI, aunque al final, una vez casada, la vemos conduciendo el coche con el que se dirige, junto con el marido recién estrenado como co-piloto (cada cual que extraiga sus consecuencias), a su viaje de novios, mientras apela a su público y lo hace cómplice de sus aspiraciones políticas, tras su éxito ante estirados y respetables políticos de ambas cámaras, que ven en la tribuna a una cursi que puede ser su propia hija. Pueden ya dormir tranquilos, incluso las frívolas y superficiales Elles del mundo pueden optar a lo que ni siquiera ellos han conseguido. Y no es que me esté dejando guiar por la mala fe. Esta comedia no tiene gags graciosos, ni buenos diálogos, ni situaciones divertidas, ni cualquier otro valor digno de ser tenido en cuenta. Es posible que esto la convierta en un entretenimiento sin pretensiones para algunos sectores del público.
Crítica:
Esta semana se ha incluido en la parrilla del videoclub de ONO la secuela de 'Una rubia muy legal' 2, realizada dos años después de que Robert Luketic iniciara esta breve franquicia a la que pone punto final Charles Herman-Wurmfeld, aunque se nos amenaza con una nueva entrega en torno a esta joven, amante de la moda y la justicia, como la definen algunos, que lleva al borde de lo que es posible la historia de una joven pija, que no abandona su look de Barbie desde que sale de su habitación de adolescente hasta la Universidad, (privada-por-supuesto), y accede al primer bufete de abogados para ejercer su profesión, o accede al Congreso americano, para defender la defensa de una causa animalista, muy molesta con cierta industria que utiliza a perros para mejorar sus productor cosméticos, algo que descubre al buscar a los padres de su perro (sí, de su perro), para invitarlos a su boda.
Nada parece apoyar este fiasco, ni el color rosa que se asocia a las mujeres y que inunda los encuadres en una especie de horror vacui, ni la presencia de la actriz que protagoniza de Norma Rae, Sally Field, una mujer que había evolucionado desde una existencia depauperada intelectualmente hasta convertirse en líder de sus compañeros de trabajo, adquiriendo plena conciencia de su condición en el proceso de defensa de sus intereses laborales. Aquí la vemos convertida en una congresista que apoya, en principio a Elle, y luego intenta darle la espalda, corrompida por el poder. El buenismo inaceptable de esta joven descerebrada, cuyos zapatos de novia llevan piedras preciosas rosas-por-supuesto, la conduce a pronunciar un discurso ante las dos cámaras, -Congreso y Senado -, que alcanza altos grados de deshonestidad, y se convierte en un paradigma para algunos sectores de la población que, si todavía no han llevado a una mujer como ésta al poder, si han elevado a la máxima magistratura del estado a 'un rubio muy legal', Donald Trump, que desterrado de su torre de oro, deambula, según cuenta alguno de sus asesores, con el mando del televisor en la mano por la Casa Blanca, a la que Elle cree que puede acceder, una casucha sin glamour.
Es difícil poder realizar cualquier tipo de análisis de este cuento para niñas, o mejor aún, un cuaderno para colorear, especialmente apto para amantes de la muñeca Barbie, una película sin sustancia ni tan siquiera para una sitcom de media hora, según Peter Travers (Rolling Stone), que no puede competir con Frozen, mucho más colorista y brillante. Una princesa tonta que dispone de los recursos suficientes para pintar de rosa hasta el DNI, aunque al final, una vez casada, la vemos conduciendo el coche con el que se dirige, junto con el marido recién estrenado como co-piloto (cada cual que extraiga sus consecuencias), a su viaje de novios, mientras apela a su público y lo hace cómplice de sus aspiraciones políticas, tras su éxito ante estirados y respetables políticos de ambas cámaras, que ven en la tribuna a una cursi que puede ser su propia hija. Pueden ya dormir tranquilos, incluso las frívolas y superficiales Elles del mundo pueden optar a lo que ni siquiera ellos han conseguido. Y no es que me esté dejando guiar por la mala fe. Esta comedia no tiene gags graciosos, ni buenos diálogos, ni situaciones divertidas, ni cualquier otro valor digno de ser tenido en cuenta. Es posible que esto la convierta en un entretenimiento sin pretensiones para algunos sectores del público.
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