Mary Shelley. Crítica
MARY SHELEY SE VUELVE INDIE
Ficha técnica, sinopsis, lo que se dice, cartel, fotografías (Pinchad aquí)
Crítica:
Dos mujeres, una delante y otra detrás de la cámara, son las artífices de esta historia: Elle Fanning que encarna a la célebre creadora del 'Mito de Frankenstein' , que nunca abandonó el nombre de su madre , Mary Wollstonecraft Godwin -algo en lo que insisten las ligeras pinceladas de género que caracterizan una de las nuevas 'mareas' de carácter transversal -, y Haifaa Al-Mansour, (La bicicleta verde), realizadora saudí que se formó en la Universidad Americana de 'El Cairo'. Ambas se apoyaron en el cine mainstream para dar el gran salto: la actriz en el rol principal femenino de 'Super 8' de J.J.Abrams, la realizadora en la inspiración en el trabajo de acción dura de Jackie Chan. Ni uno ni otro atentos a la superficial sutileza del cine indie que participa de un género doble: el que impone su decálogo estético y el que determina el tema tratado; en este caso una adaptación al cine de la biografía de una joven célebre desde la cuna, hija de la pionera feminista Mary Wollstonecraft y William Godwin, un filósofo radical' que ha pasado a la historia como un ideólogo precursor del anarquismo, un 'socialista utópico', un viejo sacerdote calvinista que escribía y editaba libros.
Este aspecto de la revolución social que convulsionaba Europa (en 1789 se producía la Revolución Francesa), que favorecía la aproximación de los filósofos políticos utópicos y los escritores románticos, es el que sacrifica en su relato Al.Mansour, fiel a la tendencia posmoderna que huye de la grandilocuencia y la épica, y subordina las grandes historias a la búsqueda de lo que interpreta como real, en una especie de adanismo que acaba creando otra poética en la que lo cotidiano se aproxima a lo novelesco y ficticio. Varias líneas de fuerza atraviesan el relato: la defensa de la emancipación de las mujeres, emblematizadas por la hija de Mary Wollstonecraft, que nunca abandonó el nombre de su madre, una mujer que desafió escandalosamente las reglas de la moral y la ética de una emergente sociedad burguesa que se distanciaba, en su sistema de valores, de las clases privilegiadas decadentes; la juventud de los protagonistas del periodo histórico acotado, que murieron o un poco antes o un poco después de cumplir la treintena, con la excepción de Mary Shelley que falleció a los 53 años y la frustración de los ideales que desembocaba más pronto que tarde en una sensación de 'vidas fracasadas' que experimentaban muy pronto la imposibilidad de materializar sus ideas en la vida cotidiana. Una frustración que absorbe en gran medida la extensión del film.
A pesar de que se ha dicho y escrito que el indie no tiene un look definido, que es un estilo sin estilo que se basa, sobre todo, en una forma de concebir la vida, influenciada por el DIY (Do It Your Self/hazlo tu mismo), al margen de lo establecido, y realizado con medios propios, algo que contradicen abiertamente los créditos del film y la realidad cotidiana de los artistas, que conocen las dificultades para ser admitidos en los Festivales sancionadores (Sundance, Toronto, SXSW, Seatle, San Francisco...), se pueden seguir en el proyecto de la realizadora saudí unas cuantas características de este movimiento que se ha implantado de forma silenciosa y generalizada a lo largo de un tiempo que arranca, de acuerdo con una convención generalmente aceptada, con la muerte de Kurt Cobain en 1994, cuyo trágico fin fue llevado al cine por Gus Van Sant (Last Days, 1995). Su 'rebeldía' se manifiesta en la elección de una imagen que busca ante todo el esteticismo en el preciosismo de la fotografía, embelesada en la captación de una imagen que se adapte mejor a la política de encuadre que a la de montaje, al cine de autor que al de género, que resulta subsidiario; búsqueda de la elegancia sin perder la esencia de lo joven, encorsetado en lo retro, con una mise en scene que busca una armonía elegante, placentera, tranquila, mediante el control tonal de la gama cromática, la iluminación, los escenarios diseñados con precisión, el vestuario, o la contemplación de la naturaleza, que escasa en el film, y que lo aproxima a Malik, el ancestro místico venerado por los indies. Es aquí donde el film se hunde y hace aguas, ya que si a Elle Fanning le sientan bien los trenzados del pelo, adornado con flores que no la distancian del modelo femenino cultivado desde la antigüedad, ellos, Dooglas Booth, en el papel de Percy Shelley, o Tom Sturridge en el de Lord Bayron, aparecen como auténticos petimetres que flotan dentro de sus pesados trajes de época que los atan al suelo, ropajes a punto de deslizarse y dejar al descubierto sus pajaritas indies, un remate idóneo de sus rostros maquillados de inspiración hipster. La elegancia hecha añicos y convertida en auténtica pantomima absurda de lo que intentan representar.
Un cultura que representa a un público joven que comparte un estilo de vida, una ideología y una forma de estar en el mundo ajena a debates profundos, cada vez más transversal, que está siendo avalada por amplios sectores de la crítica, a pesar de que cada vez se alzan más voces que advierten de que ser 'indie', subcultura contemporánea, es algo totalmente 'mainstream', una realidad que en sí misma no es mala (1); un movimiento que sigue un manual para todo moderno que se precie y que abarca desde cómo vestirse hasta qué comer. Ser indie está de moda, es tendencia, se lleva y es cool, un modo estético demasiado correcto que encanta a las abuelas (se podía ver en la sesión senior del cine), y con el tiempo se está convirtiendo en una colección de clichés, (festivales, música, barbas, Apple, Caver, etc.), lo que está introduciendo serias dudas en las reflexiones de algunos teóricos, acerca de si este hecho los ridiculiza o los moderniza. En 'Maps to the Star' (2014), David Cronenberg hace un relato demoledor acerca del nacimiento del indie, como movimiento estético desgajado del cine independiente, en el que se acunan los hijos de los famosos y las estrellas que se acercan a él, prescindiendo de sus honorarios o reduciéndolos al máximo en los momentos en los que sus contratos escasean, buscando la publicidad, la notoriedad y que no se deje de hablar de ellos. Un alejamiento de las pantallas puede suponer la muerte de una integrante del star-system; los festivales avivan su recuerdo.
La pretendida huida de los grandes temas que se enraizan en la noche de los tiempos y la búsqueda de temas que interesan a los jóvenes de hoy, que dicen romper con el mainstream, rematando de paso a todos aquellos que renovaron el cine en el década de los 70 y los 80, englobados despectivamente bajo la etiqueta de blockbuster, les permite quemar, sin asumir, una serie de etapas de la evolución del cine, sin llegar a entenderlas. 'Mary Shelley' nos sitúa ante una jovencísima mujer, hija de otra que ha pasado a ocupar un lugar sobresaliente en la historia por su compromiso y su activismo social que le valieron el rechazo social de su época, insistiendo en aspectos de su vida íntima, que esperamos que habrán sido objeto de un detenido estudio, y que nos cuentan cómo se enamoró, cómo rompió con las normas sociales que se imponían en su época, sin abandonar nunca el nombre de una madre a la que no conoció; cómo murió su hija, y un largo etc. de acontecimientos, unos apasionantes, otros destructivos, hasta llegar a la publicación de 'Frankenstein o el moderno Prometeo', de la que desaparece el contexto, -la reunión en Villa Diodati a orillas del Lago Leman en 1816, alquilada por el célebre anfitrión Lord Byron, de Percy Bysshe Shelley, Mary Shelley, su hermanastra Claire y John William Polidori, cuyo fruto fue el nacimiento del mito de Frankenstein (Los sueños de la razón generan monstruos, dijo Goya), y ' The Vampyre', del 'desangrado' médico que. durante la erupción de un Volcán en los mares del Sur, que los mantuvo encerrados varios días en la casa, fueron retados por Byron para pergeñar relatos fantasmales -, mientras el foreground y el background del film se concentran en lanzar un mensaje: no solía publicarse el nombre de las mujeres, sino el del escritor que apadrinaba sus historias, en este caso Shelley. Claro que esto no sólo ocurría con las féminas, sino con aquellos que se encontraban en una situación de dependencia económica, como ocurrió con 'El Vampiro' de Polidori que sufrió la misma suerte que Frankenstein, ya que el nombre del médico quedó vampirizado y oculto tras el del demonizado e idolatrado escritor que lo tomó a su servicio, el que propone escribir relatos de terror en una noche terrorífica en la que la tragedia se cierne sobre los reunidos. En el film estos relatos acaban siendo la materialización de los demonios de la escritora y el galeno, 'la paternidad' de los cuales, en el caso de Mary, corresponde en gran medida al amante, primero, y marido después, Piercy Shelley, que si ha pasado a la historia ha sido en gran medida gracias a su compañera; de nuevo lo íntimo y personal se imponen a la trascendencia de una historia que inspiró el nacimiento de la ciencia-ficción literaria y cinematográfica, pero estos son hechos demasiado épicos que hay que adaptarlos a la vida real de cada ciudadano, al que no hay que molestar con la narración del dolor que precede a un acto creativo. Algunos de los hechos que se barajan para redondear al personaje femenino no se corresponden tampoco con la realidad que se pretende representar.
La pretendida huida de los grandes temas que se enraizan en la noche de los tiempos y la búsqueda de temas que interesan a los jóvenes de hoy, que dicen romper con el mainstream, rematando de paso a todos aquellos que renovaron el cine en el década de los 70 y los 80, englobados despectivamente bajo la etiqueta de blockbuster, les permite quemar, sin asumir, una serie de etapas de la evolución del cine, sin llegar a entenderlas. 'Mary Shelley' nos sitúa ante una jovencísima mujer, hija de otra que ha pasado a ocupar un lugar sobresaliente en la historia por su compromiso y su activismo social que le valieron el rechazo social de su época, insistiendo en aspectos de su vida íntima, que esperamos que habrán sido objeto de un detenido estudio, y que nos cuentan cómo se enamoró, cómo rompió con las normas sociales que se imponían en su época, sin abandonar nunca el nombre de una madre a la que no conoció; cómo murió su hija, y un largo etc. de acontecimientos, unos apasionantes, otros destructivos, hasta llegar a la publicación de 'Frankenstein o el moderno Prometeo', de la que desaparece el contexto, -la reunión en Villa Diodati a orillas del Lago Leman en 1816, alquilada por el célebre anfitrión Lord Byron, de Percy Bysshe Shelley, Mary Shelley, su hermanastra Claire y John William Polidori, cuyo fruto fue el nacimiento del mito de Frankenstein (Los sueños de la razón generan monstruos, dijo Goya), y ' The Vampyre', del 'desangrado' médico que. durante la erupción de un Volcán en los mares del Sur, que los mantuvo encerrados varios días en la casa, fueron retados por Byron para pergeñar relatos fantasmales -, mientras el foreground y el background del film se concentran en lanzar un mensaje: no solía publicarse el nombre de las mujeres, sino el del escritor que apadrinaba sus historias, en este caso Shelley. Claro que esto no sólo ocurría con las féminas, sino con aquellos que se encontraban en una situación de dependencia económica, como ocurrió con 'El Vampiro' de Polidori que sufrió la misma suerte que Frankenstein, ya que el nombre del médico quedó vampirizado y oculto tras el del demonizado e idolatrado escritor que lo tomó a su servicio, el que propone escribir relatos de terror en una noche terrorífica en la que la tragedia se cierne sobre los reunidos. En el film estos relatos acaban siendo la materialización de los demonios de la escritora y el galeno, 'la paternidad' de los cuales, en el caso de Mary, corresponde en gran medida al amante, primero, y marido después, Piercy Shelley, que si ha pasado a la historia ha sido en gran medida gracias a su compañera; de nuevo lo íntimo y personal se imponen a la trascendencia de una historia que inspiró el nacimiento de la ciencia-ficción literaria y cinematográfica, pero estos son hechos demasiado épicos que hay que adaptarlos a la vida real de cada ciudadano, al que no hay que molestar con la narración del dolor que precede a un acto creativo. Algunos de los hechos que se barajan para redondear al personaje femenino no se corresponden tampoco con la realidad que se pretende representar.
(1) "Ser 'indie' es algo totalmente 'mainstream', pero eso no es malo". El Confidecial, 4 de abril de 2015-
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