Cuentos de la luna pálida. Kenji Mizoguchi. Crítica




CUENTOS SOBRE LA AMBICIÓN



Ficha técnica, sinopsis, lo que se dice (Pinchad aquí)


Crítica:


Kenji Mizoguchi retrata con especial sensibilidad la debilidad de los hombres de las pequeñas aldeas chinas, fuertes con sus esposas, y pusilánimes con los que tienen el poder y ejercen la fuerza, siempre al acecho en la defensa de sus escasas pertenencias, generalmente asustados y con la convicción de que los pecados que comete el hombre son sólo deslices, no así los que comete la mujer, a la que dejan indefensa, con funestas consecuencias, en medio de una jauría de soldados que funcionan como salteadores de caminos, ejércitos muertos de hambre, cuyos hombres se pelean entre sí por un cazo de arroz. La ambición de Genjuro y Tobei es humilde, como corresponde a un hombre de su estatus en la China imperial. El primero quiere ser alfarero y el segundo samurái, y por conseguir estos modestos sueños venden su alma al diablo y pagan una elevada factura, en un contexto en el que los hombres se matan por un pedazo de pan.

Mizoguchi como Kurosawa muestran a estos hombres atrevidos y a la vez temerosos frente a los fuertes, medio arrastrándose y dándose de bruces en el suelo constantemente, acompañados de mujeres enérgicas que los apoyan, estimulan y ayudan en su trabajo, mientras cuidan de la familia. Genjuro, más leal y productivo, cae bajo los hechizos de un alma en pena, Wakasa, y su infidelidad se cobra la vida de quien más quería; Tobei, más afortunado, recupera a su esposa, tras una serie de trágicos acontecimientos.

La realidad se confunde con facilidad con lo surreal y fantástico, y el mundo de los vivos y los muertos se relaciona de tal forma que sólo mediante conjuros escritos en la piel del poseído éste queda libre de su sometimiento a las almas en pena. Una historia sin grandes aristas que controla las emociones frente a los desmanes, ultrajes, humillaciones y crímenes que ejerce quien se eleva de rango con tan sólo disponer de una simple coraza, una lanza y unos cuantos trozos de metal que funcionan como moneda de cambio, y que, quizá por el ánimo sereno con el que fluye la narración, ha sido considerada una obra maestra.

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