Border. Ali Abbasi. Crítica






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Crítica:


Existen grandes paralelismos entre las adaptaciones que se han hecho al cine de dos relatos de John Ajvide Lindqvist. La primera por Tomas Alfredson, basada en Lät den rätte komma in (2009), y la de Ali Abbasi, en Let The Old Dreams Die, que se estrena estos días en los cines bajo el nombre de Border. Las conexiones entre ambos relatos son mucho más estrechas de lo que parece, no sólo por la representación de diferentes dualidades, la primera entre lo propio y extraño, seguidas de lo monstruoso y lo cotidiano de la realidad biopolítica, lo imaginado y lo fingido, el bien y el mal, cuya representación van dosificando ambos directores a su conveniencia, introduciendo elementos de extrañamiento que desorientan al espectador y lo someten a una lucha interna entre lo que siente y lo que cree que debiera sentir. En ambos casos  el detonante del surgimiento de las contradicciones es un ser monstruoso extraído del folklore y los mitos, nórdicos o no, de aspecto sórdido y perturbador, que para Tomas Alfredson es una vampira adolescente, que junto con los extraños seres que protagonizan Border, se muestran muy inquietantes al combinar rasgos humanos con otros de los que los hombres carecen. Alí Abbasi no desvela a qué especie pertenecen sus protagonistas, dotados de la capacidad del habla, a la que asocian la de rastrear por el olfato los sentimientos de  miedo, culpa, vergüenza o rabia, y la capacidad de entenderse con los animales de los bosques.

Pero una y otros que se pueden asociar con seres diferentes, emigrantes o alienados, como señala más de un crítico, no se colocan en situación de combatir la avaricia y la crueldad de los humanos mediante rebeliones o revoluciones que busquen la justicia, sino que sienten la necesidad de causar dolor, de vengarse, un imperativo que pasa por apartar a los hijos de sus padres, ya sea para que cumplan la función de cuidadores y suministradores de alimentos, como hace Eli con Oskar, ya sea por el simple placer de hacerlos sufrir arrebatándoles los bebés y haciéndoles padecer un calvario similar al que ellos padecieron, una historia terrible que no es conveniente desvelar aquí, pero que queda bien explícita en el film. Tina, ignorante de su origen, y desconociendo la razón de ciertas marcas en su cuerpo, que también ostenta Eli, está perfectamente integrada en la sociedad, desempeña un trabajo en el puerto, controlando los intentos de entrada al país de estupefacientes, alcohol y material peligroso para la población sueca, incluida la pornografía infantil. Tina vive con un sueco que adiestra perros y cuida de su padre, ingresado en un centro de mayores,  hasta que se encuentra con alguien como ella, Vore, que le abrirá los ojos.

Alí Abbasi  tiene una buena parte de la película desconcertados a los espectadores, generando en ellos cierto rechazo a la extraña apariencia de una mujer, a la vez que les genera  mala conciencia por sentir aquello que ha hecho infeliz a la joven desde que era niña, lo cual demuestra su deseo de jugar con el público. Mas, cuando Tina sea plenamente consciente de quién es y por qué se sentía y la hacían sentirse diferente, el horror se extenderá a un lado y otro de la pantalla, ya que son las actitudes discriminadoras, humillantes hacia el diferente, las que generan los monstruos que ya no sienten compasión por sus víctimas, sino sólo deseo de que conozcan en carne propia su sufrimiento. Estamos viviendo tiempos convulsos y se multiplican los cineastas que demasiados críticos de manera superficial y ligera llaman 'raritos', aunque sólo sean 'extraños' porque profundizan en el conocimiento de todo aquello que nos separa, a la vez que hace pedazos elementos de cohesión social como las antiguas organizaciones políticas que aglutinaban a los hombres en torno a diferentes ideologías más o menos sólidas.


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