La última canción. Crítica



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Ficha técnica, sinopsis, críticas, cartel y trailer (Pinchad aquí)


Crítica:


12 canciones indies y una inédita del 'mismo palo'. Este es el legado por el que suspiran millones de fans estadounidenses fanatizados, película protagonizada por Rebecca Hall, en el papel de Hannah, la ex-mujer del músico desaparecido que hace una canción del mismo estilo y consigue en pocos días 8.000.000 de visitas espontánease  Youtube, algo que nadie puede creer por muy bendito que sea. En primer lugar porque un novel en este sitio es como un grano de arena en una playa, salvo que se sitúe, como un parásito detrás de las 12 canciones del marido muerto en circunstancias trágicas, en plena juventud. Un periodista que intenta sacar petróleo de esta historia y una madre molesta, porque para ella el difunto era ante todo su hijo. En este contexto, un periodista que intenta explotar las 12 canciones descubre fascinado una nueva nueva composición interrumpida por el accidente, protagoniza con Hannah una historia de amor light.

Se ha dicho del film que carece de interés y emoción, a pesar de tener como protagonista en off a un músico indie que murió cuando no había llegado a saborear el éxito, lo que en otras manos podía haber dado mucho más de sí. Es una forma de caer en la cuenta de que, "a pesar de que se ha dicho y escrito que el indie no tiene un look definido, que es un estilo sin estilo que se basa, sobre todo, en una forma de concebir la vida, influenciada por el DIY (Do It Your Self/hazlo tu mismo), al margen de lo establecido, y realizado con medios propios"*, estos principios que engrosan su manifiesto se contradicen abiertamente con los abultados créditos del film, en los que participan técnicos y actores de renombre del género, pero también con la realidad cotidiana de los artistas, que conocen las dificultades para ser admitidos en los Festivales sancionadores (Sundance, Toronto, SXSW, Seatle, San Francisco...), de una forma de hacer que arranca, de acuerdo con una convención generalmente aceptada tras la muerte de Kurt Cobain en 1994, cuyo trágico fin fue llevado al cine por Gus Van Sant (Last Days, 1995). 

Su 'rebeldía' se manifiesta en la elección del esteticismo y el preciosismo de la fotografía, embelesada en la captación de una imagen que se adapte mejor a la política de encuadre que a la de montaje, al cine de autor que al de género, que resulta subsidiario; en la búsqueda de la elegancia sin perder la esencia de lo joven, encorsetado en lo retro, con una mise en scene que busca una armonía elegante, placentera, tranquila, mediante el control tonal de la gama cromática,  la iluminación, los escenarios diseñados con precisión, el vestuario, o la contemplación de la naturaleza. La cuestión es que todas las ansias de renovación se quedan reducidas a rebelarse contra otros rebeldes, los roqueros zarapastrosos, estridentes, subversivos, innovadores  y con subtextos potentes que conducen a la epicidad y la denuncia.

Al final el 'hazlo tu mismo' queda reducido a un propósito que se materializa en la cultura de los masteres que ha sufrido un duro golpe en los últimos tiempos ya que representa a un público joven que comparte un estilo de vida, una ideología y una forma de estar en el mundo ajena a debates profundos, cada vez más transversal, que está siendo avalada por amplios sectores de la crítica, a pesar de que cada vez se alzan más voces que advierten de que ser 'indie', subcultura contemporánea, es algo totalmente 'mainstream' ; un movimiento que sigue un manual para todo moderno que se precie y que abarca desde cómo vestirse hasta qué comer. Ser indie está de moda, es tendencia, se lleva y es cool, un modo estético demasiado correcto que encanta a las abuelas orgullosas de los éxitos de sus nietos (se puede ver ver en la sesión senior del cine), y con el tiempo se está convirtiendo en una colección de clichés, (festivales, música, barbas, Apple, Caver, etc.), lo que está introduciendo serias dudas en las reflexiones de algunos teóricos, acerca de si este hecho los ridiculiza o los moderniza.  

Todo esto se puede ver en 'La última canción' , un relato en el que todos los protagonistas gozan de un buen estatus, y, precisamente por ello, pueden dedicarse casi exclusivamente a cultivar la memoria de un joven músico, cuya mayor notoriedad reside en haber muerto joven, cuando sólo había compuestos 12 canciones, y se había convertido en una rara avis, poderosa competidora para conseguir un trending topic en cualquiera de las plataformas virtuales. Razón por la que la película ha sido tachada de inane e intrascendentes (Alberto Luchini, ABC); empalagosa y tópica (Michael Rechsthaffen, Los Angeles Times); comedia romántica y tierna, aunque torpe...



Consultada la página Filmaffinity

* Mary Shelley. cinelodeon.com

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